El pasado 23 de septiembre murió, a los 73 años de edad, en el Hospital de Cuidados Intensivos de Madrid, uno de los economistas e intelectuales cubanos más honestos de las últimas décadas.
Se caracterizó por su humildad y su valentía. A Espinosa Chepe le tocó ser una de las víctimas de la impiedad, el egocentrismo y el ventajismo de Fidel Castro, con quien colaborara en su momento el hoy fallecido. Nacido el 29 de noviembre de 1940 en la ciudad de Cienfuegos —centro-sur de la Isla—, en el seno de una familia de clase media, estudió economía en la Universidad de la Habana y desde adolescente se sumó a la revolución de 1959 comandada por Fidel Castro, a la que le fue fiel hasta que, como otros intelectuales, replicara alguna observación del “máximo líder”; para finalmente convertirse en una de las figuras más respetadas de la oposición pacífica al castrismo.
Convencido de la necesidad del acrecimiento de la justicia social en su país, desde que cursaba los estudios preuniversitarios en su ciudad natal, Espinosa Chepe se acercó a las filas de la Juventud Socialista, con la que participó en acciones contra la dictadura de Fulgencio Batista (1952-1959), lo cual le costó el encarcelamiento en 1957 para luego ser “desterrado” de Cienfuegos. Entonces se trasladó a La Habana. Ya en la capital y matriculado en el plantel metodista Candler Colleger, continuó sus actividades políticas vinculado al Directorio Revolucionario 13 de Marzo, razón por la cual fue expulsado de aquel centro de estudios.
Con el triunfo de la revolución de 1959, Espinosa Chepe, como tantos otros cubanos esperanzados, se sumó sin condiciones al movimiento que pregonaba el bienestar futuro de la nación. Así, militó en las Organizaciones Revolucionarias Integradas (ORI) y llegó a ocupar un destacado cargo político en el Instituto Nacional de Reforma Agraria (INRA), un monopolio estatal dirigido entonces personalmente por Fidel Castro. Luego, a la par que cursaba la carrera universitaria en la sesión nocturna, pasó a trabajar en la Junta Central de Planificación (JUCEPLAN), subordinado al reconocido marxista Carlos Rafael Rodríguez, uno de los hombres más cercanos al “máximo líder”.
La situación del joven Oscar Espinosa Chepe se complica cuando es seleccionado para trabajar con un grupo directamente dependiente de Fidel Castro. Allí es testigo del desorden existente en el área para la que es destinado, la agropecuaria, cuando comprueba todas las arbitrariedades existentes en el sector de la inseminación artificial y en ciertas zonas campesinas donde los propios habitantes se quejaban con él de los despropósitos que se llevaban a cabo. Así, en una reunión del equipo de trabajo del que formaba parte, Espinosa Chepe plantea su criterio en relación con las inconsistencias que estaban sucediendo, aludiendo, entre otras, a las propuestas económicas de Ernesto “Che” Guevara”, uno de los principales líderes de la revolución castrista. Por esta razón fue requerido para una reunión con otro de los personajes de más confianza de Castro, José Llanusa Gobel, entonces ministro de Educación. En esta reunión, no obstante la persistencia de Llanusa Gobel, Espinosa Chepe le muestra su desacuerdo con ciertas ideas del Ministro, “como esa de construir el comunismo y hasta de suprimir el dinero”. No existían las bases económicas y la conciencia social requeridas para ello, le argumenta el joven Espinosa Chepe a Llanusa Gobel.
Según reza en una entrevista que le hiciera al hoy fallecido, en 2009, en La Habana, el periodista cubano Dimas Castellanos, editada en la publicación en el exilio Diario de Cuba el pasado 24 de septiembre —de la cual he tomado suficiente información para este texto—, poco después de su encuentro y “desencuentro” con Llanusa Gobel, Fidel Castro, acompañado de su escolta, visitó la oficina de Espinosa Chepe y lo increpó espetándole, entre otras frases “nosotros sabemos con quién tú andas y con quién te reúnes”. “Comandante, a usted le han informado mal, yo no me reúno con nadie ni ando con nadie, yo le estoy diciendo a usted lo que me enseñaron en la Universidad de La Habana”, le contestó Espinosa a Castro, quien, como lo demuestran los testimonios de otros defenestrados de una y otra época, utilizó con Espinosa el mismo método que le era habitual para amedrentar y crear la duda en su interlocutor. Y también, como era usual en Castro, tomó la respuesta del joven economista como una falta de respeto “y se puso muy violento”. De modo que la suerte de Espinosa Chepe estaba echada.
