Tarde o temprano, la humanidad se dará cuenta de que la mejor manera para evitar el daño médico y social que las drogas causan no es la prohibición.
El régimen prohibicionista
La prohibición de las drogas tiene una larga historia. Si bien desde finales del siglo XVIII hubo algunos intentos por prohibir drogas como el opio en ciertos países y durante el siglo XIX hubo fuertes corrientes de opinión en Estados Unidos y Europa que buscaban regular las drogas que se utilizaban con propósitos médicos, no es sino hasta principios del siglo XX que se firman las convenciones sobre el tema. Así, el régimen internacional de prohibición de las drogas se inició con la Convención de Shangái de 1909, que prohibía la exportación de opio, y con la Convención de la Haya de 1912, que controlaba la producción de heroína y cocaína.
Lo que siguió después fue una serie de acuerdos internacionales y legislaciones nacionales que ampliaron la lista de sustancias prohibidas en la cual se incluyó a la cannabis y que incrementaron las penas para quien traficara con sustancias prohibidas. El resultado fue la construcción de una entramado de convenciones y leyes que buscaban combatir el consumo de las drogas a través del ataque a la oferta de estas. Sobra decir que, como resultado de este régimen prohibicionista, se han creado, desde inicios del siglo XX, decenas de instituciones internacionales y agencias nacionales cuyo principal propósito es combatir a quienes producen, trafican y venden drogas.
Esta visión prohibicionista ha tenido etapas de mayor intensidad, como la guerra contra las drogas declarada por el presidente Nixon en 1971 o los programas de ayuda para combatir al narcotráfico en América Latina en la década de 1980. No obstante lo anterior, el régimen de prohibición de las drogas ha sido cuestionado seriamente en los últimos años por personajes de la intelectualidad mundial y por políticos de varios países. Incluso en Estados Unidos, país que apadrinó el régimen de control de drogas desde sus inicios, el consenso prohibicionista se ha fracturado y hay dos estados que han declarado la mariguana legal y varios otros que la autorizan para usos médicos.
Sin embargo, la discusión sobre el tema no es nueva. Las políticas prohibicionistas han sido desde hace varias décadas criticadas seriamente desde los círculos de la academia y la política. En Estados Unidos, a favor de eliminar la prohibición de las drogas, han hablado personajes como Milton Friedman, Premio Nobel de Economía y figura icónica de los llamados “Chicago Boys”, que privilegian la acción del mercado en la economía. La lista incluye a académicos notables como Ethan Nadelmann, quien fuera profesor de la Universidad de Princeton, y a figuras políticas de la alta burocracia estadounidense, como Jocelyn Elders, quien fuera cirujano general en el primer gobierno de Clinton, y quien también ha apoyado abiertamente la idea de legalizar la mariguana.
En América Latina las figuras que han criticado la prohibición de las drogas incluyen a los premios Nobel de Literatura, Mario Vargas Llosa y Gabriel García Márquez. Este último, junto con intelectuales como Carlos Fuentes o Fernando Savater, firmaron un famoso desplegado aparecido en 1993 en la revista Cambio 16, en el cual apoyaban la legalización de las drogas. El tema, sin embargo, era tabú en los círculos oficiales de la mayor parte de los países latinoamericanos, y no se diga en Estados Unidos.
Durante la década de 1990 e incluso en la década del 2000, la palabra legalización difícilmente se podía pronunciar en alguna reunión en la que hubiera representantes gubernamentales. La posición oficial era, y sigue siendo en la mayoría de los países del globo, apuntalar la prohibición y fortalecer la lucha contra el narcotráfico. Curiosamente, en privado, funcionarios del gobierno de Estados Unidos y de los países latinoamericanos aceptaban que había que explorar dicha opción, pero insistían en que ellos no podían decirlo públicamente. Sin embargo, dicho consenso se comenzó a fracturar de manera visible a fines de la década pasada. Los expresidentes de México, Colombia y Brasil, Ernesto Zedillo, César Gaviria y Fernando Henrique Cardoso, respectivamente, propusieron en 2009 despenalizar el consumo de la mariguana en el informe “Drogas y democracia: hacia un cambio de paradigma”, emitido por la Comisión Latinoamericana sobre Drogas y Democracia que ellos mismos habían creado. El argumento esgrimido en dicho informe era que “las políticas prohibicionistas basadas en la represión de la producción y de interdicción al tráfico y distribución, así como la criminalización del consumo, no han producido los resultados esperados”.
