La decisión de Obama de entregar el control de Estados Unidos sobre la red podía terminar mal.
Resulta que internet no se gobierna a sí misma.
Hasta mediados de marzo, una parte del gobierno estadounidense era responsable de tareas como asignar y gestionar los nombres de los dominios. Los sufijos como “.com” u “.org”, que fuera de Estados Unidos también terminan con identificadores de países, como “.de” para Alemania, están organizados por la Corporación de Internet de Nombres y Números Asignados (ICANN, por siglas en inglés), que es un contratista de una rama del Departamento de Comercio estadounidense.
Sin embargo, el 14 de marzo, Washington anunció que haría la “transición” para dejar de realizar estos servicios, permitiendo la expiración del contrato con la ICANN en 2015, con lo que se eliminarían los últimos vestigios del control de internet por parte de Estados Unidos. Los gobiernos estadounidenses han mantenido cierto control sobre la red desde su creación, a finales de la década de 1960, como un programa desarrollado en Estados Unidos por el ejército y el mundo académico para intercambiar información. Esto se convirtió posteriormente en internet.
¿Pero quién asumirá el control cuando Estados Unidos lo ceda? En pocas palabras: nadie lo sabe.
Los optimistas prevén un organismo modelo del siglo XXI, compuesto por niños prodigio de la tecnología y corporaciones del tamaño de Google hasta defensores de los derechos humanos y organismos gubernamentales interesados, todos ellos dirigiendo armoniosamente los aspectos importantes de la herramienta más igualitaria de nuestros tiempos.
Pero reconocen que es necesario darle aún más cuerpo a esta visión. En marzo pasado, en Singapur, se lanzó un proceso para definir un nuevo enfoque para el gobierno de internet. Se realizará otra reunión a fines de abril en São Paolo, organizada por la presidenta de Brasil Dilma Rousseff. En ella, los organizadores esperan que diversas “partes interesadas” mundiales den forma a un organismo capaz de asumir las funciones que actualmente realiza el gobierno estadounidense. Habrá otras conferencias, entre ellas, una a realizarse en septiembre en Turquía, cuyo Primer Ministro, Recep Tayyip Erdogan, trató recientemente de amordazar a Twitter en su país.
Los pesimistas observan que las conferencias internacionales suelen terminar con desacuerdos y rencores. Véase simplemente lo que ha pasado con las conversaciones internacionales sobre temas ambientales, en las cuales durante décadas, ni los gobiernos ni los activistas han logrado acuerdos para imponer medidas significativas para combatir el cambio climático. Los pesimistas temen que, en lugar de una reunión de mentes, los gobiernos antidemocráticos ejerzan presión y acaben con las libertades con las que ahora cuentan los usuarios de la red.
En este oscuro panorama, un burócrata no identificado de la ONU determinará quién puede registrar un nombre de dominio de internet y quién sería considerado demasiado perturbador por los gobiernos autoritarios que ya ejercen demasiado poder sobre la burocracia de la ONU.
Algunas de esas críticas salieron a la superficie inmediatamente después de que la Administración Nacional de Telecomunicaciones e Información (NTIA, por sus siglas en inglés), dependiente del Departamento de Comercio de Estados Unidos, anunció que había instruido al ICANN, organismo al que controla, para realizar la “transición” de sus funciones, iniciando una “fase final” para privatizar internet.
“Confío en los innovadores y en los empresarios más que en los burócratas, independientemente de si se encuentran en Washington D.C. o en Bruselas”, señala John Thune de Dakota del Sur, el principal miembro republicano del Comité de Comercio del senado.
Sin embargo, añadió, “hay personas que quieren ver cómo internet cae en las manos de la ONU” o de otra “organización libre de responsabilidad que cuente con el poder de controlar internet, y no podemos permitirles determinar cómo se desarrolla este proceso”.
Quizás para responder a las preocupaciones sobre la absorción de internet por parte de la ONU, Lawrence Strickling, el principal portavoz del NTIA, emitió recientemente una declaración que, espera, pueda aclarar los “malentendidos” acerca del plan. Cualquier transición, insistió, debe “proteger la seguridad, la estabilidad y la resistencia de la internet”.
