Hay un periplo de logros, pero igual de apuros por resolver.
Diversos analistas coinciden en que la anterior fue la década de América Latina (AL). Los cambios vistos en la estructura económica y condiciones de vida de los habitantes construyen tal hipótesis. Su escribidor coincide: sí lo fue, para bien y para mal; hay un periplo de logros, pero igual de apuros por resolver. Le comento la parte de economía, inversión y crecimiento.
La estructura económica cambió diametralmente, pues ante el auge de las materias primas, exportadas principalmente a China, la región se volvió receptora de abundante flujo financiero, lo que le permitió cuatro ventajas: sanear su abultada deuda; incrementar sus reservas; financiar a los grandes países que se metieron en problemas; y tornarse atractiva para la inversión extranjera.
Latinoamérica dejó de ser el eterno y vulnerable deudor para convertirse en acreedor frente al resto del planeta. En 2003, el 45 por ciento de sus pasivos eran en dólares; en 2009, solo el 33 por ciento. A la par, las reservas de los principales países fueron creciendo e invirtiéndose en la deuda de las otrora fuertes economías que requerían de oxigeno, como en los Bonos del Tesoro de Estados Unidos.
Esta transformación otorgó solidez y estabilidad a la región; atrás quedaron aquellas crisis vinculadas a la deuda externa, donde, ante la menor agitación, los acreedores exigían la devolución de lo prestado o aumentaban la tasa de interés acordada, condenando a los países a una subordinación económica perenne. Las historias abundan por nación.
Le decía que el cambio de condiciones tuvo su impulso en el dinámico ascenso de la economía China, un importador nato de materias primas que, además, financió su crecimiento con gran inversión en infraestructura, una estupenda mezcla para AL. Debe agregarse que los problemas de deuda en Europa y la crisis hipotecaria en
EE UU cerraron el círculo de la década próspera.
No obstante, la actualidad está planteando un cambio de condiciones para Latinoamérica. El principal reto es aprender a vivir sin el dinero del gigante asiático; a China le llegó la resaca de la expansión financiera y su economía lo resintió; la inflación presionó todo el 2013 y las empresas privadas ya adeudan por encima del PIB; un desastre para la liquidez y el crecimiento.
El endeudamiento interno del gobierno chino es otra debilidad; los pasivos de los gobiernos locales crecieron 40.9 por ciento en 2013 y ya equivalen al 52 por ciento del PIB. Todo es corolario de cómo se financió el auge en la década previa; y por eso la tasa de crecimiento económico en 2013 será cerca de 27 por ciento inferior a la de 2010. Más allá de China, es la amenaza y circunstancia para AL.
Respecto al resto del círculo próspero expuesto, Europa y EE UU siguen inmersos en resolver su problemática; la primera tardará lustros en componer su estrés financiero; en el segundo ya empieza la reactivación de la economía, pero con lentitud, exigua para creer que pueda arrastrar a los mercados latinoamericanos. Vaya, ambos aún no son opción; México y Brasil lo atestiguan.
Se trata de una paradoja de la globalización, pues ante su auge en la década previa y los paradigmas creados en torno a ella, en la actualidad el éxito de los países no está en la globalidad, sino en su interior, en su capacidad de crear mercados internos capaces de beneficiar a la población, de atraer capitales y conservarlos, de construir mejores condiciones por sí mismos.
Considero que la oportunidad radica en que Latinoamérica trabaje unida; se debe avanzar en integración económica, comercial y de mercados financieros. Ojalá logremos tales fortalezas.
Amable lector, recuerde que aquí le proporcionamos una alternativa de análisis, pero extraer el valor agregado le corresponde a usted.
Oscar Armando Herrera Ponce es administrador financiero, maestro en Impuestos y en Educación, y profesor de Finanzas en la Universidad TecMilenio, en Chihuahua, México. Twitter: @oscar_ahp.