La tremenda campaña #MeToo que ha propiciado un diálogo nacional en EE.UU. sobre el acoso sexual —a la par que derriba hombres poderosos en la política y el entretenimiento— se gestó silenciosamente por décadas a través de subculturas demasiado familiares para las mujeres: las redes de murmullos.
Una red de murmullos es una cadena informal de conversaciones entre mujeres sobre hombres de los que necesitan cuidarse a causa de rumores, acusaciones o incidentes conocidos de mala conducta, acoso o abuso sexual. Es una manera en que las mujeres se protegen a sí mismas, y hacerlo sin que las detecte el radar. De una manera o de otra, en toda industria o institución importante, ha habido redes de murmullos que ayudan a las mujeres a cuidarse unas de otras.
Este es el año en que la red de murmullos se hizo viral, con las mujeres compartiendo sus acusaciones y experiencias en foros, grupos privados y por todas las redes sociales. Las redes no solo permiten que las mujeres sepan que son apoyadas y se les cree, sino que también informan a otras sobre hombres sospechosos de —o conocidos por— un comportamiento perturbador.
El reconocimiento tardío de que algunas de las acusaciones más condenatorias eran un “secreto a voces” solo habla del poder de las redes de murmullos mucho antes de #MeToo. Cuando la campaña empezó con las acusaciones contra Harvey Weinstein, el magnate de Hollywood, las celebridades y la gente dentro de la industria no se sorprendió. Los rumores e historias sobre sus supuestos abusos y avances rondaron Hollywood por años antes de que se hicieran públicos y llevaran a que Weinstein fuera despedido de su propia compañía.
Por mucho tiempo, la red de murmullos era una historia oral que nunca fue documentada más allá de los confines de una conversación privada entre mujeres. Siempre existió, pero nunca pudo ser rastreada. Cuando las mujeres dijeron a The Washington Post sus supuestas experiencias con Roy Moore, candidato a la senaduría de Alabama, ellas dijeron que era bien sabido que él era un visitante habitual de la plaza comercial local, donde a las jovencitas se les avisaba a través de la red de murmullos que se ocultaran cuando el otrora juez rondaba.
En octubre, una persona anónima en la industria mediática hizo circular en línea un documento titulado “Hombres de Mierda en los Medios”, el cual nombraba a docenas de hombres acusados de mala conducta sexual. Supuestas acciones como flirteo inapropiado y violación fueron detalladas en el documento, el cual se difundió rápidamente en la industria antes de desaparecer a los pocos días. La lista instruía a las mujeres a añadir o simplemente ver, tomar la información con un grano de sal, y permitir que las acusadoras permanecieran anónimas.
El documento fue solo un ejemplo de una red de murmullos cobrando una vida nueva en línea. Internet ha permitido que los murmullos se conviertan en un reclamo más sonoro de justicia, uniendo a más mujeres como la más grande cadena de chismes jamás podría. Las redes de murmullos en línea pueden ayudar a las mujeres a encontrarse entre sí y motivarse unas a otras a hablar públicamente si así lo deciden. Pueden ayudar a las mujeres a entender cómo presentar una queja formalmente o simplemente ayudarse a sentirse menos solas.
Pero las nuevas formas de redes de murmullos también pueden usarse como un arma o corromperse. Por ejemplo, en cuanto la lista de “Hombres de Mierda en los Medios” empezó a circular, rápidamente se convirtió en una manera de simplemente de suscitar drama o abatir a los hombres listados, y hubo pocos intentos de verificar las acusaciones. En vez de ayudar a las mujeres a protegerse a sí mismas, la red de murmullos se convirtió en un chismerío burdo que se usó como una herramienta en las guerras culturales.
A pesar de los peligros del chisme en línea, el poder de la red de murmullos todavía está asumiendo formas nuevas y cambiando una conversación postergada por mucho tiempo. La gran cantidad de grupos en medios sociales, foros y campañas en línea inició un efecto de avalancha de mujeres que hablan de sus experiencias y desafían la presunción de que la mala conducta sexual es una norma cultural. Al momento, múltiples acusaciones contra celebridades —incluidos Sylvester Stallone, Charlie Rose y el senador Al Franken— están surgiendo diariamente. Los murmullos finalmente son imposibles de ignorar.
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Publicado en cooperación con Newsweek / Published in cooperation withNewsweek