Por Jennifer González Covarrubias
Estrella Velázquez es una indígena travesti, alta y morena. Lleva con orgullo un impecable chongo adornado con una rosa roja, camina sin prisa en la mexicana ciudad de Juchitán e ignora las burlas que despierta. Es integrante de los muxes de Oaxaca en proceso de “reinvención”.
En la etnia indígena zapoteca del sur de México, los muxes tradicionalmente han sido reconocidos como el “tercer género” y aceptados como los “iniciadores sexuales” de los hombres.
Sin embargo, inspirados en el avance de la lucha de la comunidad LGBT en otras latitudes, ahora han comenzado a usar los vestidos típicos a diario y de gala para lucirlos en las fiestas religiosas. Un puñado de muxes incluso se han convertido en transexuales y han logrado cambiar su nombre en sus documentos oficiales.
“Ya somos más libres, más vistosas”, pero “todavía hay discriminación”, comenta Estrella, de 35 años y directora de la oficina de Diversidad Sexual del municipio de Juchitán.
El deseo de muchos muxes de salir de su rol tradicional los ha confrontado con las mujeres de esta región, predominantemente matriarcal.
El sismo de 8,2 grados del pasado 7 de septiembre, que convirtió en escombros gran parte del Istmo de Tehuantepec, mostró el rol especial pero precario que los muxes tienen en la sociedad zapoteca: lo mismo cargan grandes pedazos de lozas de cemento que preparan comida con los escasos ingredientes.
Sin embargo, la discriminación sigue intacta.
“Es indignante”
A las mujeres de Juchitán no les importa que los muxes mantengan relaciones con los hombres de sus comunidades. Pero rechazan que vistan de tehuanas, sus vestidos tradicionales, y sobre todo que participen de sus celebraciones, llamadas Velas.
Los trajes de tehuana, popularizados por la afamada pintora mexicana Frida Kahlo, además de hermosos son caros; están bordados a mano sobre finos terciopelos, resaltados con joyería artesanal de oro y holanes blancos en la cabeza llamados resplandores.
Las mujeres zapotecas los usan para las Velas, fiestas que duran toda la noche y están dedicadas a los santos patronos de los pueblos del Istmo de Tehuantepec, en las que hay derroche de comida y bebida.
“Que hagan con su sexualidad lo que quieran (…) todo estaba bien hasta que comenzaron a ‘vestirse’. Es indignante que usen nuestros trajes” de gala, dice manoteando en el aire mientras espera su pedido de pollo en un mercado Angélica Castillejos, una modista de 46 años.
En contraste, la mayoría de los hombres que abordó la AFP, se mantienen neutrales. “Está bien (si los muxes usan la vestimenta típica). A mí no me disgusta”, comenta Alejandro Ruiz, un carnicero, bajo la mirada rabiosa de la cajera del puesto.
“Simplemente somos cuerpos”
La asociación civil Melendre, que defiende y promueve la cultura zapoteca, estima que de los 75.000 habitantes de Juchitán, unos 5.000 son muxes. También hay presencia en pueblos vecinos como Niltepec e Ixtepec.
“La homofobia se debe al rol protagónico que asumieron algunos muxes, que no ha sido muy bien visto porque se considera que fue en detrimento del que tiene la mujer en la sociedad zapoteca”, expuso a la AFP Luis Guerrero, director de Melendre.
Los muxes argumentan que necesitaban visibilizarse más. “Era innecesario, acá siempre habían tenido su rol perfectamente identificado” como el “tercer género”, añade Guerrero.
En su papel de “iniciadores sexuales” de los hombres, los muxes también son respetados e inician su vida muy jóvenes.
“Cuando yo iba en la primaria, en la secundaria, uno de cada dos de mis compañeros ya había tenido una experiencia sexual con un muxe”, rememora Guerrero. “Casi todos tenemos un muxe en la familia.”
También alta y de voz fuerte, Binizia Carrillo es otro muxe que recibe a la AFP en Niltepec, Oaxaca, y sin asomo de pudor se viste de tehuana frente a la cámara.
“Las autoridades (locales) nos violentan, no hay cambio de nombre genérico”, expone.
“Simplemente somos cuerpos que se prestan para que los hombres se inicien sexualmente (…) solamente somos iniciadoras, los hombres se van a casar con mujeres biológicas que tienen vulva y vagina”, añade.
La tendencia de los muxes a ser “cada vez más femeninas” ha llevado a algunos a “ponerse aceites (para aumentar los glúteos) y un montón de cosas siguiendo el patrón de la belleza (occidental) que exige un cuerpo delgado y exuberante”, comenta a su vez Felina Santiago, líder de un grupo de muxes que hacen sus propias Velas.
Felina teme que en esa carrera por hacer más femenina su imagen se “podría perder la propia identidad” de la comunidad muxe.
Estrella, Binizia y Felina sostienen que los muxes han sufrido discriminación en los puntos de repartición de víveres para damnificados del sismo.
“Así que además de levantar los escombros y preparar la comida con los pocos alimentos que tenemos, nos hemos organizado para distribuir víveres que nos traen caravanas de homosexuales de otras partes del país”, comentó Felina.
Las tres perdieron sus viviendas y duermen en casas de campaña improvisadas a la intemperie junto con sus familias.