Si la táctica del presidente fracasa en Michoacán, fracasará también su gobierno.
Pareciera que el gobierno de Enrique Peña Nieto carece de una estrategia propia para resolver la situación de inseguridad que impera en el estado de Michoacán y en otras regiones del país en virtud de que está actuando de modo similar a la táctica utilizada por su antecesor, Felipe Calderón Hinojosa.
1. Sacó al Ejército a las calles de aquella entidad federativa.
2. Llevó al gobierno a despachar al lugar del problema para hacerse sentir y replegar a los delincuentes.
3. Aplica lo que llama estrategia para imponer el estado de derecho en la zona del conflicto.
Estos tres aspectos fueron procesados también en su momento por el gobierno calderonista con magros resultados, lo que provoca la sensación de que Enrique Peña imita a Felipe Calderón en la lucha contra la delincuencia organizada en Michoacán y otras partes del país; pero con ello se le está agotando el tiempo para implementar una estrategia propia de lucha contra el narcotráfico.
Al inicio de la administración del presidente Enrique Peña Nieto se prometieron nuevas formas para enfrentar a la delincuencia organizada, incluso se optó por el silencio y no presentar a los líderes de los carteles de las drogas vestidos con playeras polo ni bajando de las grandes aeronaves en donde eran trasladados, lo que provocaba singulares espectáculos mediáticos.
Sin embargo, la ferocidad con que actúan los grupos criminales en varias partes del país, no solo en Michoacán, obliga a que algunas escenas por necesidad se transmitan en medios de comunicación locales y se retomen en los llamados nacionales, totalmente editadas en su mayoría.
Esto ha generado, durante el primer año del gobierno de Peña Nieto, una política ineficaz para abatir al crimen organizado, incluso de fracaso hasta el momento, pues si bien el gobierno enmudeció para no dar a conocer los resultados de sus operativos, al mismo tiempo alimentó la deformación del escenario en la mayor parte de las zonas de conflicto de la República Mexicana.
Y Michoacán es el escenario perfecto para avizorar esa deformación o complicación del conflicto con el fortalecimiento de los llamados grupos de autodefensa, los cuales también están ofreciendo su real origen tras el accidente de José Manuel Mireles, líder de los llamados autodefensas “buenos” y cuya misión es devolverle la tranquilidad y el estado de derecho a Michoacán, y que ahora, mediante un sospechoso video, se declara aliado a las órdenes del gobierno, mientras que en otra versión se contradice y llama a continuar la lucha contra los delincuentes sin atacar a las fuerzas oficiales, pero tampoco obedeciéndolas.
Esto ha conformado un campo de guerra civil en Michoacán cuyos frentes se acomodan de la siguiente manera:
a) Enfrentamientos de gobierno contra narcotraficantes.
b) Gobierno contra autodefensas.
c) Autodefensas contra narcotraficantes.
d) Narcotraficantes contra narcotraficantes.
e) Ciudadanos que aplauden, apoyan, defienden y financian a los grupos de autodefensas para que suplan a la autoridad.
Es un auténtico caos que los gobiernos estatal y federal no han sabido explicar a la mayoría de mexicanos que viven en la percepción de un estado fallido.
Un año transcurrió para que el gobierno federal de nuevo volteara su mirada hacia la delincuencia en México, y la verdad eso complicó el problema, y tal vez se convierta en la prueba de fuego para Enrique Peña Nieto, quien prefirió lo político-reformista a cambio de que se conformara un estatus de guerra civil en Michoacán y se fortaleciera, a la vez, la actuación del crimen organizado en varias partes del país.
A menos de 60 días de iniciado el segundo año de gobierno de Enrique Peña Nieto, entre los mexicanos se habla más de la delincuencia que de las llamadas reformas estructurales, las cuales surtirán efectos positivos para la población tal vez cuando Peña Nieto ya no esté en la presidencia de la república.
Y si la estrategia en Michoacán fracasa, fracasará también el gobierno de Peña. Ojalá no sea así.