En este contexto, algunas otras voces del mundo de la política comenzaron a cuestionar el paradigma prohibicionista. El expresidente mexicano Vicente Fox propuso en 2010 legalizar todas las drogas. La posición de Fox generó sorpresa en algunos círculos, pues este había sido postulado por parte del Partido Acción Nacional, un partido de centroderecha. No obstante, el propio Fox había enviado en 2004 al Congreso mexicano una propuesta de ley para establecer las cantidades máximas de portación de droga para uso personal, dado que para la ley mexicana el consumo personal de drogas no es delito. No obstante, Fox tuvo que vetar dicha ley, que había sido ya aprobada por el Congreso, debido a presiones del gobierno de Estados Unidos. En 2008, el presidente mexicano Felipe Calderón propuso una reforma legal similar, aunque reduciendo los máximos de portación de drogas. Dicha ley entró finalmente en vigor en 2009. Curiosamente, un año antes de terminar su gobierno, en septiembre de 2011, Calderón también pareció apoyar la idea de una regulación de las drogas que implicaría eliminar al menos parcialmente la prohibición, al declarar que había que darle al problema de las drogas “una solución de mercado”.
Por su parte, el presidente de Guatemala, Otto Pérez Molina, propuso a principios de 2012 hablar sobre la posibilidad de despenalizar “la producción, el tránsito y el consumo” de las drogas. Dicho pronunciamiento llamó la atención, pues Pérez Molina había sido postulado a la presidencia por el conservador Partido Patriota. Asimismo, en mayo del 2012, la Organización de los Estados Americanos (OEA) dio a conocer su “Informe sobre el Problema de las Drogas en las Américas”, en el cual se señalaba que “la despenalización del consumo de drogas debe ser considerada en la base de cualquier estrategia de salud pública” y se recomendaba “evaluar los signos y tendencias existentes que se inclinan a que la producción, venta y consumo de la mariguana puedan ser despenalizados o legalizados”.
Los primeros cambios en la realidad
La historia muestra que los cambios políticos y sociales siempre van precedidos por un cambio en las ideas. En este sentido, lo que estamos presenciando en esta década es un cambio en el paradigma prohibicionista de las drogas que comienza a tener algún impacto en la realidad. Si bien la noticia que ha acaparado la atención mundial fue la legalización de la producción, venta y consumo de mariguana sin restricciones en los estados de Washington y Colorado, de la Unión Americana, lo cierto es que cambios menores en la realidad se vienen dando en este sentido desde hace décadas. En varios países de Europa, como Holanda, Portugal, Inglaterra, España y Alemania, existen zonas de tolerancia a la venta de la mariguana para consumo en lugares delimitados, conocidos popularmente como “coffee shops” por el nombre dado en Ámsterdam a este tipo de establecimientos. Curiosamente, la producción y tráfico de mariguana es ilegal, pero su consumo en cantidades limitadas no lo es. Desde luego, explicar cómo la mariguana, cuyo tráfico es ilegal, entra en una zona gris en la cual es tolerada al llegar al patio trasero del “coffe shop” o del club de consumidores, es una tarea complicada para las autoridades.
En todo caso, lo que estas medidas demuestran es que los gobiernos de dichos países no consideran el consumo de dicha droga como una amenaza a la sociedad. La pregunta obligada entonces es: ¿por qué su producción y tráfico sigue siendo ilegal? Asimismo, en Estados Unidos, además de la legalización de la mariguana en los estados de Washington y Colorado, que entró en vigor en 2014, su consumo para fines médicos está aceptado en otros 20 estados. Tan solo en los últimos tres años han sido cinco estados los que la han aprobado para este uso, lo cual muestra que el consenso en torno a la despenalización de esta planta viene creciendo a un ritmo acelerado. Adicionalmente, en diciembre de 2013 el Senado de Uruguay aprobó la legalización de la producción y venta de la mariguana en ese país. El presidente uruguayo José Mujica explicó de manera muy simple la razón de la propuesta legalizadora que hizo su gobierno: “La lucha contra el tráfico de drogas está perdida a nivel mundial”, por lo que hay que buscar alternativas.
En México existen varias propuestas legislativas tanto a nivel federal como en la ciudad de México para eliminar, al menos parcialmente, la prohibición de la mariguana, aunque no está claro si estas podrán avanzar. El presidente Peña Nieto ha dicho abiertamente que no apoya la idea de legalizar la mariguana, pero también ha afirmado que está abierto a la discusión. Curiosamente, los tres anteriores presidentes mexicanos, Zedillo, Fox y Calderón, se opusieron a la idea de quitar la prohibición de las drogas cuando estaban en el cargo, pero cambiaron su posición al terminar su presidencia.
El futuro de la prohibición
Es difícil predecir con exactitud cuándo y en dónde desaparecerá la prohibición de la mariguana en los años venideros. No obstante, lo que parece claro es que la tendencia apunta hacia una legalización pronta de esta planta en la mayor parte del planeta. Sin embargo, es muy probable que en algunos países y regiones dentro de un país la prohibición subsista. De hecho, lo que estamos viendo en Estados Unidos se puede replicar en el resto del mundo: en algunos territorios la mariguana será legal incluso para propósitos recreativos y en otros no. Es muy probable que el gobierno federal estadounidense mantenga la misma posición que ha tenido la Administración de Obama: dejar que cada estado de la Unión Americana decida. De hecho es muy factible que en estados donde hay una fuerte presencia de grupos liberales como California o Nueva York, la mariguana acabe por ser legal, pero ello se ve difícil en estados más conservadores.
