Hace un año, cuando el movimiento estudiantil #YoSoy132 surgió con gran fuerza en México, líderes de opinión, académicos y miembros de la clase política del país se preguntaron acerca de su futuro; el tiempo parece darles la respuesta.
De un “Peña, la Ibero no te quiere” y “Atenco no se olvida” cobró vida la iniciativa interuniversitaria #YoSoy132, a través de la cual la juventud mexicana se unió a grandes movimientos como los de Occupy Wall Street, de Estados Unidos; Los Indignados, de España, y la Primavera Árabe, de Yemen, Siria, Egipto, Túnez y Libia, que también gestaron sus batallas en el terreno de las nuevas plataformas informativas.
La sola visita del entonces candidato a la presidencia de México, Enrique Peña Nieto, hoy presidente de la república, a la Universidad Iberoamericana de la capital, provocó el descontento de los estudiantes, aquel 11 de mayo de 2012, que se dijeron indignados por recibir en su casa de estudios a un aspirante a la presidencia del país que durante su gobierno en el Estado de México fue responsable de la represión de Atenco —que dejó un saldo de dos muertos y 191 detenidos, de los cuales 183 denunciaron abusos físicos y sexuales por parte de las fuerzas de seguridad— y que es considerado un producto político mediático creado por Televisa, la empresa de comunicación más poderosa del país.
Y es que la principal demanda del movimiento estudiantil fue, desde un inicio, la democratización de los medios y la transparencia y objetividad informativa durante el proceso electoral presidencial, que concluyó el 1 de julio de 2012 y del cual salió vencedor el representante del Partido Revolucionario Institucional (PRI) y Partido Verde Ecologista de México (PVEM), Enrique Peña Nieto, con el 38.21 por ciento de los votos sobre el 31.59 por ciento que obtuvo su contrincante Andrés Manuel López Obrador, candidato del Partido de la Revolución Democrática (PRD), Partido del Trabajo (PT) y Movimiento Ciudadano (MC).
Previo a dichas elecciones, el movimiento cobró fuerza a través de la publicación de un video subido en YouTube, en el que 131 estudiantes de la Ibero aparecen frente a la cámara diciendo su nombre y número de cuenta de alumno y aseguran que son estudiantes y no “porros” o “acarreados”, como en su momento los denominaron miembros de los partidos del PRI y el PVEM al asegurar que la protesta que tuvo lugar en esa institución en contra de Peña Nieto fue orquestada por perredistas y no por verdaderos alumnos.
En los días posteriores a su publicación, otros miles de estudiantes de universidades privadas y públicas se sumaron al movimiento, convirtiéndose en el 132. Numerosos videos empezaron a realizarse y difundirse a todo lo largo y ancho de la República Mexicana encendiendo una llama que prometía liberar a la juventud mexicana de la oscuridad que aqueja al país a causa de la corrupción, la violencia, el desempleo y la pobreza.
El movimiento #YoSoy132 había nacido y, con él, las exigencias por la transformación de los medios de comunicación, información y difusión; el cambio del modelo educativo, científico y tecnológico; el cambio del modelo económico neoliberal; la transformación política y circulación del 132 con otros movimientos sociales para lograr una integración nacional; el fortalecimiento de una democracia participativa, y el pleno cumplimiento del derecho a la salud.
El 132 alza la voz
Fue a través de numerosas marchas y asambleas universitarias que los 132 alzaron la voz para dar a conocer dichas exigencias, a las cuales se sumaron la competencia real en el mercado de medios de comunicación, el acceso a internet como un derecho constitucional efectivo, la instalación en todos los medios de un código de ética y un ombudsman, someter a concurso las producciones para canales públicos permisionarios, abrir el debate entre jóvenes y medios de comunicación sobre el tema, garantizar la seguridad de todos los integrantes del movimiento y la transmisión en cadena nacional del debate de los candidatos a la presidencia.
Estudiantes del Tecnológico de Monterrey, la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), la Ibero y el Instituto Tecnológico Autónomo de México (ITAM) salieron por primera vez a las calles el 18 de mayo del 2012 en representación de los 132. Dos contingentes marcharon a las dos sedes de Grupo Televisa para ser escuchados por la empresa de medios que posee cerca del 95 por ciento del mercado de televisión vía satélite, llega a aproximadamente al 68 por ciento de los televidentes mexicanos y domina alrededor del 50 por ciento de la televisión por cable.
