A SUS 29 AÑOS, Natalie Fitzpatrick se había sometido a tres rondas de fecundación in vitro (FIV, por sus siglas en inglés) cuando sus médicos sugirieron que probara con inmunoterapia. Cada uno de sus tratamientos FIV resultó en aborto, y los doctores querían averiguar si había un problema con su sistema inmunológico. Pero casi 4000 dólares después, las pruebas adicionales también fueron inútiles. Los siguientes dos ciclos FIV fracasaron —Fitzpatrick abortó de nuevo— y sigue intentándolo.
Las pruebas inmunológicas forman parte de la creciente cantidad de servicios adicionales ofrecidos a las parejas que no pueden concebir con el tratamiento FIV estándar. Algunas clínicas argumentan que las hacen porque ciertos anticuerpos pueden interferir con la implantación del embrión, pero según un estudio publicado en BMJ, a fines de noviembre, semejantes afirmaciones no están sustentadas en evidencias. Y lo mismo aplica a otros servicios extra. Los autores revisaron casi 30 servicios adicionales que ofrecen las clínicas de fertilidad y solo uno incrementó la probabilidad de embarazo. Ese fue el raspado endometrial, mediante el cual se practica una pequeña incisión en el recubrimiento del útero para aumentar la posibilidad de que se implante el embrión. Y esto solo sucedía si la mujer se había sometido a dos rondas FIV previas.
“La gente está inventando nuevas tecnologías y pruebas con la intención de ayudar, pero no demuestran grandes beneficios. En la mayoría de los casos, no demuestran beneficio alguno”, dice una de las autoras del estudio, Elizabeth Spencer, epidemióloga del Centro para la Medicina Basada en Evidencias de la Universidad de Oxford.
Estos extras incluyen el cultivo de blastocisto, mediante el cual dejan crecer al embrión en el laboratorio durante cinco días, en vez de los tres habituales, antes de transferirlo al útero. O la detección de posibles defectos genéticos embrionarios, de manera que solo implantan los embriones “sanos”.
Spencer y sus colegas dedicaron un año a escudriñar los sitios web de todas las clínicas de fertilidad del Reino Unido, compilando un listado de los procedimientos que ofrecía cada clínica, además de FIV. Después, revisaron las evidencias de la utilidad de cada intervención. Los investigadores concluyeron que 26 de los 27 procedimientos ofrecidos de manera rutinaria no arrojaron evidencias concluyentes de mejorar las posibilidades de concepción. Y de las 276 afirmaciones que hacían las clínicas de fertilidad en sus sitios web, solo 16 citaban investigaciones científicas para fundamentar sus argumentos.
Sin embargo, eso no siempre es culpa de los médicos de las clínicas, advierte el bioético Arthur Caplan, de la Universidad de Nueva York. “La gente siempre está dispuesta a arriesgarse y a pagar por la posibilidad de que puedan añadir algo” a sus probabilidades de concebir, señala. “Son muy contadas las personas tan desesperadas como las personas estériles”.
Esta fusión de deseos —las clínicas que buscan ganancias y los pacientes que ansían un bebé— ha resultado en un negocio muy próspero. La terapia de fertilidad es una industria de 4 mil millones de dólares en Estados Unidos, donde 7 millones de mujeres tienen problemas de esterilidad.
Introducida en 1978, la fecundación in vitro es la tecnología de reproducción asistida más popular (y, sin duda, la más exitosa). Una mujer que se somete a FIV recibe un tratamiento hormonal para que sus ovarios produzcan múltiples óvulos, los cuales son retirados del cuerpo y combinados con espermatozoides en el laboratorio. Cuando los óvulos son fecundados y empiezan a desarrollarse, uno o más embriones son introducidos en el útero. En promedio, un ciclo FIV cuesta 12 400 dólares en Estados Unidos, pero las parejas suelen someterse a más de un ciclo porque las tasas de éxito FIV no suelen superar 30 por ciento en mujeres de menos de 35 años, y son mucho más bajas en mujeres de más edad.
Los autores del nuevo estudio dicen que “hay una necesidad urgente de ensayos clínicos aleatorios y controlados” para establecer mejores evidencias de que los servicios adicionales funcionan. Pero esos ensayos clínicos son costosos y requieren de mucho tiempo, y las compañías farmacéuticas o las clínicas de fertilidad no tienen incentivos para llevarlos a cabo, comenta Rene Almeling, profesora de sociología y salud pública en Yale.
Algunos han propuesto regulaciones más estrictas a la industria para proteger a las personas en un periodo vulnerable. La Administración de Alimentos y Medicamentos de Estados Unidos es responsable de aprobar los fármacos para fertilidad que llegan al mercado, pero no puede impedir que las sustancias aprobadas se usen con fines para los cuales no fueron creadas. Por ejemplo, Lupron® fue desarrollado para tratar el cáncer prostático avanzado, pero se está usando para recolectar óvulos, informa Marcy Darnovsky, directora del Centro de Genética y Sociedad. Esto se debe a que Lupron reduce los niveles de estrógeno y en esencia, inhibe al sistema reproductor impidiendo que produzca y libere óvulos, que es lo que ocurre en un ciclo menstrual normal. Una mujer en tratamiento FIV recibe después un fármaco diferente para estimular sus ovarios a fin de que produzca numerosos óvulos.
Los Centros para Control y Prevención de Enfermedades de Estados Unidos exigen que las clínicas de fertilidad informen, anualmente, de sus tasas de éxito FIV. No obstante, no recogen información sobre si los bebés nacen sanos o sobre los efectos a largo plazo de la cosecha de óvulos, datos que los expertos consideran muy necesarios.
“[La industria] no está regulada en absoluto, en Estados Unidos”, acusa Darnovsky, “pero hay un apetito voraz de [mayor regulación]”.
Si el gobierno no pretende regular a las clínicas de manera más estrecha, los pacientes tendrán que investigar por su cuenta, dice Miriam Zoll, autora del libro de 2013, Cracked Open: Liberty, Fertility, and the Pursuit of High-Tech Babies, en el cual habla de sus cuatro intentos FIV fallidos. Zoll insta a los pacientes a informarse sobre los tratamientos de fertilidad y a “hablar con personas que han pasado por todo eso”. Los pacientes deberán analizar la información que proporciona la Sociedad Estadounidense de Medicina Reproductiva, una organización no lucrativa compuesta por médicos y otros profesionales de la salud especializados en medicina reproductiva. Y antes de someterse a FIV o pagar por servicios adicionales, deben preguntar si el tratamiento se ha estudiado adecuadamente y si se ha determinado que es seguro y eficaz, insiste.
Fitzpatrick y su marido están preparándose para su sexta ronda FIV y ya piensan en otros tratamientos. Pero esta vez, dice ella, “voy a informarme antes”.
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Publicado en cooperación con Newsweek / Published in cooperation with Newsweek