A nivel mundial probablemente ocurra lo mismo, aunque puede suceder que en aquellos países donde la guerra contra el narcotráfico ha generado altos costos en términos de gobernabilidad y vidas, la opinión pública acabe prefiriendo la legalización, al menos de la mariguana, en la lógica de reducir dichos costos más allá de las preferencias ideológicas de los gobiernos o de la población. En todo caso, lo que llama la atención de esta discusión en los últimos años, es que el tema difícilmente puede leerse en términos de coordenadas izquierda-derecha. Hay sectores considerados de “derecha” que han apoyado desde hace años la legalización de las drogas, como Milton Friedman en la década de 1980 o los republicanos de Colorado y sectores de “izquierda” que se han opuesto a dicha idea como la parte más radical de la izquierda mexicana, que recurrentemente se ha negado a dicha opción. Las posiciones sobre el tema de gobernantes de “derecha” como Otto Pérez Molina o Vicente Fox o Felipe Calderón confirman esta percepción.
En el fondo la discusión es sobre si el Estado tiene derecho a prohibir las decisiones de una persona sobre su cuerpo. Y en este sentido, es evidente que la izquierda partidaria de la intervención del Estado en las actividades de la sociedad no está de acuerdo en dejar esa decisión a cada persona, a diferencia de los liberales que privilegian la libertad individual. Obviamente también hay sectores conservadores, en el sentido del conservadurismo del Siglo XIX, que consideran que la libre decisión de cada individuo mina los cimientos de una sociedad ordenada, y por ello también se oponen a eliminar la prohibición sobre las drogas.
En todo caso, lo que ha hecho que la discusión sobre la prohibición de las drogas tenga ahora características diferentes a las que ha tenido durante las últimas décadas es que hay ya ejemplos concretos de qué pasaría si una de las drogas ilegales, la mariguana, es legalizada de manera total. A diferencia de la experiencia de los “coffee shops”, que implican una despenalización del consumo de mariguana sin legalizar la producción y el tráfico, lo cual no elimina la parte criminógena del tema, la experiencia de los estados de Washington y Colorado puede ayudar a derrumbar muchos mitos en torno a la eliminación de la prohibición de las drogas. Hasta ahora, lo ocurrido en esos estados de Estados Unidos demuestra que hay vida después de la legalización de las drogas. Es decir, el panorama de caos y desorden moral que muchos prohibicionistas auguraban, no se ha presentado ni en Washington ni en Colorado.
Falta desde luego tener una perspectiva de más largo plazo para ver los efectos de la legalización de la mariguana en esos estados, pero todo indica que hasta ahora la vida cotidiana continúa en esos territorios sin que haya indicios de que se presentó el Apocalipsis.
El cambio, desde luego, no será fácil, y en todos los países habrá sectores que reivindiquen las virtudes de la prohibición. Curiosamente, uno de los principales obstáculos para acabar con el régimen de prohibición de las drogas son los intereses creados por este mismo régimen. Son miles de personas las que viven de una u otra forma del hecho de que las drogas sean ilegales, desde las burocracias internacionales y nacionales de las organizaciones antidrogas, hasta los propios narcotraficantes, cuyos márgenes de ganancia se reducirían sensiblemente si las drogas fueran legales. No obstante, es evidente que aun en el caso en el que la mariguana se legalice en la mayor parte del globo, el resto de las drogas que han sido declaradas ilegales lo seguirá siendo por un buen rato. En ese sentido, tanto las burocracias creadas en torno a la prohibición como quienes producen y comercian las drogas ilegales tendrán actividad durante un largo rato también.
En todo caso, lo que seguramente preocupa a estos sectores es el efecto de demostración que la legalización de la mariguana pueda tener. Al final se descubrirá que los escenarios catastróficos sobre la legalización de dicha droga no se cumplieron, lo cual abre la puerta a la legalización, en el futuro, de otras sustancias prohibidas. Claro, este escenario, de darse, está aún lejano, pero lo cierto es que el cambio en el mundo de las ideas ya ocurrió. Tarde o temprano, la humanidad se dará cuenta de que la mejor manera para evitar el daño médico y social que las drogas causan no es la prohibición.
Jorge Chabat es profesor investigador de la División de Estudios Internacionales del Centro de Investigación y Docencia Económicas (CIDE) en la ciudad de México. Es Doctor en Estudios Internacionales por la Universidad de Miami y catedrático en las principales universidades de México. Sus temas de investigación son Seguridad y Crimen Organizado, Política Exterior y Democracia y Derechos Humanos. Ha colaborado en varios medios de información y actualmente es comentarista de El Noticiero de Televisa.