“En México hay un problema muy fuerte de inequidad. México como país es inequitativo, y eso se refleja en el sistema educativo. Entonces las diferencias, en los indicadores de logro y aprendizaje real en la escuela, son muy fuertes”.
Podría decirse que dos acontecimientos caracterizaron al sector educativo durante el primer año de gobierno de Enrique Peña. La reforma educativa que el Presidente presentó en diciembre del año pasado fue formalmente declarada constitucional en febrero de 2013. Y en el mes de septiembre promulgó la reforma a la Ley General de Educación, la Ley del Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación y la Ley del Servicio Profesional Docente.
Ambas provocaron que a la fecha sigan escuchándose amplias protestas. Por ejemplo, marchas de la Coordinadora Nacional del Trabajadores de la Educación (CNTE), la cual se opone duramente —por no decir violentamente— a las reformas, y otros miles de inconformes con los cambios a las leyes educativas. En el marco de las reformas que el Presidente ha presentado, las protestas que han entintado la reforma educativa quizá reflejan el aún precario y desolador escenario de la educación en México.
Con respecto a hace seis años (2007), se ha avanzado a un ritmo lejos del deseable para una nación en desarrollo, sobre todo si consideramos la gran cantidad de población joven, la cual desde hace años viene cargando con el peso de ineficientes administraciones que poco han regularizado el sistema educativo nacional. Los miles de alumnos sin clases y sin maestros en estados de la república donde el rezago educativo es enorme es una parte del precio que ahora pagamos por las deficientes políticas educativas de varios sexenios. Este statu quo, en el que hay niños sin asistir a la escuela, inconformidad en todos los ángulos y una tremenda inacción por parte del gobierno para resolverlo, es el otro aspecto preocupante que ha caracterizado a este primer año de gobierno de Peña Nieto.
Es pertinente aclarar que la falta de recursos definitivamente no es el problema que enfrenta la educación, y por tal motivo es quizás aún más preocupante la situación, dado que se invierten (o mal invierten) millones y millones de pesos al año en este sector, y los logros resultan mínimos. México gasta más dinero en educación que el promedio de los países de la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económicos (OCDE), y aun así hay algo —o muchas cosas, mejor dicho— que siguen sin funcionar cuando se hacen diagnósticos sobre el estado de la educación en el país. El error, para empezar, es sin duda un problema de distribución del capital destinado al sector educativo: más del 80 por ciento del presupuesto se designa a la remuneración a los docentes, y más del 90 por ciento comprende la remuneración del total del personal de las instituciones educativas. Por supuesto que al momento de invertir en el alumnado, la proporción del gasto que resta es mínima en comparación, y en consecuencia, también lo son los resultados.
Este desajuste no solo se ve reflejado en los resultados académicos de los estudiantes (quienes representan a la mayor parte de la población en México), sino que se observa también, y desgraciadamente, en el poder que ejerce el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE). En pocos países del mundo existe un grupo equivalente con tantas concesiones, y con tanta corrupción también. El problema es que los profesores mexicanos se asumen más (o tal vez únicamente) como miembros de su gremio y de su sindicato que como verdaderos y básicos catalizadores del desarrollo social. Existe una falta total de compromiso educativo porque su profesión se ha desvirtuado, y ese sigue siendo un reto enorme para todos.
Por otro lado, si evaluamos otras particularidades de la educación en este año, encontramos que si bien casi todo parece avanzar, todo avanza a un ritmo desalentador: las tasas de deserción a partir del nivel secundaria, el acceso a la educación de la población indígena, los índices de desempeño en español y matemáticas, etcétera. En otros aspectos, todo avanza muy relativamente: crece la oferta educativa, pero también crece la población, así como la relación demanda-oferta de educación superior en los estados que sigue sin aumentar considerablemente. También se sigue rezagando a otros sectores que forman parte de la educación, y como claro ejemplo está la cultura. La porción de cultura sigue siendo olvidada, limitada, y centralizada en prácticamente todos los sentidos: la mayor parte de la actividad artística y cultural se sigue realizando en el Distrito Federal, los estímulos económicos que se otorgan a artistas mexicanos son casi un lujo (y la demanda sigue aumentando) y la oferta de educación artística también sigue pareciendo un lujo. Todo este sector sigue pensándose como secundario, como un lujo en tiempos de crisis, y como subordinado a una de las secretarías con más actividad en el país: la SEP. Se necesita un cambio de paradigma, un cambio de estructura dentro de las dependencias que coordinan la actividad cultural, y se requiere, para empezar, que el Consejo Nacional para la Cultura y la Artes (Conaculta) no sea una oficina más subordinada al presupuesto y al quehacer de la Secretaría de Educación Pública. Este hecho provoca que, en todos los niveles, no se le dé a la gestión cultural y artística el peso que merece; y parece sorprendente que esto siga pasando a un segundo plano en un país con tanta diversidad cultural por aprovechar.
