La llegada del portaviones U. S. S. George Washington a las Filipinas arrasadas por la tormenta debió haber sido un rayo de esperanza para las víctimas devastadas del tifón Haiyan. Transportando cantidades enormes de comida y agua, el portaviones, con sus 5000 marinos y 80 aviones y helicópteros, salió a toda prisa de Hong Kong para atender las áreas damnificadas a casi una semana de que la supertormenta golpeó las islas.
El George Washington, por lo general estacionado en Japón, es uno de los dos portaviones estadounidenses de cubierta plana que llama al Pacífico su hogar. Esto no es nada nuevo: dos portaviones han navegado el Pacífico por décadas y hay pocas probabilidades de que se añada otro, sin importar los argumentos interminables de Washington sobre “reequilibrar” la capacidad de fuego estadounidense hacia la región del Pacífico.
Pero las acciones de recuperación que emprenden las fuerzas armadas de EE UU solo sirven para subrayar una pregunta que se hacen muchos asiáticos y expertos en relaciones exteriores: ¿Qué ha trocado el cacareado cambio de mira? ¿La política realmente significa que Washington le prestará más atención a Asia en el futuro? ¿O es una escotilla de emergencia diseñada para disminuir todavía más el involucramiento de EE UU en puntos tradicionalmente conflictivos, en especial Oriente Medio?
Según los pronunciamientos de la administración de Obama y proyectistas del Pentágono, para finales de la década actual EE UU aumentará su presencia en la región asiática del Pacífico hasta 60 por ciento de la capacidad de fuego militar combinada alrededor del mundo.
Pero China está lanzando un enorme incremento militar para acompañar su creciente progreso económico, y sus fuerzas armadas son notablemente más agresivas y audaces en sus acciones en contra de sus vecinos. Entonces, ¿el nuevo “reequilibrio” estadounidense, incluso si se materializa como se planeó, en vez de verse secuestrado por las tensiones en el Oriente Próximo será suficiente para calmar las preocupaciones sobre China entre sus aliados asiáticos?
Si aumentar el porcentaje de la capacidad de fuego estadounidense en el Pacífico significa un verdadero crecimiento en los recursos militares, la respuesta es sí, dice James Auer, director del Centro de Estudios y Cooperación EE UU-Japón en el Instituto Vanderbilt de Estudios de Política Pública.
“Los chinos tienen mucho camino por recorrer”, dice, añadiendo que la fuerza militar combinada de Japón y EE UU en el Pacífico es muy superior a la de China. Pero Auer tiene sus dudas. Se pregunta si aumentar la fuerza de EE UU en el Pacífico a 60 por ciento del total se hará mediante aumentar los recursos de EE UU en la región o mediante mantener la fuerza actual mientras que se recortan las fuerzas en otras partes a 40 por ciento o menos. “Me temo que lo que podríamos hacer es quedarnos con lo que tenemos” en el Pacífico.
Esta pregunta se hace constantemente conforme las fuerzas del Ejército Popular de Liberación (EPL) de China ponen a prueba de forma persistente la determinación de sus vecinos con respecto a territorios disputados desde hace tiempo, principalmente islas diminutas y rocas solitarias que son ricas en peces o minerales.
Unos de tales puntos álgidos son las islas Senkaku, como las llama Japón, y conocidas como Diaoyu por los chinos. Botes del EPL han tacado el área, que Pekín reclama como propias. Tokio ha administrado el área por décadas, así que EE UU cree que es su deber defender las islas como parte de su tratado de defensa mutua con Japón.
Un funcionario japonés, quien pidió no ser nombrado, me dijo que, en líneas generales, su gobierno está contento con el cambio de mira. “EE UU con el presidente Obama ha mostrado de manera constante un compromiso fuerte con Asia”.
Pero en privado, los japoneses y otros diplomáticos asiáticos expresan su decepción para con políticas que inicialmente aumentaron la perspectiva de un involucramiento más profundo e intenso de EE UU. “El cambio de mira simplemente nunca se materializó”, me dijo un diplomático asiático domiciliado en EE UU.
