China le dio la bienvenida a Donald Trump en una “visita de estado de excelencia” el miércoles, gastando en una recepción espléndida para impresionar al presidente de EE.UU.
La primera parada para Trump y la primera dama Melania fue una visita a la Ciudad Prohibida, la sede del antiguo imperio chino, en el corazón de Beijing y un recordatorio para todos los visitantes del poder que China tenía en el pasado, y que busca blandir de nuevo.
Al igual que Trump en EE UU prometió “Hacer a EE.UU. grandioso de Nuevo”, el Presidente Xi Jinping ha estado ocupado en promover la idea de un “sueño chino” ultranacionalista. En palabras de Xi, eso significa “percatarse de la gran renovación de la nación china”.
The Economist coronó a Xi como “el hombre más poderoso del mundo” en una de sus portadas el mes pasado, señalando que el Presidente del Partido Comunista chino discretamente ha proyectado un poder en el extranjero a través de ambiciosos proyectos de infraestructura e inversión y muestras de poderío militar. Y mientras Trump proclamaba una política de “EE.UU. primero” en su discurso de toma de posesión, fue Xi quien saltó a la palestra del Foro Económico Mundial en enero para defender la globalización.
Los expertos en relaciones internacionales han debatido en las últimas décadas si el siglo XXI es el momento en que resurgirá China como el país más poderoso del mundo. En especial cuando se trata de riqueza y poderío económico, indicadores diferentes dan imágenes contrastantes de qué país puede reclamar el título de la principal economía del mundo.
Tanto el Fondo Monetario Internacional como el Banco Mundial califican que China tiene un mayor producto interno bruto que EE.UU. con base en la Paridad de Poder Adquisitivo (PPA), la cual se ajusta para diferencias en el coste de vida e inflación en diferentes países.
Algunos economistas, como Joseph Nye, profesor de Harvard, consideran a la PPA una medición dudosa del poder y prefieren ver el nivel de ingreso per cápita, una medición en la que EE.UU. se comporta cuatro veces mejor que China. A pesar de su búsqueda de una economía socialista, China también tiene calificaciones marginalmente peores que EE.UU. en desigualdad de ingresos.
Otros economistas, como los investigadores del Centro de Investigación en Economía y Comercio, piensan que es solo una cuestión de tiempo para que China supere a EE.UU. como la principal economía del mundo en todos los indicadores, prediciendo que sucederá para 2030, con India merodeando de cerca.
Xi está demasiado consciente del trabajo que se necesita hacer y ha empezado por invertir 4 por ciento del PIB del país en mejorar la educación para la próxima generación de China desde que asumió el poder en 2012.
El país ya tiene la población universitaria más grande del mundo —un logro adecuado para la población más grande del mundo— pero el enfoque no es tanto el mejorar la cantidad de graduados universitarios sino la calidad de la educación. Dos universidades chinas ahora están presentes en la prestigiosa Clasificación Mundial de Universidades de Times Higher Education, un índice que todavía es dominado por instituciones estadounidenses y británicas.
Las metas a largo plazo de Xi también incluyen reducir la contaminación y mejorar la protección medioambiental en el país que en gran medida construyó su reciente prosperidad económica a espaldas de plantas alimentadas con carbón.
Trump otrora afirmó que el calentamiento global fue “creado por y para los chinos” en un intento de hacer menos competitiva la manufactura estadounidense, pero China ha sentido de primera mano el costo de la contaminación del medioambiente y la salud de sus ciudadanos. En una serie renovada de medidas enérgicas contra las emisiones tóxicas, se ha ordenado el cierre de fábricas en toda China para permitir inspecciones medioambientales, como reportó NPR.
Mientras que Trump ha dejado solo a EE.UU. en el escenario mundial al retirarse del acuerdo de París sobre el cambio climático, China —el mayor emisor mundial de dióxido de carbono— se ha embarcado en un ambicioso programa de inversión en energías renovables, el cual está rebasando rápidamente a EE UU tanto en financiamiento como en producción de energía limpia.
Como resultado, solo uno de los dos países puede enorgullecerse de tener granjas solares con la forma de pandas gigantes.
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Publicado en cooperación con Newsweek / Published in cooperation with Newsweek