Desde entonces captaron la atención de la prensa nacional e internacional, pero fue cinco días después, el Día del Estudiante en México, cuando el movimiento causó mayor impacto. Más de 20 000 estudiantes se congregaron en el monumento Estela de Luz de la ciudad de México, y cientos más se dieron cita en espacios públicos de norte, centro y sur del país para establecer un diálogo, generar propuestas y dar a conocer las exigencias que plantearon a través de un pliego petitorio.
De cara a las elecciones presidenciales tuvo lugar la primera asamblea general del movimiento, en la que se plantearon propuestas y se definió un calendario con las actividades previas a los comicios, así como el primer debate ciudadano en la historia de las campañas electorales mexicanas, que fue organizado por el movimiento en la sede de la Comisión de Derechos Humanos del Distrito Federal y que fue seguido vía internet a través del portal del movimiento, en Youtube, por unas 90 000 personas. Tres de los cuatro candidatos presidenciales, exceptuando a Enrique Peña Nieto, respondieron durante dos horas a los cuestionamientos realizados por estudiantes de todo el país.
Un día antes de las elecciones tuvo lugar la marcha del silencio, en la que los integrantes del #YoSoy132 acompañados de niños, adultos y ancianos partieron de la histórica plaza de Tlatelolco —donde en 1968 tuvo lugar la matanza estudiantil ordenada por el entonces presidente de México, Gustazo Díaz Ordaz— hacia el Zócalo capitalino, la plaza principal del país, para declararse un movimiento social político apartidista, antineoliberal, pacífico, autónomo, independiente y democrático que busca la transformación del país mediante el diálogo, la movilización social y la democratización de los medios, y pronunciarse en contra de un proceso electoral de imposición y exigir que las instituciones electorales cumplieran debidamente sus funciones durante la jornada electoral garantizando el cumplimiento de la voluntad popular.
Pese a todo ello, el 1 de julio México se durmió con la noticia de que Enrique Peña Nieto se convertía en el presidente número 66 del país.
El principio del fin
El politólogo internacionalista Antonio Attolini, quien fuera representante del ITAM y vocero de una asamblea local del movimiento #YoSoy132, hoy conductor del programa Sin filtro, de Foro TV del Grupo Televisa, identifica el triunfo del entonces candidato del PRI-PVEM como el suceso que marcó el principio del fin del movimiento estudiantil.
“No logramos superar la coyuntura electoral, el movimiento olvidó que la causa política trascendía a un personaje, que en México sigue existiendo un engranaje institucional tal que cualquier Peña Nieto puede llegar al poder en los próximos años; él es un engendro, un reducto de condiciones estructurales ulteriores, por lo tanto teníamos que enfocar los trabajos para poder señalar que hay algo atrás de Enrique Peña Nieto que fue lo que permitía que existiera un candidato como él”, aseguró Attolini en entrevista con Newsweek en Español.
Una vez anunciados los resultados de los comicios con los que se dio a conocer la victoria de Enrique Peña Nieto, #YoSoy132 guardó silencio y, seis días después, en la ciudad de México y en otros estados de la república tuvo lugar una megamarcha —reunió a aproximadamente 50 000 personas en la capital— que, si bien no fue convocada por los estudiantes, contó con la participación de muchos de sus integrantes y ciudadanos en general que asistieron en su nombre.
Después de ese día no se volvió a ver a los 132 reunidos en tal magnitud, algo que no sorprendió ni a la clase política, ni a los líderes de opinión, ni a académicos de México, quienes desde la creación del movimiento advertían que la mala organización o el querer abarcar muchas agendas podrían poner en peligro su futuro.
La desorganización
Un mes después de las elecciones, el académico, filósofo, historiador y director temporal de la Universidad Autónoma de la Ciudad de México (UACM), Enrique Dussel, envió un mensaje a los 132 en el que les advirtió que “o se organizan o desaparecen”, y les propuso que crearan centros estudiantiles en todas las facultades y que, a su vez, conformaran federaciones por universidad, entidades y una nacional.
El ejemplo concreto que entonces les dio Dussel para que los estudiantes comprendieran la importancia de su propuesta fue el de Chile, donde, a diferencia de México, existe una federación de estudiantes, presidida por Camila Vallejo, que reúne de manera democrática liderazgos estudiantiles que tienen el mandato de la representación estudiantil y que, por lo tanto, están obligados a cumplir, pero también cuentan con la solidez institucional para poder hacer frente al contexto que se les presente.