Un aliado tradicional, Taiwán, ha quedado más bien fuera de por lo menos un aspecto clave del cambio de mira. Como parte de las nuevas políticas de Washington, EE UU insta a sus aliados a rearmarse, defenderse a sí mismos y aumentar sus presupuestos nacionales de defensa. No obstante, la administración de Obama, en una deferencia aparente con Pekín, rechazó la solicitud de Taipéi de comprar una nueva generación de aviones caza F-16, o el avión de combate “sigiloso” F-35. En su lugar, el Pentágono ofreció actualizar la vieja generación de F-16 de Taiwán.
Conscientes de su vulnerabilidad a ataques de la China continental, los oficiales taiwaneses son cautelosos cuando abordan este tema delicado. EE UU “debe colaborar más estrechamente con las democracias del Pacífico”, dijo Brian Su, director de la Oficina Económica y Cultural de Taipéi en Nueva York. “Taiwán está ansiosa de unirse a EE UU en la Sociedad Trans-Pacífico”. Él esperaba que el cambio de mira “continúe acercando aún más a las dos naciones”.
La lógica detrás del cambio de mira de EE UU hacia el Pacífico es irrefutable. El término surgió en un artículo de Foreign Policy en 2011, en el que la secretaria Clinton analizó el “punto de mira” de EE UU después de las guerras de Irak y Afganistán. EE UU debe “fijar sustancialmente un aumento en su inversión —diplomática, económica, estratégica— en la región del Pacífico Asiático”.
El mes pasado, la nueva asesora de seguridad nacional del presidente, Susan Rice, pronunció un “enfoque más modesto” para con Oriente Medio, describiendo, en una entrevista con el New York Times, cómo ella y un grupo de asesores han desarrollado todavía más la nueva estrategia. Pero aun cuando concluyó diciendo que “hay todo un mundo allá afuera”, más allá de Oriente Medio, Rice ofreció pocos detalles de lo que conllevará el cambio de mira hacia Asia.
De forma similar, en septiembre Obama mencionó la palabra Asia solo dos veces, y Pacífico solo una, en su discurso anual a los jefes de estado reunidos en la Asamblea General de Naciones Unidas. El resto de su discurso de 43 minutos lo dedicó a Oriente Medio.
El hombre que remplazó a Clinton como el más alto diplomático de EE UU, el secretario de estado John Kerry, dedica la mayor parte de su tiempo a buscar soluciones diplomáticas a la crisis nuclear iraní y la guerra civil en Siria, y a reiniciar las pláticas estancadas entre israelíes y palestinos. Los diplomáticos asiáticos con quienes he hablado señalan, sin embargo, que aun cuando Kerry está menos en armonía con sus preocupaciones, otro veterano de la guerra de Vietnam, el secretario de defensa Chuck Hagel, está destinando gran parte de su tiempo a los asuntos asiáticos.
Más allá de las personalidades, “Hay una diferencia en las percepciones entre Washington y la región” sobre lo que significa cambio de mira, dijo Carl Baker, director del Foro del Pacífico, con oficinas en Honolulú, del Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales. “Todavía hay una confusión considerable con respecto a las intenciones de Washington”, dijo él.
Todo estalló el mes pasado cuando Obama canceló un viaje planeado a Asia a causa del cierre gubernamental. Tenía programado asistir a dos cumbres importantes, incluida la reunión en Bali, Indonesia, de los jefes de estado de la Asociación de Naciones del Sureste Asiático. La inasistencia de Obama retrasó la firma de un muy anticipado tratado comercial entre 12 países, la Sociedad Trans-Pacífica.
Más bien, se convirtió en una gran oportunidad para que el presidente de China, Xi Jinping, se pasease por el escenario mundial regional. Usó la cumbre para firmar acuerdos con varios miembros clave de la asociación. Los asiáticos son “reacios a que se les obligue a elegir entre EE UU y China”, dijo Baker del CEEI. Pero la cancelación del viaje de Obama suscitó aún más dudas entre los socios asiáticos con respecto a si el compromiso de EE UU con la Sociedad Trans-Pacífica era genuino. Algunos empezaron a revalorar sus alianzas y comenzaron a considerar el profundizar sus lazos con China. Como lo dijo por entonces Lee Hsien Loong, el primer ministro de Singapur: “Es una muy grande decepción para nosotros que al presidente Obama le sea imposible visitarnos”.