La depresión es la principal patología que afecta a los adultos mayores en México, aunque, por desconocimiento, abandono, maltrato o discriminación, generalmente no se le atiende. Sin una detección temprana puede derivar en múltiples afecciones o hasta en el suicidio, alertan especialistas.
LA MAÑANA en que se descubrió su cuerpo, Agustín vestía pantalón gris perfectamente planchado, chamarra café de paño a juego con la gorra que cubría su cabeza, y zapatos negros de goma, de ese calzado que ofrece comodidad. El atuendo impecable denotaba la pulcritud que el hombre puso en cada detalle de su suicidio, al igual que en la minuciosa carta que dejó para narrar su decisión. Aquel 3 de enero de 2018 empuñó el revólver, apuntó a su cabeza y jaló el gatillo, sentado sobre el pasto a la sombra de un árbol, en uno de los jardines de la Unidad Habitacional Nonoalco, Tlatelolco, en el corazón de Ciudad de México.
“Les pido una disculpa por suicidarme junto a la estación de policía, pero quise hacerlo cerca de sus cámaras para que no se culpe a nadie de mi muerte, para que le entreguen pronto mi cuerpo a mi mujer, para que me dispensen la autopsia, si eso fuera posible.
“Me suicido por el rápido deterioro que estoy teniendo en mi salud mental, ya que estoy empezando a perder la memoria y no quiero vivir con alzhéimer…”.
En el resto de la misiva, Agustín pedía que se le notificara a su esposa e instruía cada detalle para su sepulcro. Tenía 72 años y severa depresión; días antes había manifestado intenciones suicidas.
Desde el Instituto Nacional de Geriatría (Inger), el incremento de suicidio de ancianos se observa como un foco rojo. Carmen García Peña, su directora de investigación, alerta: “La tasa de suicidio en ancianos se ha incrementado, esto antes era un evento absolutamente extraño. Por supuesto está asociado con el aumento de la población anciana, pero es un hecho que la tasa de suicidio ha aumentado. En los análisis recientes prácticamente se equipara con la tasa de la población de adolescentes, la cual tiene los índices más altos”.
Aunque, explica, “el suicidio en ancianos socialmente se ve como algo normal, lo mismo que el que tengan estados de ánimo muy variables, parte del problema es ese: asumimos que la vejez se equipara a tristeza, y el propio anciano asume que es normal, una condición del envejecimiento, lo cual es incorrecto. Y esa es una barrera para la búsqueda de atención y de aceptación del problema”.
El psicogeriatra Andrés Gerardo Roche Bergua, quien tiene a su cargo la Unidad de Psicogeriatría en el Hospital Psiquiátrico Fray Bernardino Álvarez, institución de salud mental que depende de la Secretaría de Salud, alerta que un adulto mayor con depresión generalmente tiene ideación o planea el suicidio. “Esto es importantísimo, el suicida internamente quiere que alguien lo ayude y debemos ayudarle, para el profesionista es una obligación ética, y para la población en general, es una obligación moral, porque caemos en la tonta idea de que lo que quiere es manipular”.
El de Agustín fue un acto letal, pero –explica Roche— hay también formas pasivas de suicidio: “Dejan de tomarse los medicamentos, o de comer porque buscan morirse, pero como son ancianos, no se ve de manera tan preocupante para la sociedad, pero si se suicida un adolescente hacen un escándalo, en cambio, si es un anciano dicen: ‘Ah, ya estaba viejito, ya vivió’, pero eso no es lo adecuado. Cuando se les da tratamiento dejan de pensar en que quieren morirse”.
Al margen de los programas gubernamentales enfocados básicamente como acicate económico, la salud emocional de los adultos mayores, ámbito poco atendido, es el problema latente para este sector de la población, que representa casi 11 por ciento de la población, es decir, 13 millones de personas.
La patología es asunto serio: la Organización Mundial de la Salud (OMS) considera que, para el año 2020, es decir en menos de 24 meses, será la segunda causa de discapacidad a escala mundial. En México parece una realidad aniquiladora. Alerta el médico Roche: “La depresión es hoy en día una epidemia, y los adultos mayores son especialmente vulnerables”.
