La agencia no va a decirlo, pero la capacidad de predecir el comportamiento individual a partir de torrentes de información digital avanza rápidamente.
Todos somos Angela Merkel.
Hoy, la Agencia de Seguridad Nacional (NSA, por sus siglas en inglés) de EE UU puede intervenir el teléfono de la canciller alemana, monitorear su actividad electrónica y usar análisis por computadora para tratar de averiguar si ella está planeando minar la política monetaria estadounidense en la próxima cumbre de la UE o solo planea ir a casa a preparar Mettwurst [salchicha alemana ahumada] con col.
Pronto, Walmart o Amazon, u otra gran entidad va a ser capaz de recoger cual aspiradora, grandes cantidades de información sobre usted, hilvanarlas a través de programas analíticos predictivos y saber con gran certeza que como usted acaba de comprar tartitas rellenas de frutas, bombillas y toallas de papel, entonces está a punto de tener un bebé, antes de que usted lo sepa. Ellos le enviarán una oferta de pañales antes de que el punto en la prueba de embarazo se ponga azul.
Todos estamos tan enfocados en la recopilación de información por la NSA que podríamos dejar de ver lo que viene a continuación. Científicos e ingenieros están desarrollando tecnologías que pueden analizar los enormes flujos de información de nuestras vidas digitales para predecir el comportamiento individual. La meta es predecir su comportamiento antes de que usted incluso decida lo que va a hacer.
Esta es una idea muy poderosa y muy atractiva para las agencias de espionaje, así como para los comerciantes, bancos, policías e incluso entrenadores deportivos profesionales. Es una capacidad que nadie ha tenido antes. O sea, ningún hombre puede siquiera conocer a su esposa lo bastante bien para predecir con exactitud razonable lo que ella hará en determinada situación (esperen, ¿soy solo yo?). Pero la NSA tiene que estar babeando ante la posibilidad de saber la siguiente acción de todo jefe de estado, y los comerciantes están seguros de que pueden vender más cosas al anticipar con exactitud las necesidades de los clientes.
Como es a menudo el caso con la tecnología, los modelos conductuales no son intrínsecamente buenos o malos. Por el lado positivo, podría ser agradable que el timbre de la puerta suene precisamente cuando se tiene hambre y encontrar al repartidor de Domino’s en su porche trayéndole su pizza favorita. Pero se podría abusar fácilmente de la tecnología para allanar nuestra privacidad como nunca antes se ha hecho. Es una conversación que los legisladores de EE UU necesitan tener, tan pronto como terminen de fulminar la omnívora apropiación de datos que ha hecho la NSA.
Para la NSA, los modelos conductuales le añaden cierta perspectiva al ahora embarazoso programa de arrebatar y guardar las comunicaciones privadas de los aliados de EE UU. Posiblemente sea la respuesta a esta pregunta: ¿Por qué la NSA está interviniendo teléfonos celulares y el tráfico de Google y Yahoo, para apenas usar lo que obtiene? “Ellos almacenan y almacenan cosas con la esperanza de que algún día tengan tiempo de revisarlas”, dijo James Lewis, del Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales. “La mayoría de esto se guarda y nunca nadie lo ve”.
Anticipándonos a la sofisticación de la tecnología predictiva, tiene sentido que la NSA absorba cada trozo de información asequible, razón por la cual se ha convertido en el equivalente informático de un acumulador. Para acumular toda esta información, la NSA construyó una instalación en Utah que puede almacenar alrededor de 100 años de comunicaciones mundiales. El lugar usa la energía equivalente de 65 000 hogares.
“No hay tal cosa como demasiada información”, dice Michael Campbell, director ejecutivo de International Decision Systems, que desde hace mucho ha trabajado en software predictivo. “Cuanta más información haya, más evidentes se vuelven los patrones. Y cuanta más información ‘normal’ se tenga, te saltan más cosas extrañas”.
Para las compañías ya hay versiones tempranas de esta tecnología. Por ejemplo, un emisor de tarjetas de crédito puede tomar la información de todas sus transacciones y hacer un modelo de su comportamiento para luego buscar las anomalías. Si su tarjeta es usada súbitamente para comprar US$2 de gasolina y luego un iPad, usted recibirá una llamada.
El siguiente paso es usar la información para construir modelos más complejos de los individuos, y luego estar pendiente de la actividad que pudiese marcar un cambio de comportamiento. Por ejemplo, Harrah’s rastrea las actividades de sus afiliados al programa de lealtad mientras están en el casino y trata de predecir cuándo se van a fastidiar por las pérdidas de juego y se irán. Cuando ha llegado ese momento, aparecerá un representante de Harrah’s y le ofrecerá un cupón por una cena o un espectáculo para que los grandes gastadores se queden.
Las capacidades predictivas se harán más sofisticadas rápidamente, anticipando decisiones más sutiles y más subjetivas. Sin embargo, “esta creación de modelos en verdad es difícil de hacer”, dice Irving Wladowsky-Berger, un profesor no numerario del Instituto de Tecnología de Massachusetts y otrora alto ejecutivo de IBM. El engranado de la ciencia computacional y la ciencia del comportamiento todavía tiene mucho camino por recorrer.
Las agencias de seguridad de EE UU están trabajando en ello y sin duda van a la cabeza. La CIA ha invertido en compañías como Palantir Technologies que pueden buscar patrones y hacer predicciones. Ha invertido en D-Wave Systems, una compañía que trata de desarrollar una computadora cuántica, la cual trabajaría exponencialmente más rápido que las computadoras de hoy día y al parecer podría calcular modelos predictivos tremendamente complejos en un segundo. ¡Quién sabe qué más esté desarrollando la NSA detrás de esos muros en Utah!
En términos generales, cabría apostar a que en poco tiempo la NSA tendrá el poder computacional y la información suficiente para hacer el modelo de una Merkel.
Como siempre sucede, ese tipo de tecnología se filtra al sector privado, y las compañías la dirigirán hacia nosotros. Hoy es Merkel. Mañana seremos todos los que no tenemos un clóset lleno de trajes rojos.