Tras la decisión de Portugal, Francia, Italia y España de negar que el Falcon 900 del presidente de Bolivia, Evo Morales, sobrevolara el pasado 2 de julio su espacio aéreo, finalmente las naciones europeas le ofrecieron disculpas.
Evo Morales se disponía a regresar desde la capital rusa a La Paz tras haber participado en un foro de países exportadores de gas cuando los gobiernos de Aníbal Cavaco Silva, Francois Hollande, Giorgio Napolitano y Mariano Rajoy decidieron bloquearle el paso, un acto que en su momento Morales calificó como “una agresión a América Latina”.
Los países integrantes de la Unasur, a través de sus presidentes y representantes, coincidieron con el mandatario boliviano y denunciaron ante la comunidad mundial y los diferentes organismos internacionales y multilaterales la “flagrante violación de los tratados internacionales que rigen la convivencia pacífica, solidaridad y cooperación” entre los estados latinoamericanos.
Y Evo Morales finalmente hoy aceptó las disculpas presentadas por los cuatro países del continente europeo y aseguró que no les “guarda rencor” por lo sucedido.
“Aceptamos las disculpas de los cuatro países como un primer paso porque queremos continuar con relaciones de respeto entre nuestros países, relaciones de complementariedad y solidaridad”, puntualizó Morales, y agregó que como prueba de que el asunto ya está superado, en coordinación con los gobiernos que llamaron a consultas a sus diplomáticos en Portugal, Francia, Italia y España “se ha acordado el retorno” de los embajadores.
Estas disculpas, según dice en entrevista con Newsweek en Español la doctora Martha Bárbara Ochman, profesora investigadora de la Escuela de Graduados en Administración Pública y Política (EGAP) del Tecnológico de Monterrey Campus Estado de México, se dan con el fin de minimizar los costos diplomáticos que cobró en su momento y en días posteriores, y dar un señal más de un malentendido que de una acción intencional.
Tras una reunión celebrada con su Consejo de Ministros en el Palacio de Gobierno Morales dijo no guardar rencor ni resentimiento porque los movimientos sociales “no somos vengativos, especialmente el movimiento indígena al cual represento”.
Eso sí, reiteró que el mundo fue testigo de la violación de la inmunidad diplomática y que se trató de un “acto de agresión arbitraria, colonial, inamistosa, humillante e inaceptable” el haberle revocado los permisos para aterrizar o sobrevolar por sus territorios y que el embajador español en Viena, Alberto Carnero, le pidiera acceder al avión para “tomar un café”.
La víspera el mandatario francés, Francois, llamó a su homólogo boliviano para ofrecerle disculpas por las restricciones puestas al sobrevuelo de la aeronave presidencial.
España oficializó su disculpa al señalar que el proceder del país no fue el adecuado y lamentó que Evo Morales viviera una situación difícil. Por su parte, los gobiernos de Italia y Portugal presentaron notas explicativas sobre el incidente, acto que el canciller de Bolivia, David Choquehuanca, señaló como insuficiente.
El Gobierno de Bolivia denunció que estos países europeos actuaron presionados por EE. UU. ante una infundada sospecha de que el exagente de la Agencia Central de Información (CIA, por su sigla en inglés) Edward Snowden se encontraba en el avión de Morales.
Las sospechas de que a bordo de su avión viajaba Edward Snowden, también exanalista de la Agencia de Seguridad Nacional que reveló a la prensa los programas de espionaje masivo de Estados Unidos, desató el conflicto diplomático que, según el grueso de la opinión pública internacional, fue causado por la presión que EE. UU. pudo haber ejercido sobre las cuatro naciones europeas para que impidieran que el vuelo de Morales se llevara con total normalidad desde el aeropuerto de Moscú a La Paz.
Y es que es precisamente en ese aeropuerto que Snowden está varado desde el pasado 23 de junio, en la zona de tránsito, para evitar que el gobierno de Barack Obama lo extradite y lo juzgue por lo que considera una traición al juramento sobre confidencialidad que hizo cuando entró a trabajar en la NSA y en la CIA.
Hace poco más de dos semanas, cuando tuvo lugar el incidente con Evo Morales, Snowden se encontraba a la espera de la concesión de asilo político que más de 20 naciones le negaron y que finalmente le fue ofrecida por tres países latinoamericanos, Venezuela, Nicaragua y Costa Rica.
Dichos ofrecimientos todavía no han sido respondidos por Snowden, quien permanecerá en la zona de tránsito del aeropuerto de Sheremetievo en espera de que Rusia decida sobre su solicitud de asilo.
La nación de Vladimir Putin ofreció a Snowden, el pasado 23 de julio, documentación temporal del Servicio Federal de Migración de Rusia (SFM), que en un principio se creyó que le permitiría al exagente de 29 años abandonar el aeropuerto de Moscú, pero que finalmente, según explicó su abogado, Anatoli Kucherena, no fue suficiente para que tal salida ocurriera.
Edward Snowden todavía espera que Rusia le entregue el recibo que le permitiría abandonar el aeropuerto y entrar en territorio ruso, mientras que Barack Obama y su gobierno trabajan para lograr llevar a Snowden a EE. UU. y poder enjuiciarlo.
Evo Morales, por su parte, una vez más agradeció a los países latinoamericanos la unidad y la solidaridad mostrada por la región en su caso, y especialmente a la Unasur, organismo que al interpretar el suceso como una violación de derechos, no solo al pueblo de Bolivia, sino a todos los países y pueblos de América Latina, convocó en su momento a una reunión urgente que derivó en la Declaración de Cochabamba, mediante la cual los presidentes y representantes del organismo respaldaron al presidente de Bolivia.
“Con disculpas o no lo sucedido pone en evidencia todo ese conjunto de contradicciones en torno al caso de Snowden; por un lado, la mayoría aplaude su denuncia como un acto de valentía, y eso incluye a los países europeos, que aunque ahora parecen darle la espalda, también protestaron por el espionaje por parte de EE. UU.; y por el otro, la situación de este joven es sumamente vulnerable, y eso refleja el poder que tiene EE. UU. de influir en las decisiones de otros países”, concluye la doctora Martha Bárbara Ochman.