El Consejo de Seguridad le da un impulso a Jordania. ¿Pero a qué precio?
La semana pasada, el Consejo de Seguridad de la ONU puso al diminuto reino de Jordania en el primer plano en sus esfuerzos para llevar la paz al Oriente Medio.
Eligió a Jordania como uno de sus miembros no permanentes, dando a la pequeña nación, que se encuentra en el epicentro de la problemática región, una función clave en el envío de misiones, el nombramiento de enviados especiales, la imposición de sanciones y la emisión de ceses al fuego. Esta acción es importante en estos tiempos tan imprevisibles.
Jordania, que siempre ha mantenido relaciones cordiales con los cinco miembros permanentes del Consejo (Reino Unido, Francia, China, Rusia y Estados Unidos) asumirá la función de presidente del Consejo de Seguridad a partir de enero próximo.
La elección de Jordania no fue ninguna sorpresa. Cuando Arabia Saudí se negó a aceptar el puesto en octubre, Jordania, frecuentemente considerado como un país más flexible, se adaptaba perfectamente a esa función.
“Jordania es un país amigo de Arabia Saudí y Egipto, los pesos pesados regionales, y es más fácil de manejar que un país más polémico como Kuwait”, afirma Labib Kamhawi, un analista residente en Amán.
En una carta enviada a la ONU, Arabia Saudí mencionó varias razones para su negativa a aceptar un lugar en el Consejo de Seguridad, entre ellas, la falta de avances por parte de ese organismo para garantizar un mejor acuerdo en Palestina, en el logro de un Oriente Medio desnuclearizado, y en pacificar la guerra civil en Siria. Arabia Saudí, que recientemente se incorporó al Consejo de Derechos Humanos de NU, apoyó plenamente a Jordania para que esta asumiera la función que Arabia Saudí había declinado.
Jordania ha participado dos veces en el Consejo de Seguridad, de 1965 a 1966, y otra vez de 1982 a 1983, pero esta vez lo hace en una época indudablemente crítica en el Oriente Medio. El reino, gobernado por la familia Hachemí y dirigido por el rey Abdulá II, se encuentra permanentemente amenazado por conflictos en sus fronteras que se expanden hacia su territorio, y los peligros de involucrarse en una guerra que no le pertenece son más grandes que nunca.
Siria se encuentra en medio de un sangriento caos. El conflicto sectario de Irak se ha reiniciado. Y los israelíes ejercen una creciente presión sobre los palestinos, lo cual puede producir una tercera intifada (alzamiento). Jordania, como de costumbre, se encuentra atrapada en el medio.
En Amán, los sentimientos están mezclados. El país combate sus altos índices de desempleo (las cifras no oficiales mencionan porcentajes de hasta 30 por ciento, y hay un malestar entre las clases más jóvenes y educadas que no pueden encontrar un trabajo de ningún tipo), y un número cada vez mayor de personas están más preocupadas por problemas locales, como los aumentos en los precios de los alimentos, la electricidad y el gas que por los asuntos internacionales de vida o muerte que les rodean.
Aunque para muchas personas la dirigencia del Consejo de Seguridad constituye un gran prestigio para un país tan pequeño, los jordanos saben que también implica grandes responsabilidades. El hecho de que Jordania también fuera elegida más o menos por defecto también hace que el nombramiento resulte agridulce.
A Kamhawi, que apoya a la oposición jordana contra la monarquía, le preocupa el hecho de que su país tendrá que llevar la carga que otros países han eludido y responder a las necesidades internacionales de estos últimos, en lugar de votar por lo que es mejor para el pueblo jordano.
“Se espera que Jordania vote de cierta forma acerca de varios temas, una agradable forma diplomática”, dijo. “Es probable que Arabia Saudí haya declinado el puesto por esta razón”.
Kamhawi cita, por ejemplo, los “acuerdos” recientes entre Irán y Occidente para manejar las negociaciones en curso sobre las ambiciones nucleares de Irán.
“Se espera que Jordania vote [por] el acuerdo”, dice. “Los árabes nunca habían estado conformes con esto”.
Como el único miembro árabe del Consejo de Seguridad, se espera que Jordania impulse la visión árabe hasta cierto punto, particularmente al abordar asuntos como Jerusalén y Cisjordania. Hacerlo bien no será fácil.
A pesar de las recientes afirmaciones de “optimismo” del secretario de Estado estadounidense John Kerry después de ir y venir entre Jerusalén y Ramallah, al afirmar que “creo que estamos más cerca que nunca de un acuerdo de paz”, los problemas de los palestinos en los territorios ocupados por Israel siguen siendo muy graves.
“A Jordania le preocupa que el gobierno israelí no tenga ninguna intención de hacer un esfuerzo serio para llegar a un acuerdo de paz con los palestinos”, señala un funcionario de alto rango de NU que ha trabajado en la región durante años.
Pero para algunas personas, la elección al Consejo es una oportunidad para que Jordania tenga una función más relevante en el escenario diplomático.
