El telegrama fue uno de los primeros en llegar, proveniente de un líder mundial. La mañana del 9 de noviembre, el Kremlin anunció que el presidente ruso Vladimir Putin había enviado un mensaje al presidente electo de Estados Unidos, Donald Trump, expresando “su esperanza de que puedan trabajar juntos para dar fin a la crisis en las relaciones entre Rusia y Estados Unidos, así como abordar los temas urgentes de la agenda internacional y la búsqueda de respuestas efectivas a los desafíos para la seguridad mundial”. Apenas unos minutos antes, la Duma del Estado ruso prorrumpió en aplausos cuando los miembros supieron que Trump había ganado la elección.
Aparentemente, Putin dio el primer paso debido a los repetidos comentarios que Trump ha hecho, en los que sugiere que ambos se llevarían muy bien: “Yo trataría a Vladimir Putin con firmeza, pero no se me ocurre nada que pudiera hacer más que ser amistoso con Rusia, en contraste con la forma en la que estamos actualmente, de manera que podamos eliminar al Estado Islámico junto con otras personas”, dijo el 28 de julio el entonces candidato del Partido Republicano.
Pero el floreciente romance entre ambos hombres podría llegar súbitamente a su fin cuando Trump se convierta en el comandante en jefe el 20 de enero de 2017. Será entonces cuando tendrá que hacer frente diariamente a una antigua superpotencia resentida y enganchada en una agresiva campaña de espionaje y propaganda contra Estados Unidos y sus aliados, la cual ha sido más intensa y amenazadora que en cualquier momento desde la Guerra Fría. Es probable que Trump deba elegir de entre solo dos opciones: seguir participando en esa guerra oculta cada vez más intensa, como decidió hacerlo su predecesor, o terminar con las sanciones contra Rusia, lo cual, esencialmente, permitiría que Putin expandiera su influencia en Europa del Este y más allá.
La presión para que Trump dé una respuesta será considerable. A principios de noviembre, Andrew Parker, director del servicio de seguridad interna de Gran Bretaña, conocido como MI5, se convirtió en el primer líder del organismo en 107 años en conceder una entrevista; el centro de su conversación con el diario The Guardian fue la movilización por parte de Rusia de “una amplia variedad de organismos y poderes estatales en formas cada vez más agresivas: propaganda, espionaje, subversión y ataques cibernéticos”. La guerra secreta de Rusia incluye desde el sabotaje criminal hasta el espionaje para influir en los ciclos de noticias, así como el apoyo a movimientos políticos perturbadores y una profunda penetración en la infraestructura cibernética. Esto es mucho para un presidente estadounidense que nunca ha ocupado ningún cargo público.
Con la victoria de Trump, Rusia podría sentir que su potente mezcla de pirateo informático, propaganda y una creciente desconfianza ha funcionado espectacularmente bien. La tentación de seguir expandiendo el caos al apoyar a partidarios de la extrema derecha en Francia, el Báltico, Alemania y otros países es más fuerte que nunca. “Putin ha interferido en nuestras elecciones y lo ha hecho con éxito. Buen trabajo”, escribió en un mensaje de Twitter Michael McFaul, exembajador de Estados Unidos en Rusia, después de la victoria de Trump. Y la élite de Rusia, aunque ha tenido cuidado en negar cualquier participación en la supuesta intervención en la contienda presidencial estadounidense por parte del Kremlin, se ha mostrado abiertamente jubilosa por la victoria de Trump. “Primero fue el brexit. Ahora Hillary”, señala el parlamentario ruso Vyacheslav Nikonov, aliado de Putin. “Hace poco, Estados Unidos decía que Rusia no era más que una estación de gasolina, una potencia regional. Ahora, aparentemente, tenemos tanta influencia que determinamos el resultado de su elección presidencial. Nosotros seguimos la antigua política china: nos sentamos en la orilla del río y esperamos a que la sangre de nuestros enemigos corra ante nosotros”.