No obstante la gravedad, señala, “esta patología no ha sido bien comprendida. La gente e incluso los médicos desconocen de qué se habla cuando se habla de depresión. Se confunde la tristeza con la depresión, y la tristeza y alegría son emociones que están dentro de un estado normal, pero la depresión ya implica una enfermedad, y eso es lo que debe entenderse”.
De acuerdo con el especialista, la depresión es un búmeran en los ancianos porque, de no recibir atención pronta, desencadena psicosomatización de enfermedades o múltiples padecimientos.
“Al momento en que se padece depresión, se van activando factores inflamatorios en el cerebro que empiezan a deteriorar las capacidades intelectuales, y no es voluntad de la persona, sino totalmente involuntario, y es cuando precisamente un profesional debe intervenir de manera adecuada y dar un tratamiento idóneo, pero desafortunadamente la depresión es un tema que todavía no aprendemos a tratar como sociedad”.
RITA, TOCAR FONDO Y LEVANTARSE
A sus sesenta y más la vida de Rita dio un giro inesperado cuando un día se vio en medio de la calle y sintió una angustia y un miedo paralizador. Volvió a su casa, subió a su habitación y se encerró. La mujer alegre que había sido toda su vida de pronto se tornaba cabizbaja, introvertida. Enclaustrada física y mentalmente dejó de comer, de bañarse. Pasaba los días en pijama, llorando o tendida en la cama lidiando con sus pesadillas. Como nunca antes, comenzó a planear su muerte. “Quise suicidarme. Me decía: ya no sirvo para nada, yo ya no tengo nada qué hacer en este mundo, hasta aquí llegué”.
Rita Dávila no es una mujer sola, sino parte de una familia que sufrió en silencio la figurada ausencia del motor de ese hogar. Fue su hija Elizabeth quien comprendió que ese autoexilio emocional de su madre requería atención clínica. Así se enteraría de que en los mismos días que la llevó a atenderse clínicamente, Rita pretendía quitarse la vida. “Yo no sabía que era depresión, pero me di cuenta de que algo le pasaba, le veía la mirada perdida, ausente, y es esa misma mirada que veo en mucha gente de la tercera edad”, dice la joven.
El apoyo familiar ha sido básico para la recuperación de Rita, quien ahora también trabaja como voluntaria para apoyar a otros adultos mayores, especialmente a quienes descubre como reflejo de lo que vio en ella misma.
“Cuando caí en la depresión empecé a sentirme triste, impotente, y solo era llorar, pero uno no sabe que está en depresión. Yo antes pensaba que eso de la depresión no existía. Ahora pongo mucha atención en la gente que está como estuve yo. Y veo que hay mucha gente de la tercera edad que la padece, se ven enfermos y en muchos casos es por el abandono de la familia, porque están vivos, pero para su familia es como si no estuvieran”.
MALTRATO NO DENUNCIADO, OTRO DETONADOR
Otro factor que detona o agudiza la depresión en adultos mayores es el maltrato físico, psicológico o por abandono que, al parecer, es mucho más frecuente de lo que se piensa, pero generalmente queda en el entorno privado.
En su diagnóstico “Prevención del maltrato hacia las Personas Adultas Mayores”, la Secretaría de Desarrollo Social y el Instituto Nacional de las personas adultas mayores (Inapam) refieren que las estadísticas sobre el maltrato en la vejez “son datos alejados de la realidad debido a que la mayoría de los adultos mayores que lo vive no lo denuncian”, por razones diversas: no aceptan que están siendo maltratados, tienen temor a las represalias, creen que es temporal, no quieren que su familia vaya a la cárcel, desconocen con qué autoridad dirigirse, o porque su condición física o cognitiva no les permite realizar una denuncia.
Por su parte, las instituciones refieren que el maltrato genera daños psicológicos que “favorecen la aparición de síntomas depresivos, aislamiento, sentimientos de impotencia, baja autoestima, culpa, vergüenza, temor, ansiedad, negación, mayor pérdida de autonomía y estrés, lo cual puede aumentar el riesgo de muerte”.
