Anna Pelegri
Los incas, artífices del mayor imperio prehispánico, deben mucho a las culturas que les precedieron en Perú, según una inédita exposición en París, que persigue “hacerles justicia” tras haber caído en el olvido.
“Para entender el imperio romano, hay que conocer la Antigua Grecia, pasa lo mismo con los incas”, explica el arqueólogo Santiago Uceda, comisario de la muestra que se inaugura este martes en el Museo del Quai Branly.
Pero “durante mucho tiempo, la visión europea del mundo andino se redujo a los incas. Y en Perú, tenemos el mismo problema, vemos algo chimú y decimos que es inca”, constata Uceda, director del museo Huacas de Moche, en el noroeste del país.
Los cupinisque, los moche, los chimú y los lambayeque – culturas ajenas al gran público que existieron a partir de 1.000 a.C hasta el siglo XVI – fueron en realidad “las sociedades más exitosas, ubicadas en el norte del país” y solo las excavaciones arqueológicas de los últimos 30 años sacaron a la luz su importancia crucial para los incas.
Casi 300 de esas pruebas – la gran mayoría procedentes de seis museos peruanos así como del propio Quai Branly -, están expuestas en el establecimiento parisino para la primera muestra de este tipo.
Vasijas, maquetas, objetos funerarios, retratos en cerámica de las élites urbanas de la época… atestiguan de la complejidad de esas sociedades sin escritura, que se hicieron riquísimas.
La razón: el Macho Picchu
“Vivían en un desierto total e inventaron un sistema hidráulico, creando valles muy productivos, con hasta tres cosechas al año en muchos productos”, afirma el comisario. El excedente era tan alto, que empezaron a construir ciudades muy temprano y “sociedades de clases bien diferenciadas, con niveles de poder y riqueza que no se habían visto nunca antes. Ni siquiera los incas tuvieron esa suntuosidad”.
Estos últimos aprendieron “toda su tecnología, la domesticación de todas las plantas, el sistema de canalización, la organización social… Los incas lo único que hicieron fue dar forma a todo esto”, insiste.
¿Cómo explicar pues ese gran olvido? “Porque es más sencillo. Y el ícono más importante del turismo en Perú es (la ciudad inca) Machu Picchu. De ahí viene todo”, explica Uceda.
No todo lo que brilla es oro
La exposición muestra por ejemplo cómo los moche o mochica (1 d.C – 700 d.C) doraban los metales, con un sistema parecido a la hidrólisis. Para esta cultura, poseer oro significaba brillar como el sol y como en aquella época este no era muy abundante, engañaban a la gente dorando el metal. La artimaña sirvió luego para “estafar al español”, explica.
Esta sociedad teocrática observaba además ceremonias de sacrificios humanos: como si fuera una especie de juego, la comunidad elegía a uno de sus miembros como pago de favor a los dioses. “Los descarnaban y se guardaba el esqueleto, que era el símbolo del paso de la vida a la muerte”.
Poder femenino
El descubrimiento de cinco tumbas femeninas con sus objetos funerarios – jabalinas, porras, coronas… – permitieron por otro lado determinar el rol predominante de las mujeres en estas culturas.
“Tenían un papel muy alto en la función social y política”. También se ocupaban de interactuar con otras sociedades coetáneas, creando una red de poder, hasta el punto que se encontraron pruebas de la presencia de estas poderosas mujeres hasta a 1.000 km de distancia de sus asentamientos.
Los incas, en cambio “no respetaron” esa jerarquía femenina, según Uceda, que estima que solo en las sociedades más ricas la mujer consigue escalar hasta la cumbre.