
Después de años de transformación y esfuerzo voluntario, el asilo Casa Mis Abuelitas Felices (anteriormente llamado Asilo la Sagrada Familia) enfrenta una nueva etapa: la búsqueda de un espacio donde continuar su labor, luego de tensiones con los propietarios del predio actual.
Hasyadet Arellano, coordinadora voluntaria y médica veterinaria de profesión, llegó al asilo motivada por los testimonios de su madre, quien vivía en el lugar y le informó de condiciones alarmantes: maltrato físico y psicológico, desnutrición, falta de higiene y ausencia de personal. Ante esta situación, Hasyadet impulsó denuncias ante la fiscalía estatal hace casi dos años (sin que hayan tenido efecto hasta el momento), y asumió el liderazgo voluntario del centro.
Desde su llegada, el asilo ha experimentado un cambio notable gracias al apoyo de empresas, colegios, anexos y ciudadanos, quienes, además de donar alimento, colaboraron con mejoras en infraestructura, donación de tinacos, calentadores solares, impermeabilización, pintura y limpieza profunda.
“Ha habido una gran unión y muchísimo apoyo de muchísima gente”, aseguró Hasyadet, quien subraya que todas las donaciones son en especie.
Actualmente, el asilo, ubicado en el Barrio de Guadalupe, alberga a 15 adultas mayores, cuyas edades oscilan entre los 75 y 98 años. Cada una con su historia, como Mari, la residente más longeva y activa del grupo, o Julia, quien vive con artritis degenerativa. La mayoría llega por razones familiares, como la imposibilidad de sus hijos o nietos de brindarles cuidados durante el día.
Sin embargo, las familias de las residentes proporcionan apoyo económico, que se destina al pago de salarios de personal médico y de limpieza, así como al pago de alimentos y otros servicios.
En este lugar, cada integrante tiene asignada una habitación, en cuya puerta está inscrito su nombre y fecha de cumpleaños. La casa es grande y antigua, con un zaguán en donde, a veces, por la tarde, toda clase de grupos (estudiantiles, asociaciones, practicantes) llegan para tocar música, jugar dominó o simplemente para platicar con las mujeres.
Hasyadet narra que también busca cambiar la percepción negativa de los asilos. “Así como nuestros papás nos llevaban a guarderías para poder trabajar, hoy existen asilos donde se procura a los adultos mayores con cariño, compañía y actividades que no tendrían en casa”, expresó.
Pese a los avances y a la evidente renovación de este espacio, que se transformó en un refugio seguro para adultas mayores que fueron violentadas, el asilo se ve forzado a mudarse debido a diferencias con los dueños del predio, quienes buscan colocar a otra persona al frente del lugar y han recurrido a un acoso constante para que Hasyadet deje el lugar.
“Les dije que si me iba, me llevaba a las abuelitas. Ya hablé con los familiares y con ellas, y todas están dispuestas a irse conmigo”, señaló la coordinadora, consciente de que el asilo es, en realidad, una propiedad privada.
Actualmente, se encuentra en la búsqueda de un nuevo inmueble, más pequeño, pero que permita mantener la atención y el ambiente digno que han logrado construir. “Sabemos que vamos a empezar otra vez con renta, luz, agua, pero ya es necesario movernos. Está muy contaminada la situación aquí”.
Para más información sobre cómo realizar donaciones en especie o apoyar con un nuevo espacio, se puede escribir directamente a las redes al asilo.