Estados Unidos “no aceptará ninguna propuesta que reemplace la función de NTIA con una solución dirigida por el gobierno, o de tipo intergubernamental”, añadió Strickling, jurando que el plan de transición sería suspendido, y que su departamento “continuará desempeñando nuestro papel actual de administración”, en tanto no se aborden sus preocupaciones, y si un organismo como la ONU trata de apoderarse de la administración de la red.
Sin embargo, los funcionarios de la ONU no excluyen la futura participación de un organismo “intergubernamental”. Como declaró un funcionario de la ONU que está familiarizado con el punto de vista de la organización acerca del tema, cuando le pregunté si esperan hacerse cargo de los deberes de Estados Unidos: “No podemos prever cómo se llevará a cabo la transición”.
Inmediatamente después de que Washington hizo el anuncio, el secretario general de la ONU, Ban Ki-Moon, se apresuró a “dar la bienvenida” a esta acción. Lo mismo hizo Hamadoun Touré, secretario general del Sindicato Internacional de Telecomunicaciones (ITU, por sus siglas en inglés), un organismo de la ONU del que algunos miembros poderosos de la misma esperan que desempeñe un papel principal en el futuro.
Al igual que el modus operandi de Naciones Unidas, el ITU es dirigido por un consejo de 48 miembros que incluye a representantes de Cuba, Egipto y China, así como de otros países donde el acceso a la red es controlado estrictamente por el gobierno. Cuando era joven, el maliense Touré, que ha dirigido el ITU desde 2010, afinó sus habilidades en ingeniería informática en universidades de Leningrado y Moscú, en lo que en ese entonces era la Unión Soviética.
No es de sorprender que en medio de la vacilante bienvenida que se dio en Washington a la decisión del NTIA, que, sorprendentemente, incluyó no solo a demócratas y a algunos gigantes de la red, sino también a conservadores hartos del gobierno que critican frecuentemente a la administración, también hubo advertencias.
De hecho, el anuncio de marzo se remonta a una decisión tomada por el gobierno de George W. Bush desde 2005. Estados Unidos participó en una conferencia en Túnez, organizada por la ONU, aparentemente para llenar la brecha entre ricos y pobres de internet. En esa conferencia, Estados Unidos se unió a un consenso según el cual los deberes de ICANN deben ser transferidos de manos de Estados Unidos a un “organismo global” con plena autoridad para gestionar los nombres de los dominios y otros servicios del gobierno de internet.
Más recientemente, después del robo de documentos de la Agencia de Seguridad Nacional por parte de Edward Snowden, Washington se encontró bajo una crisis de presión ejercida por los líderes mundiales y corporaciones centradas en internet, todos los cuales expresaban una profunda preocupación sobre el espionaje en esta plataforma digital y la violación de la privacidad.
La presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, que será la anfitriona de la conferencia de São Paolo en abril, y la canciller alemana Angela Merkel hicieron agudas críticas contra el espionaje por parte de los organismos estadounidenses. En ese momento, surgió la presión para ceder los controles de internet.
La Comisión Europea, que desde 2009 ha propugnado por un gobierno de internet menos centrado en Estados Unidos, se ha ofrecido como voluntaria para ser un “agente honesto” en São Paolo y en el futuro, conforme surja un nuevo modelo de gestión de la red. “Europa debe desempeñar un papel sólido al definir cómo luce la red del futuro”, señala Neelie Kroes, vicepresidente de la comisión.
Al igual que Estados Unidos, dice Kroes, ella se opone a cualquier modelo “verticalista”, como transferir el control a manos de las Naciones Unidas o del ITU. Sin embargo, haciendo eco de las preocupaciones sobre el programa secreto de espionaje de Estados Unidos, Pearse O’Donohue, el subjefe del estado mayor de Kroes, me dijo que “la autocomplacencia sobre el modelo actual”, en el que el gobierno estadounidense controla los nombres de los dominios, tampoco resulta útil. Tampoco lo sería un “modelo de mayor control” ni “una falta de gobierno”, advierte O’Donohue.
Pero en Estados Unidos, a algunas personas les preocupa que, al ceder el control, Estados Unidos garantice que el proceso termine con una anarquía de internet, o que esta sea controlada por las fuerzas equivocadas.
“¿Cuál es la comunidad global de internet a la que Obama quiere entregar internet?”, preguntó Newt Gingrich, exvocero de la Cámara en un mensaje de Twitter. “Esto conlleva el riesgo de que las dictaduras extranjeras definan a internet”.
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