Otro ejemplo de la falta de apoyo a otros sectores que forman parte integral del avance en educación es, sin duda, la carencia de amparo para los investigadores y científicos mexicanos. No existe un sostén necesario de oportunidades, tanto laborales como académicas, para seguir fomentando el trabajo de investigación en México después del posgrado. Sigue siendo aún muy difícil ser un investigador con oportunidades reales en el país, y esta situación se ve reflejada claramente en la relación entre la cantidad de personas que son becadas por el gobierno mexicano para realizar estudios y trabajo de investigación en el extranjero, y el número de estos becados que no regresa al país.Por ejemplo: solo en Estados Unidos radican 11 000 mexicanos con doctorado, y resulta alarmante si se piensa que la cifra total de connacionales con ese grado asciende a 30 000, aproximadamente. Esto no solo representa una obvia pérdida de capital humano, sino una gran pérdida económica también. Todo porque no se ha desarrollado un plan de acción que evite la grave carencia del fomento de las oportunidades laborales y espacios para seguir desarrollando a nuestros investigadores y académicos.
En términos generales, durante este 2013 seguimos observando los mismos retos que se tenían hace seis años, en mayor o menor medida, dado que algunos se han ido superando poco a poco, como es el caso de la cantidad de alumnos matriculados en nivel básico obligatorio: aproximadamente el 94 por ciento de la población en esa edad escolar ya se encuentra inscrito en escuelas; y otros logros que se analizarán más adelante con la presidenta del Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación (INEE).
El problema fundamental de la educación en México sigue estando allí: se ha querido tratar como homogéneo e igual a un país cuya población es, de raíz, completamente diversa, inequitativa y desigual. Se han querido implementar leyes, sistemas y prácticas educativas en conjunto, como si se tratase de una nación uniforme en todos los sentidos. Estamos lejos de serlo, y la insistencia en esto por parte de la gestión educativa, junto con la inacción en otras esferas, solo hace que sigamos cometiendo los mismos errores y que, naturalmente, los avances primordiales en materia de calidad educativa sigan siendo tan restringidos.
El INEE: nuevo elemento central para las políticas educativas
El 26 de febrero de este año, el Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación (INEE) se convirtió en un organismo público autónomo, por lo que en esta incipiente etapa se presentan retos muy importantes a vencer en cuanto a llevar a la realidad nuevas y eficaces políticas educativas. Con respecto a esto, el INEE ahora juega un papel fundamental no solo para evaluar puntualmente, sino, más que nunca, para informar y coordinar a los diferentes actores de la autoridad educativa y para llevar a la práctica cambios estructurales en el sistema que resuelvan los problemas apremiantes de la educación en México. Todo esto a partir del trabajo de evaluación e investigación educativa que el INEE realiza desde 2002.
En entrevista con Newsweek en Español, la maestra Sylvia Schmelkes del Valle, presidenta del INEE e investigadora de la educación, comenta sobre esta nueva etapa del Instituto y sobre los principales problemas de la educación que siguen alarmando en 2013.
—¿Qué se observa durante este primer año del nuevo sexenio en cuanto a educación básica? ¿Cuáles problemas educativos siguen existiendo?
—Este primer año de gobierno tiene un comportamiento inicial respecto a todo lo que viene antes, así que no se esperan mayores cambios en un año. Pero podríamos decir que los principales problemas de la educación siguen estando allí, y esto es lo que de alguna manera, ahora con la reforma educativa, se busca atacar. Creo que uno muy importante es el de no acceso a la escuela. Se menciona poco, pero está allí y es alarmante en el caso de la educación básica obligatoria; son 3.9 millones de niños, entre los tres y los 14 años, que no van a la escuela. Casi todos son niños de preescolar, pero en donde viven sí hay escuelas en la mayoría de los casos, entonces significa que no están en la escuela por razones que no tienen que ver con la falta de oferta.
—¿Entonces la cobertura ya no representa un problema tan grave?
—En la mayoría de los casos no, no es falta de cobertura, son problemas de trabajo infantil, de pobreza, de discapacidad y, en algunos casos, sobre todo en la secundaria, de los que desertan de la secundaria; es una falta de relevancia del significado de la escuela para los jóvenes.
“Hay, más bien, un problema muy fuerte de inequidad que tiene México. México como país es inequitativo, y eso se refleja en el sistema educativo. Entonces las diferencias en los indicadores de logro y aprendizaje real en la escuela son muy fuertes. Están marcados por si las personas viven en zonas urbanas o rurales, si hablan una lengua indígena o no, etcétera. Tiene muchísimo que ver con variables de naturaleza socioeconómica y cultural que se cruzan con los resultados tanto de permanencia como de logro”.