Según Attolini, la organización del 132 fue muy deficiente: “Es el peor modelo de organización probado y comprobado que pueda existir. El hecho de haber seguido la tradición política de lucha de ciertas organizaciones civiles y ciertas universidades públicas marcaba que el movimiento se tenía que organizar en asamblea, que tenía que ser completamente horizontal, que todos podían hacer, deshacer y decir, y que no había ningún tipo de consecuencia ante la responsabilidad de sus actos o de sus dichos. Las asambleas, en las que todos dicen y todo se vale, no respetó los lineamientos que se habían establecido para acotar la intromisión del colectivo”.
También aseguró que los principios mínimos del movimiento, que eran ser apartidista, estudiantil de base y pacífico, se perdieron con el tiempo y se fueron difuminando poco a poco al establecer el discurso centralista de la ciudad de México como el único discurso válido alrededor del 132: “Cualquier realidad del 132 que no fuera de ahí era completamente irrelevante y solamente era válida cualquier propuesta que ya de por sí tuviera el aval de una especifica cosmovisión de la propuesta, que eso se da en la UNAM, UACM el Politécnico, etcétera, que tienen una tradición de lucha a mi parecer anquilosada y muy desgastada”.
Catarsis momentánea
El investigador Raúl Trejo Delabre en su momento también se cuestionó acerca del futuro del movimiento y temió que la movilización estudiantil se quedara en lo que denominó una catarsis momentánea, algo que hoy no parece estar lejos de la realidad.
Sus temores fueron infundados en el supuesto de que los estudiantes inconformes no pudieran dar forma a sus exigencias y creyeran que la apertura en los medios se consigue únicamente marchando en las calles o dando entrevistas.
“Pero, además, nos enfrascamos al interior en un ánimo de descalificación y autoritarismo igual de rancio que aquel que denunciábamos al exterior diciendo que Televisa todo hace mal y que Enrique Peña Nieto es un tal por cual”, explica Attolini. “También le hicimos el juego al poder al establecer que el único discurso de oposición de Peña Nieto es que no lee tres libros, que se peina mal, que no sabe inglés, que su esposa es actriz, etcétera; ese nivel de discurso pone a la oposición en un nivel tan pobre, tan bajo, tan tonto, tan poco crítico, que las estructuras de poder pueden superarlas fácilmente”.
Abarcaron mucho y apretaron poco
El movimiento #YoSoy132 inició con una clara demanda, la democratización de los medios y la transparencia informativa durante el proceso electoral, pero conforme sus filas se fueron engrosando y su impacto creció a nivel nacional e internacional, estas aumentaron y se diversificaron. Exigían desde que se realizara un juicio político a Calderón hasta que se reabriera el Tratado de Libre Comercio para poder negociar.
Para muchos, querer abarcar tantas agendas fue una de las particularidades del movimiento que no les permitió concretar y perdurar; sin embargo, para Attolini fue precisamente esa diversidad de agendas la que lo fortaleció.
“El 132 siempre fue una categoría abierta que quedaba lista para ser llenada con las expectativas y preferencias de cada una de las personas que vieron en el 132 un motivo para la acción, y en ese sentido, entender al 132 es mucho más amplio, pues hay tantas agendas sociales como problemas en el país”.
Hoy en día aún existen grupos de estudiantes que se reúnen en nombre del 132 para realizar demandas y exigir que sean escuchadas… pero esas multitudinarias marchas, fervientes discusiones, apasionadas propuestas e incansables voces gritando al ritmo de los tambores ¡yo soy 132! han quedado atrás.
“Si hablamos de que el 132 ha desaparecido como aquel movimiento que trascendía a su organización política no es cierto, porque nació antes de que eso existiera, éramos estudiantes saliendo a hacer frente a un poder abusivo que había descartado y anulado a una parte de la población simplemente por ser contraria a las posturas políticas de EPN en su momento; además, las causas políticas por las que se creó siguen vivas”, aseguró Attolini, y concluyó que “ahora, si de lo que hablamos es de esa gran asamblea general, de los grandes debates, las megamarchas y las decenas de medios internacionales dando cobertura, ese 132, sí, ha desaparecido”.