El representante de Jordania ante NU, el príncipe Zeid Bin Ra’ad, considera la presidencia del Consejo de Seguridad como una valiosa oportunidad para que el reino participe en los asuntos regionales y del mundo. Piensa que 20 por ciento del trabajo del Consejo de Seguridad en el próximo período se centrará en las preocupaciones de los países árabes.
“Pensamos que aportaremos al Consejo de Seguridad nuestra experiencia no solo en los problemas que más nos preocupan en el Oriente Medio, [sino también] en asuntos en los que hemos mostrado un verdadero liderazgo”, afirma.
Ra’ad es un diplomático popular, reconocido por muchos como “una de esas personas que comprende mejor a NU como organización, su función, su historia, su potencial, sus debilidades”, señala un funcionario de alto rango de NU. “Ningún otro embajador ante NU tiene una comprensión comparable de todos esos temas. En ese sentido, Jordania (y Ra’ad) constituye un avance muy bien recibido”.
Pero lejos de las oficinas centrales de NU en Nueva York, Jordania sufre, y no solo por el desempleo crónico.
El país no tiene prácticamente ningún recurso natural propio. Además, la carga de los refugiados, que es un resultado de la guerra en Siria, ha hecho que 600 000 personas desplazadas crucen la frontera, y ahora, el campamento de Al Za’atari es considerado como la cuarta ciudad más grande de Jordania.
El flujo de refugiados también ha provocado una nueva ola de corrupción. Existen preocupaciones acerca de la extracción de fondos para los refugiados, que van a parar a los bolsillos de personas sin escrúpulos.
“¿Adónde va ese dinero?”, preguntó un periodista jordano. “Existe una seria discusión sobre el costo de alimentar [a los refugiados sirios].”
Pero la preocupación constante de la monarquía jordana es la enorme cantidad de palestinos que han buscado refugio huyendo del vecino Israel y que constituyen más de la mitad de la población total de Jordania.
Aún existe tensión entre los refugiados que huyeron de la Nakba (catástrofe en árabe) en 1948, en la que perdieron su territorio y su soberanía frente al nuevo estado judío, Israel, y las guerras de 1967 y 1973 que le siguieron.
La porción de palestinos étnicos que viven en Jordania es de casi 60 por ciento, entre ellos, la reina Rania, la influyente esposa del rey Abdulá II.
También hay guerra en dos de las fronteras de Jordania, Siria al norte y un creciente resurgimiento del conflicto suní-chiita al este de Irak. Es importante que Jordania mantenga fuera del reino a los extremistas suníes, como ISIS y Al-Nusra, que operan actualmente en Siria.
La prioridad principal de la familia Hachemí es mantenerse en el poder en una región donde sus vecinos han sido desafiados y derrocados. Pero la combinación de Irak, Siria, y las negociaciones entre Israel y Palestina amenazan con desequilibrar su diminuto país.
Todo esto hace que sea una época extremadamente exigente para asumir el puesto en el Consejo de Seguridad, pero Ra’ad argumenta que Jordania se ha encontrado antes en el epicentro de eventos trascendentales como estos. Señala que Jordania atravesó épocas difíciles en sus períodos anteriores el Consejo de Seguridad. “No olvidemos que Líbano estaba en malas condiciones en 1982 “, dijo. “También estaba la guerra entre Irán e Irak”.
Jordania tampoco es nueva ante las políticas del Consejo de Seguridad, ni ante las complejas maquinaciones de NU, a la que se unió en 1955. El difunto rey Hussein se convirtió pronto en una pieza clave en los temas palestinos, como lo es hoy su hijo Abdulá II. Para Jordania, el Consejo de Seguridad es muy importante para lograr un acercamiento entre naciones y ofrece la mejor esperanza para la paz en la región.
Los pacificadores de la región aportan elementos regularmente a las fuerzas de boinas azules de NU en todo el mundo y han participado con éxito una y otra vez en conflictos peligrosos y delicados como Bosnia (operando en la lejana e imprevisible región de Knin), Costa de Marfil y Sudán.
Pero Kamhawi, como muchos jordanos, argumenta que Jordania debe ser más sensible ante las necesidades de su propio pueblo en lugar de asumir compromisos
internacionales.
“La vida para los jordanos comunes es un infierno”, dijo. “Hay una razón por la que no ha habido una primavera árabe en Jordania. En Libia hubo un consenso para derrocar
al régimen. En Jordania, la gente desea reformar al régimen. Por ello se produce un empantanamiento”.
“Es una época crítica la que vivimos hoy en día”, añade Ali Shajrawi, un estudiante de política jordana. “Tener el apoyo casi unánime de la comunidad internacional es una señal reconfortante. Muestra en cierto modo que la propia seguridad de Jordania no está en un peligro verdadero”.
¿Pero acaso los jordanos no deberían centrarse más en sus propios problemas en lugar de involucrarse en los de todos los demás?
Shajrawi piensa por un momento. “Una solución para los problemas a escala internacional solucionará muchos problemas a escala nacional”, dijo.