China tiene una nueva generación de misiles antibuque sigilosos y supersónicos, y Estados Unidos está claramente preocupado por ello. El ex contralmirante estadounidense Eric McVadon los describió como “el equivalente estratégico a la adquisición de armas nucleares por parte de China en 1964”. No exageraba.
Los misiles pueden eludir las defensas antimisiles de Estados Unidos y disminuir la efectividad de los grupos de portaviones que Estados Unidos opera en el Pacífico Occidental. Al desplegarlos, China podría estar cambiando el futuro equilibrio militar en Asia, quitándole el centro de poder a Washington y sus aliados para trasladarlo a Beijing. Si Estados Unidos no es capaz de mantener su monopolio en el desarrollo de sistemas de misiles de precisión, tendrá problemas para proyectar su nivel actual de poder en el Pacífico Occidental, y sus fuerzas y posiciones de avanzada en la región serán cada vez más vulnerables.
Este cambio, o incluso la percepción del mismo, plantean todo tipo de riesgos. Los elementos de disuasión podrían perder su poder disuasivo; podrían producirse errores de cálculo en el ámbito militar los cuales podrían llevar a una guerra involuntaria. También está el factor de la carrera armamentista. Los proyectiles de precisión pronto podrían comenzar a proliferar en toda la región: por ejemplo, Japón, ha expresado recientemente un profundo interés en explorar el desarrollo de una capacidad de ataque de largo alcance, similar al misil crucero estadounidense Tomahawk.
Los misiles que amenazan con cambiar el juego fueron vistos primera vez durante el Desfile del Día de la Victoria de China, realizado en 2015. Las dos variantes de misiles antibuque que se presentaron fueron el DF-21D, un misil balístico de mediano alcance apodado el Asesino, y el DF-26, una versión de largo alcance con capacidades nucleares.
El DF-26 es el primer misil balístico sino con armas convencionales capaz de alcanzar el territorio del pacífico estadounidense de Guam, por lo que se le conoce como el Guam Express (o el Asesino de Guam). Si se le coloca una cabeza nuclear, será el primer misil nuclear chino de precisión y de largo alcance capaz de atacar importantes objetivos militares de Estados Unidos en Asia.
Estas armas permiten que China proyecte aún más su poder militar y mejore sus posibilidades estratégicas de disuasión, todo ello sin el riesgo político de desplegar enormes ejércitos y sin el enorme costo de enviar varios portaviones.
Desequilibrio
Esta lenta carrera armamentista es bastante distinta a la competencia de armas de precisión entre Estados Unidos y la Unión Soviética durante la Guerra Fría. Esta vez, las consideraciones políticas locales están en el centro de la discusión; si el Partido Comunista de China desea preservar su mandato, debe demostrar su capacidad para defender los así llamados intereses fundamentales de China, entre los que se encuentra el Mar del Sur de China.
Pero el simple hecho de hacer alarde de este tipo de capacidad militar se adapta perfectamente a las aspiraciones de China de convertirse en una gran potencia. Estas armas pueden poner en riesgo a los portaviones estadounidenses, burlar sus defensas antimisiles y amenazar su centro estratégico en Asia. También refuerzan el ya de por sí formidable arsenal militar de China, diseñado para solucionar los intereses no resueltos de Beijing en el estrecho de Taiwán y la disputa cada vez más militarizada por las islas en el Mar del Sur de China. Aun cuando no han sido probados, el peso simbólico de los misiles es enorme.
Sin embargo, todavía hay muchas incógnitas. ¿Cómo serán los protocolos de lanzamiento de los misiles antibuque de China? ¿Cómo utilizará el ejército chino estas armas en ataques preventivos en la región? ¿Serán utilizados en ataques individuales o múltiples? Y por último, ¿los misiles indican que una envalentonada China se comportará en una forma más agresiva en futuras disputas regionales?
Mientras tanto, Estados Unidos se prepara para desafiar a los proyectiles guiados de China mediante la investigación en nuevos sistemas militares propios. Esto podría generar dinámicas de “usar o perder” muy propensas a escalar: si China sabe o cree que Estados Unidos puede destruir sus misiles antes de que sean lanzados, esto podría disminuir los límites para su uso en un conflicto regional futuro.
Lo que se requiere es un marco para el control del armamento en la región, quizás algo análogo a los regímenes del tratado entre Estados Unidos y la Unión Soviética para eliminar los misiles de mediano y corto alcance (INF, por sus siglas en inglés), o al del acuerdo establecido entre dichos países para disminuir el uso de armas ofensivas estratégicas (START, por sus siglas en inglés), los cuales limitaron la carrera armamentista entre Estados Unidos y la Unión Soviética. Sin un régimen de ese tipo, esta competencia de “salvas” de misiles no hará más que acelerarse. El futuro de la credibilidad y la durabilidad de Washington en el Pacífico Occidental están en riesgo, y sin ella, también lo está la seguridad de una de las regiones más fuertemente armadas del mundo.
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Publicado en cooperación con Newsweek / Published in cooperation with Newsweek.