Tres días después fue cesado en sus labores; le indicaron que se quedara en su casa. Corría el año de 1967. En enero de 1968 fue enviado a un trabajo que resulta inhumano para quien careza de experiencia y de las condiciones físicas adecuadas, “sacar guano (excremento) de murciélago en cuevas” de la occidental provincia de Pinar del Río. Posteriormente, debido a la enfermedad que allí contrajo, fue designado como obrero agrícola en las zonas campesinas de La Habana, incorporado a brigadas de “personas sancionadas por haber cometido delitos comunes”, refiere en la entrevista antes citada, “Aquello era humillante para mí, porque yo me consideraba un revolucionario”.
Como vemos, este estilo de la dictadura castrista resulta una copia del estalinismo que ya desde entonces se estaba estableciendo en la Isla.
Luego de dos años, Espinosa, interesado por su situación, le escribe a Carlos Rafael Rodríguez y no mucho después le permiten trabajar en el Ministerio del Azúcar y posteriormente en el Centro de Asistencia Técnica (CAT), en el cual comienza como “un simple auxiliar”, pero se destaca por sus novedosos aportes. Transcurre un decenio hasta que el Ministerio de Relaciones Exteriores lo nombra Consejero Comercial de la Embajada de Cuba en Belgrado, Yugoslavia. Se acercaba el fin de la década de 1980, cuando se llevaba a cabo por el mandatario soviético Mijail Gorvachov la llamada Perestroika, el proceso de “reestructuración” que poco después acabó con el llamado “socialismo real” existente en Europa del este. En algún momento, Espinosa deja ver alguna simpatía por la línea política de Gorvachov y así resulta que cuando viaja a Cuba de vacaciones, en abril de 1987, le comunican que no puede regresar a Yugoslavia ni siquiera a recoger sus pertenencias. Lo envían a trabajar al Banco Nacional de Cuba y allí, en 1992, sus superiores lo citan para una reunión en la cual le recuerdan las discrepancias que antaño había tenido con Fidel Castro y lo recriminan porque, recientemente, había comentado algunas cuestiones que no se avenían con lo establecido en el Congreso del Partido Comunista de Cuba que hacía poco se había celebrado, y lo envían a trabajar en una pequeña agencia bancaria donde se dedicaría “a llevar papeles sin importancia”.
Desencantado y a la vez convencido de que sus ideas deberían ser tomadas en cuenta por el régimen, Espinosa Chepe comienza a escribir artículos, en máquina de escribir, que hacía circular entre amigos. Poco después se atreve a colaborar con la emisora anticastrista Radio Martí, con sede en Estados Unidos. Aquí llega a tener un programa titulado “Hablando con Chepe”. Esto lo llevaría a prisión en 2003, condenado a 20 años de cárcel luego de un juicio que duró un día, a puertas cerradas, en el que fueron sancionados también a largas penas otros 74 disidentes bajo los cargos de “actividades en contra de la integridad y la soberanía del Estado”, en el proceso conocido como la “Primavera Negra”.
Al acusado, las autoridades le habían entregado los cargos por escrito. En estos aparecía que “era agente de los norteamericanos” y que había tenido “reuniones con congresistas” estadounidenses. Al respecto, sostiene Espinosa Chepe en 2009 durante la entrevista que le hiciera Dimas Castellanos: “Ellos [sus acusadores] sabían que lo que yo les había planteado a esos congresistas era que quitaran el embargo [estadounidense a Cuba]”, “todo el mundo sabe que nunca he estado de acuerdo con la política de Estados Unidos hacia Cuba”.
El condenado fue enviado a una cárcel de la más oriental de las provincias de Cuba, Guantánamo; a los sancionados en este proceso, el castrismo los envió a cárceles lejanas de sus lugares de domicilio, con el claro propósito de que sus familiares pudieran visitarlos con poca frecuencia si atendemos a las desastrosas condiciones del transporte en el país y asimismo a la magra situación material en sentido general.
Confinado en condiciones infrahumanas, se le agrava el padecimiento hepático que desde antes padecía y en noviembre de 2004 es puesto en libertad bajo el concepto de “libertad condicional médica”, lo cual significaba que podía ser devuelto a la cárcel si el gobierno así lo estimase y, además, no podría salir de La Habana sin permiso; monitoreado por una “Comisión de barrio” que sería la encargada de informar sobre su comportamiento y, según el dictamen de esta, podía regresar o no a la cárcel. En el apartamento encima del suyo, se estableció una oficina de la Seguridad del Estado. Aunque recibió varias invitaciones de diversos países, le estaba negado viajar al extranjero, según la esencia de su libertad condicional.
