El presidente estadounidense Donald Trump reconoció a Jerusalén como la capital de Israel y ordenó que ahí se instale la embajada de Estados Unidos, una medida criticada por distintos sectores de la comunidad internacional que prevén una estallido de violencia y de protestas en los países de mayoría musulmana.
Se trata de una decisión que revertirá décadas de la política de Estados Unidos. Trump hizo que la reubicación del edificio diplomático fuera una promesa clave de campaña para los cristianos evangélicos y los judíos estadounidenses de origen judío que apoyan a Israel y su reivindicación de la ciudad. Al hacerlo, se convierte en el primer presidente de los EE. UU. en reconocer a la ciudad como la capital de Israel desde que se fundó el país en 1948.
La antigua ciudad es reverenciada por judíos, musulmanes y cristianos, y alberga algunos de sus lugares de culto más sagrados. A partir de 2011, la población de Jerusalén era de alrededor de 800,000 personas, que incluían casi medio millón de judíos (62 por ciento), 281,000 musulmanes (35 por ciento) y 14,000 cristianos (casi 2 por ciento).
En una ronda de diplomacia telefónica el martes, Trump habló con el primer ministro israelí Benjamin Netanyahu, Abbas y otros líderes árabes para discutir el cambio de política con ellos.
“Mover la embajada de Estados Unidos es un paso peligroso que provoca los sentimientos de los musulmanes en todo el mundo”, dijo el rey Salman de Arabia Saudita a Trump por teléfono, según la televisión estatal saudita. El gobierno turco dijo que la medida lanzaría a la región a “un fuego sin fin”, y el presidente Recep Tayyip Erdogan amenazó con cortar los lazos con Israel.
Hamas llamó a un levantamiento popular entre los palestinos y el mundo musulmán en general y, en conjunto con otros grupos palestinos, organizó tres “Días de ira” desde el miércoles en adelante en reacción a la decisión.
Las disputas sobre el estado de la ciudad se remontan a 1967, cuando Israel reclamó Jerusalén Oriental desde Jordania en la Guerra árabe-israelí. Capturó el territorio de Jordania, lo ocupó y luego lo anexó, declarando a Jerusalén como la “capital eterna e indivisa” de Israel.