Pero Rusia no se ha sentado a esperar, sino que combate activamente a sus enemigos, aunque en formas clandestinas. La guerra secreta del Kremlin se ha intensificado desde la anexión de Crimea por parte de Rusia en marzo de 2014 y las sanciones internacionales que le siguieron. Ese fue el momento en que comenzó a “definirse a sí misma en oposición a Occidente y actuar en consecuencia”, declaró Parker del MI5 a The Guardian. “Rusia ha sido una amenaza encubierta durante décadas. Lo diferente en estos días es que hay cada vez más métodos disponibles… Existe un gran volumen de actividades ocultas con la amenaza cibernética”.
GUERRA OCULTA: Trump y Putin han mostrado signos de amistad. ¿Pero qué hará el presidente electo de Estados Unidos para combatir al ejército de ciberespías del Kremlin? FOTO: RAMIL SITDIKOV/SPUTNIK/AP
En opinión de los organismos de inteligencia occidentales, Rusia encabezó algunas operaciones cada vez más audaces y sofisticadas durante el último año, entre ellas, los ataques de piratas informáticos contra la red eléctrica de Ucrania y los servidores de la Casa Blanca, el Comité Nacional Demócrata (CND) y el Bundestag de Alemania. Los gobiernos occidentales apenas están despertando ante la magnitud de la amenaza y están preparando la mayor operación de contraespionaje desde el final de la Guerra Fría. Los organismos de espionaje han girado sobre sus talones en forma urgente. Cuando el tira y afloja nuclear con la Unión Soviética y sus aliados llegó efectivamente a su fin con la caída del imperio soviético en 1991, los organismos occidentales de inteligencia y seguridad dirigieron gran parte de su atención y sus recursos hacia otras partes, especialmente el Medio Oriente y Afganistán, dado que los ataques perpetrados por extremistas islámicos parecían convertirse en la mayor amenaza para Occidente. Ese desafío permanece. Pero la amenaza rusa está de vuelta.
El nuevo ejército de espías del Kremlin está motivado por una sola ideología: actuar en respuesta a una supuesta campaña occidental para minar el poder ruso y fomentar la inestabilidad y la revolución en el patio trasero de Moscú. A pesar de lo extraño que esto pudiera parecer a los observadores estadounidenses y europeos, la mayoría de los rusos y, de manera crucial, Putin y su círculo interno, están convencidos de que las revoluciones en favor de la democracia que han ocurrido en Georgia, Ucrania y Kirguistán en 2003 y 2004, las protestas masivas en Moscú contra Putin en 2012 y el levantamiento en Kiev contra el presidente prorruso Viktor Yanukovych fueron parte de una conspiración encabezada por la CIA para debilitar a Moscú. “Esta no es solo una retórica risible, sino la expresión de una creencia genuina”, afirma Mark Galeotti, miembro investigador de alto rango del Instituto de Relaciones Internacionales de Praga. “Cuando Moscú identifica a todo tipo de ONG como ‘agentes extranjeros’, no solo es una forma cómoda de silenciar y marginar a los críticos. También refleja el convencimiento de que Occidente apoya a los periodistas de investigación y los movimientos anticorrupción en Rusia no solo por sus propios méritos, sino para perjudicar al régimen”.
Por ello, las operaciones de espionaje de Rusia son justificadas como parte de un contraataque contra una agresión percibida. “Ustedes los estadounidenses se entrometieron en nuestras elecciones durante años; ahora nosotros nos entrometeremos en las suyas. ¿Qué les parece?”, escribió en septiembre Evgeny Smirnov, un bloguero radicado en Ekaterinburgo. “Ustedes dicen que nosotros influimos en su política con nuestra propaganda. ¡Sí, justo como ustedes nos enseñaron!”