Su estado de salud se agrava y una veintena de destacados economistas solicitan al gobierno castrista que a Espinosa Chepe le sea permitido viajar a España para que reciba un tratamiento adecuado. La administración del entonces presidente de Estados Unidos, George W. Bush, apoya esta petición. No hay respuesta hasta 2010, cuando el régimen, por medio de un funcionario de Inmigración, le comunica al interesado que podía salir de Cuba, pero no regresar. “Si me dejan regresar, sí. Si no, no”, fue la respuesta de Espinosa Chepe.
En vista de que la salud del economista disidente continuaba deteriorándose, de lo cual se hizo eco el cardenal de la Iglesia católica en Cuba, Jaime Ortega, el mismo funcionario de Inmigración cambió su resolución la primavera pasada: podría salir para España a recibir tratamiento y luego regresar a Cuba.
Con su esposa, Mirian Leiva —una intelectual también satanizada por el castrismo desde mucho tiempo atrás—, Espinosa Chepe parte para España el pasado 11 de marzo y de inmediato es recluido en el Hospital de Puerta de Hierro Majadahonda, en Madrid. Allí los médicos hallaron diversas complicaciones que no habían sido detectadas en Cuba. “Su firme propósito era regresar a Cuba tan pronto como mejorara su precario estado físico”, escribió Leiva en su página de Facebook”, pero ya no sería posible: “Su cuerpo se apaga con grandes molestias, mientras sus ideas y pensamientos continúan dedicados a Cuba y su pueblo”, agregaba la esposa por el mismo medio.
La muerte del economista cubano disidente ha tenido una muy amplia repercusión en infinidad de medios extranjeros, si bien en Cuba no se ha dado a conocer. Mauricio Vicent, del diario español El País: “Por su moderación e inteligencia, el economista Oscar Espinosa Chepe era una extraña voz y una de las figuras más sólidas y destacadas dentro de la disidencia cubana, a la que llegó desde posiciones de izquierda”. Berta Soler, líder de las Damas de Blanco (organización de mujeres disidentes en Cuba y no reconocida por el régimen) declara a la agencia de noticias EFE:
“Es bien duro conocer la mala noticia de que perdimos a nuestro hermano expreso político, un gran hombre que entregó su vida a la democracia y la libertad del pueblo de Cuba, una pérdida irreparable para la oposición interna en la isla”.El diario mexicano Milenio se hace eco de las declaraciones de la esposa del disidente, Mirian Leiva: “Oscar siempre trató de conseguir lo mejor para Cuba, para el progreso de nuestro país y de nuestro pueblo y para la democracia. Para eso dedicó toda su vida y creo que eso, de alguna manera, puede contribuir al desarrollo del país y ser útil para este momento y para el futuro”. El ya citado periodista independiente cubano Dimas Castellanos, afirma en Diario de Cuba: “Oscar Espinosa Chepe dedicó su vida a la defensa de las ideas socialistas de una manera tan consecuente que acabó sufriendo los rigores del castrismo”. Juan O. Tamayo, analista del diario floridano El Nuevo Herald: “Espinosa Chepe era tan ampliamente respetado por sus conocimientos y su moderación que, mientras convalecía en el hospicio del Hospital Fuenfría, él recibió elogios tanto de críticos como de partidarios de los hermanos Castro”. El cubano Carmelo Mesa-Lago, Catedrático Emérito de Economía y Estudios Latinoamericanos en la Universidad de Pittsburgh, considerado el decano de los economistas cubanos y quien escribiera el prólogo de uno de los libros más importantes de Espinosa Chepe, Cuba, ¿revolución o involución?, ha expresado en el diario digital en el exilio Cubaencuentro, para el cual fuera asiduo colaborador el propio Espinosa Chepe: “Ofreció su vida y su salud por Cuba (…) Era un hombre sencillo, frugal y amable que amaba mucho a su patria”. En esta misma publicación, el sociólogo exiliado Haroldo Lilla Alfonso ha escrito: “A pesar de haber pasado varios años de cárcel por no hacer otra cosa que pensar bien y diferente, Chepe nunca permitió que sus emociones pasaran por encima de su profesionalidad”; el escritor y columnista Eugenio Yáñez: “Oscar Espinosa Chepe fue una persona convencida de lo que hacía en la vida, sin oportunismos extremistas ni falsos remordimientos de su etapa ´revolucionaria´ desde su más temprana juventud”; y el analista y editor Alejandro Armengol: “Y para ello [sus artículos] siempre se fundamentaba en datos y reflexiones que estaban libres de criterios altisonantes, la demagogia al uso y el oportunismo político”.
La vida y obra de Oscar Espinosa Chepe nos remite directamente a aquella sentencia del Apóstol de la Independencia de Cuba, José Martí: “Cuando hay muchos hombres sin decoro, hay siempre otros que tienen en sí el decoro de muchos hombres”.
Félix Luis Viera es un escritor y periodista cubanomexicano. Su libro más reciente es “El corazón del rey”.