La riqueza se concentra y la pobreza se extiende cuando el bienestar de las clases dominantes supone la condena a la miseria de multitudes.
En México, de los aproximadamente 120 millones de habitantes que viven en el país, actualmente 53.3 millones están en situación de pobreza —lo que significa un aumento de medio millón comparado con los 52.8 millones que en el 2010 se encontraban en esta condición—, 11.5 millones padecen de pobreza extrema y 27.4 millones carecen de acceso a la alimentación.
Las cifras reflejan una cruda realidad en la que la correlación que existe entre la desigualdad y la pobreza no puede pasar inadvertida, como tampoco el que las fallas en las políticas públicas y en la estrategia económica por parte de las fuerzas políticas son las principales causas de que cuatro de cada 10 mexicanos estén afectados por una problemática que, lejos de desaparecer, crece.
México, un país con una economía en desarrollo, carece de un proyecto macroeconómico de mediano y largo plazo que brinde confianza a las empresas para invertir, sus mercados son poco flexibles, y la estrategia en materia laboral no contempla la integración del sector menos favorecido.
Los programas sociales y las políticas de reducción de la pobreza en los últimos años solo han logrado contenerla, pero realmente no la han abatido. A la vez que, de 2010 a 2012, 1.2 millones de personas superaron la línea de pobreza moderada, 1.7 millones, que no se encontraban en la pobreza, ahora la padecen.
¿La razón? En términos económicos se debe a la incapacidad y falta de transparencia del gobierno para generar un mayor y estable crecimiento económico a través de la creación de inversión y proyectos a mediano y largo plazo que, acompañados de un ejercicio eficiente y transparente del gasto, le permitan resolver de manera estructural el problema de los pobres.
En términos sociales, tiene que ver con la desigualdad de oportunidades expresada mediante la inequidad en el acceso a la educación, la salud, los servicios sociales y de salud sexual y reproductiva, y la violación de los derechos universales.
Ante tal panorama, surgen alternativas ciudadanas con el fin de detonar el potencial económico de las clases marginadas como Podemos Progresar, una organización que otorga microcréditos a mujeres en la pobreza para crear o acrecentar su propio negocio y establece un vínculo entre ellas y las instituciones públicas y privadas que otorgan servicios para mejorar su calidad de vida.
Esta fue creada en 2010 por el joven economista e ingeniero electrónico Fernando Orta Martínez, quien asegura que México no es un país incluyente, pues como en otros países de Latinoamérica —donde 167 millones de personas viven en la pobreza, 66 millones en la indigencia y el 38 por ciento de su población corre el riesgo de caer en condiciones de pobreza—, domina un sistema económico y político excluyente en el que las políticas públicas están diseñadas para mantener los privilegios de una minoría a expensas de la mayoría.
“Para garantizar el ejercicio de los derechos de todos y cerrar las brechas de desigualdad social y construir un sistema verdaderamente incluyente es necesario crear un estado de derecho donde la población asuma sus responsabilidades y obligue a sus gobernantes a rendir cuentas y a crear políticas públicas y económicas que beneficien a todos”, asegura Orta Martínez en entrevista con Newsweek en Español, y explica que para que el país esté integrado por una sociedad con equidad, cohesión social e igualdad sustantiva, es necesario que las oportunidades sean las mismas para cualquier ciudadano, y no solo hablando en términos de igualdad de ingresos o servicios, sino también en igualdad de bases económicas que garanticen que las fuerzas del mercado sean justas y que se respeten los derechos universales.
Si bien es cierto que los microcréditos son el combustible con el que la organización Podemos Progresar crea una cadena de distribución entre los mercados y las clases marginadas para llevarles a las mujeres los productos y servicios necesarios, esta trabaja bajo la conciencia de que, aunque las microfinanzas son una forma de incrementar los ingresos, no son el fin, y por lo tanto, no suponen una solución para romper el círculo de pobreza que aqueja a la base de la pirámide.
El CEO de la organización está convencido de que un incremento de liquidez no necesariamente se traduce en un incremento de los ingresos o el incremento de la calidad, como tampoco en el acceso a los servicios y productos o en la reducción de costos.
“Para detonar el potencial económico en este sector y resolver el problema de la pobreza de manera estructural, se deben de considerar las necesidades de la población de forma integral en términos de productividad, acumulación de capital y mejora de oportunidades; pero, además, es indispensable desarrollar una plataforma que integre actores tanto en el gobierno como en la iniciativa privada y organizaciones civiles para combinar esfuerzos para que el cambio sea significativo”.
Podemos Progresar considera cinco ejes fundamentales para romper el ciclo de la pobreza: salud, educación, desarrollo económico, empoderamiento de mujeres y violencia.
“Para cada uno de estos ejes contamos con socios tanto en las organizaciones civiles como en el gobierno y empresas privadas que utilizan nuestra plataforma para llevar sus servicios a nuestras integrantes; en un futuro pretendemos que nuestros centros comunitarios sirvan como el centro económico y social de las comunidades en México y sean el enlace para las clases marginadas con todo tipo de productos y servicios”, concluye Fernando Orta Martínez.
Hoy por hoy, en un país como México, en el que la riqueza se concentra y la pobreza se expande, la creación de organizadores como Podemos Progresar, así como el rediseño de programas sociales, la implementación de un proyecto de nación a mediano y largo plazo, la incentivación de la inversión y las apuestas por la inclusión, la protección social y el respeto a los derechos universales, urgen para que la pobreza encuentre en la igualdad su antídoto, y la desigualdad deje de ser su enfermedad.