La prevención de una mayor intervención rusa en la política estadounidense se convertirá en el problema de un presidente electo cuyos verdaderos sentimientos con respecto a Rusia, Putin y prácticamente cualquier otra área de la política siguen siendo poco claros. Por supuesto, en los días posteriores a la victoria de Trump, los programas de entrevistas de la televisión rusa estaban llenos de escenas con las cálidas palabras que el presidente electo había dedicado a Putin. Trump calificó a Putin como un “líder más fuerte” que el presidente saliente de Estados Unidos Barack Obama, y declaró a ABC en julio que “el pueblo de Crimea, según lo que he oído, preferiría estar con Rusia que como estaba anteriormente”. Cuando un reportero le preguntó en julio si consideraría reconocer a Crimea y levantar las sanciones, Trump respondió, “Sí, lo analizaríamos”, despertando un gran júbilo en Moscú. Gennady Zyuganov, veterano líder del Partido Comunista de Rusia, declaró a Newsweek que ve a Trump como “un candidato de paz, no de guerra, que respetará los intereses de Rusia y detendrá la agresiva intervención en nuestras fronteras [del gobierno anterior]”.
Pero Trump también ha atacado a Putin. “Rusia tomó Crimea durante los así llamados años de Obama”, escribió Trump en un tuit publicada el septiembre. “¿Quién lo ignoraría, y por qué Obama tiene vía libre?” Y el optimismo de Rusia sobre el fin de las sanciones también está fuera de lugar; su respuesta de “Sí, lo analizaríamos” es, como lo señalaron muchos reporteros, solo una frase que Trump suele usar para pasar a la siguiente pregunta. Los piratas informáticos rusos podrían haber contribuido a la victoria de Trump. Pero si Trump decepciona al Kremlin, quizás al doblegarse rápidamente ante el fuerte apoyo de los republicanos del Congreso hacia Ucrania en su lucha contra los separatistas apoyados por los rusos, el presidente número 45 de Estados Unidos podría encontrarse a sí mismo enfrentando al mismo implacable adversario en Moscú que le hizo la vida tan difícil al presidente número 44. Y al 43. Y al 42.
EL FIN DE UNA ERA: El presidente estadounidense Barack Obama con el secretario de Seguridad Nacional, Jeh Johnson. Obama ha tratado de contraatacar a Putin. FOTO: EVAN VUCCI/AP
GUERRA HÍBRIDA
Si Trump busca un recordatorio del daño que las fuerzas especiales en línea de Putin pueden provocar en el mundo real, quizás desee pedirle a la CIA un informe sobre un ataque cibernético que comenzó el 23 de diciembre de 2015. Un temprano crepúsculo de invierno caía sobre la región de Ivano-Frankivsk en el oeste de Ucrania cuando piratas informáticos rusos tomaron el control de la red eléctrica. Los controladores en las oficinas centrales de PrykarpattyaOblEnergo, el organismo estatal de energía, veían impotentes cómo se les impedía el acceso a sus computadoras. Los cursores comenzaron a funcionar por sí mismos, haciendo clic en interruptores de circuitos en el sistema de control central del organismo, apagando las subestaciones eléctricas una por una. En un lapso de media hora, 700,000 residentes, así como hospitales y escuelas, estaban sin electricidad. Este hecho marcó el inicio del ataque cibernético mayor y más sostenido jamás realizado contra cualquier nación. Durante los siguientes nueve meses, de acuerdo con el Servicio de Seguridad de Ucrania, los piratas informáticos realizaron más de 15,000 intentos de sabotear la infraestructura más importante de Ucrania, desde los sistemas de control del Aeropuerto Internacional de Boryspil en Kiev hasta la Comisión Electoral Central del país. Hasta ahora, nadie ha muerto como resultado del ataque cibernético, pero los ataques demostraron que los piratas informáticos pueden desactivar a voluntad las salas de operaciones de los aeropuertos.