Y que lo anterior “provoca el ingreso frecuente de los adultos mayores en el sistema hospitalario, o la demanda constante de atención médica por la presencia de distintas enfermedades”.
Desde el punto de vista científico, la soledad es un importante detonador de depresión. García Peña, también doctora en Salud Pública y Envejecimiento de la Escuela de Higiene y Medicina Tropical de la Universidad de Londres, explica que “un enorme factor de riesgo es el aislamiento social, no la soledad en términos de que vivan solos, porque hay muchos ancianos que viven solos y son autónomos, productivos e independientes, pero no significa lo mismo que estar solo: estar solo es vivir en aislamiento, es un factor importantísimo para la depresión, y hay ancianos que pasan días completos sin cruzar palabra con nadie”.
Al respecto, la gerontóloga Edith Carmen Quintero señala que “se ha incrementado mucho la depresión como consecuencia del abuso, maltrato físico o mental, la violencia psicológica o también física, y en general por abandono de los adultos mayores”.
El abandono y maltrato, considera la gerontóloga, “no son por parte solo de la familia, sino de la sociedad, porque a los adultos mayores se les excluye, rechaza, se les discrimina, y al parecer solo se les recuerda en periodos electorales”.
Edith Quintero habla desde la realidad que palpa día a día a través de la Fundación Centro de Promoción Gerontológica (Cenprogiap), en la que se les da apoyo y atención bajo una premisa: envejecimiento con dignidad.
“A pesar de los programas, sobre todo económicos, la realidad es el abandono social muy grande para los adultos mayores, y nosotros lo vemos aquí todos los días. Están solos, incluso si viven con familiares, sufren mucha soledad y abandono, y por eso generalmente padecen depresión”, explica.
La óptica de la Comisión de Derechos Humanos del Distrito Federal (entidad que concentra la mayor proporción de adultos mayores) es coincidente. El organismo identifica, entre los principales factores en materia de violaciones a los derechos humanos de las personas mayores, el que son socialmente invisibilizados, “lo que fortalece la discriminación que les violenta”.
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LA DEPRESIÓN ENVEJECE EL CEREBRO
A fin de determinar si existe un nexo entre la depresión y el deterioro de la función cognitiva a medida que envejecemos, un grupo de investigadores analizó 34 estudios en los que intervinieron más de 71,000 participantes.
Entre estos participantes se hallaban individuos diagnosticados con depresión clínica, así como personas que manifestaron experimentar síntomas de trastorno mental, por ejemplo, estado de ánimo bajo.
La importancia de este estudio radica en que el llamado “trastorno depresivo mayor” es una de las principales causas de discapacidad en Estados Unidos, donde afecta a más de 16 millones de personas, especialmente de 15 a 44 años. Además, expertos consideran que el total de casos mundiales de demencia escalará a 74.7 millones en el año 2030.
Amber John, quien llevó a cabo la investigación como parte de su doctorado en la Universidad de Sussex, Reino Unido, comentó: “Las personas que viven con depresión no deben perder la esperanza. No es inevitable que sufran un mayor deterioro de su capacidad cognitiva. Además, se ha demostrado que adoptar medidas preventivas —como el ejercicio, las prácticas de atención plena y seguir los tratamientos recomendados, como la terapia cognitivo-conductual— es útil para mantener el bienestar; lo cual, a su vez, podría contribuir a la protección de la salud cognitiva en la vejez”.
El equipo buscó un nexo entre la depresión y los síntomas del deterioro cognitivo en adultos mayores, incluidos pérdida de la memoria, menor capacidad para tomar decisiones y mayor lentitud para procesar información.
Los resultados, publicados en la revista Psychological Medicine, sugieren que, conforme aumenta la edad, el deterioro de la capacidad cognitiva es mayor en personas con depresión comparadas con quienes no presentan este trastorno.
Puesto que no existe una cura para la demencia, los autores señalan que sus hallazgos ponen de relieve la importancia de mantenernos atentos a los síntomas, de forma que el deterioro mental pueda detectarse lo antes posible.