—¿Qué está mal entonces con nuestro sistema educativo en cuestión de distribución? ¿Existe centralización de la educación o, más bien, un desequilibrio general del acceso a la educación?
—Lo que sí hay es desigualdad. Y bueno, sí hay regiones que son polos de atracción de los servicios educativos, y evidentemente las zonas metropolitanas forman parte de eso; pero más bien el problema es de desigualdad porque no está suficientemente bien cuidada la oferta educativa en otras regiones. Entonces hay desequilibrio nacional, en general en todos los indicadores de desarrollo social, pero obviamente más en el caso de la educación. Por ejemplo, los estados del norte, que no necesariamente son metrópolis, están mucho, pero muchísimo, mejor que los estados del sur. Es un problema más de desigualdad y de lograr un equilibrio en el desarrollo regional.
“En cuestión de inclusión sí se crece. No a un ritmo como quisiéramos, pero sí se hace, y también se da un fenómeno de cierre de brechas, que aunque todavía son sumamente alarmantes, con el tiempo se han ido y seguirán cerrando”.
—¿En términos generales cuál continúa siendo el reto más apremiante para la educación en México?
—Desde luego el tercer problema es el de falta de calidad. Es el que más se menciona, el que más se ha estudiado, y el que las evaluaciones nos indican con claridad, de manera reiterada y consistente, que no estamos generando los resultados que esta generación necesita para poder enfrentar los retos de la sociedad actual. En términos generales, entre un 40 y un 50 por ciento de nuestros alumnos, dependiendo de la prueba, están por debajo de ese nivel básico para enfrentar las demandas actuales.
—¿Cuál considera que ha sido el mayor fracaso para la educación durante el 2013?
—Creo que el hecho de que tengamos a estados completos que no han tenido servicios educativos durante los primeros meses de este año, que es el caso de Oaxaca concretamente, ahora de Chiapas, parcialmente Michoacán y otros estados, es una situación sumamente grave.
—Por otro lado, este primer año de gobierno ha estado marcado por varias reformas, ¿qué papel juega el INEE en el establecimiento de la reforma educativa?
—Un papel central porque la reforma puso a cargo de toda la evaluación al INEE, a este nuevo INEE autónomo, que recupera lo anterior y que a partir de eso debe crecer. Entonces es un rol absolutamente central porque al INEE le corresponde evaluar al sistema educativo nacional, coordinar el SNE, emitir los lineamientos que son vinculantes para la evaluación educativa que se hace en el país y las directrices de política que se derivan de esas evaluaciones.
—¿Y cómo traducir los logros del INEE como órgano de evaluación en verdaderas políticas públicas que generen cambios favorables para el sistema de educación en México (cerrando así un círculo de investigación útil para el desarrollo social)?
—Eso es lo nuevo en este momento con la reforma educativa. Después de la evaluación que debe hacerse siguiendo los lineamientos del INEE, este tiene el cometido de emitir directrices a las autoridades educativas a partir de las evidencias de problemas que emerjan de la evaluación. Esas directrices son públicas y tienen que ser respondidas públicamente. Ahí es donde reside la fuerza, porque las autoridades educativas tienen que decidir sobre esas directrices; si pueden asumirlas, si no pueden, por qué y cuándo. Eso sí, pone en la mesa del debate las reformas educativas necesarias, las políticas necesarias y la posibilidad del gobierno de atenderlas. Y me parece que eso es una gran fuerza a la evaluación, que antes no tenía.
—Por último, ¿cómo podemos comparar a México a nivel internacional en índices educativos de los últimos años?
—Depende con quién nos comparemos. Si nos comparamos con los países en desarrollo, que además es una comparación muy natural porque México forma parte de la OCDE, o con los países desarrollados, que tienen otras condiciones, y en donde definitivamente estamos bastante por debajo. Se calcula en alrededor de dos años nuestra diferencia en logros educativos entre estos países y nosotros. Si nos comparamos con los países latinoamericanos, y ahí tenemos dos fuentes de comparación, PISA [Programa Internacional para la Evaluación de Estudiantes, por sus siglas en inglés] y los países de América Latina que participan en la prueba, así como el Laboratorio Latinoamericano de Calidad de la Educación, que también aplica una evaluación a sexto grado de primaria, encontramos que estamos más o menos igual que el resto de los países, con la excepción de dos que nos llevan la delantera. Uno, con bastante, que es Cuba, y otro que va creciendo muy rápidamente en logro educativo, que es Chile.