“Es claro que se ha atravesado un Rubicón,” señala Alexander Klimburg, miembro de alto rango del Consejo del Atlántico, un grupo de analistas de Washington y autor de The Dark Web (La Internet profunda), un libro de próxima aparición en el que se describe la forma en que los conflictos futuros se pelearán en la Internet. “Las armas cibernéticas se han incorporado oficialmente al arsenal de las guerras modernas”.
Aparentemente, Putin ha encomendado a los encargados de la seguridad en Rusia que hagan lo que los espías soviéticos soñaron con hacer, pero nunca lograron: librar una guerra de perturbación encubierta paralelamente con su función más tradicional, que es la recopilación directa de información. La estrategia se describe en la más reciente versión de la doctrina militar oficial de Rusia. Una tarea clave de la así llamada Guerra híbrida moderna es “la puesta en marcha previa de medidas de guerra informativa para lograr objetivos políticos sin el uso de la fuerza militar y, en consecuencia, con la intención de dar forma a una respuesta favorable por parte de la comunidad mundial ante el uso de la fuerza militar”. Para lograr este objetivo, todos los recursos del Estado, dirigidos por los servicios de seguridad de Rusia, son responsables de “desarrollar fuerzas y recursos para la guerra informativa”.
Aric Toler, investigador estadounidense del grupo activista Bellingcat, se ha encontrado en el extremo receptor de esta máquina de guerra informativa. Fundado por el bloguero británico Eliot Higgins en 2014, Bellingcat ha utilizado material de fuente abierta, como publicaciones en redes sociales y videos de YouTube para denunciar a los soldados rusos que operan ilegalmente en el este de Ucrania y, en una forma más controvertida, para dar un seguimiento preciso al curso de un lanzacohetes BUK del ejército ruso que derribó el Vuelo 17 de Malaysian Airlines sobre el este de Ucrania el 17 de julio de 2014. Fue la participación de Rusia en el derribamiento del MH17 y su posterior obstruccionismo a la investigación lo que dio pie a las fuertes sanciones impuestas por la Unión Europea y Estados Unidos contra la economía rusa y no, como afirma Rusia, su anexión de Crimea. Moscú ha negado continuamente que sus cohetes BUK hayan estado involucrados, culpando del derribamiento a aviones ucranianos o a misiles ucranianos tierra-aire, según corresponda. Sin embargo, las pruebas de Bellingcat, obtenidas a partir de decenas de fuentes que dieron seguimiento al avance del BUK al interior y hacia fuera del este de Ucrania aquel día aciago, es más que simplemente el trabajo de unos nerds de la Internet. Investigadores oficiales de los Países Bajos y de Malasia utilizan esa información para presentar cargos formales contra los soldados rusos y los oficiales responsables. Los blogueros británicos han denunciado intentos de encubrir la verdad sobre el MH17— y, en el proceso, contribuyeron a privar a la economía rusa de miles de millones de dólares en inversiones. No es de sorprender que el Kremlin haya ido tras Bellingcat con tanta ferocidad.
Durante los últimos 18 meses, Toler ha recibido periódicamente correos electrónicos de phishing que contienen virus que permitirían que los piratas informáticos tuvieran acceso a su computadora “si cualquiera de nosotros fuera lo suficientemente tonto como para hacer clic en los enlaces”. Una mayor amenaza ocurrió durante el verano, cuando un grupo activista en línea prorruso denominado CyberBerkut irrumpió en los correos electrónicos de los funcionarios gubernamentales de Ucrania y utilizó la información para difamar a Toler, afirmando que está ligado al gobierno de Kiev. Finalmente, los canales de televisión patrocinados por el Estado ruso, como Russia Today y Sputnik, mantienen un flujo periódico de invectivas contra el trabajo de Bellingcat, mientras que un pequeño ejército de trolls en Twitter y en las redes sociales trabaja arduamente para denunciar a la organización cada hora.
“Hemos sido atacados por toda la fuerza de la maquinaria de información de Rusia”, afirma Toler. “No podemos asegurar que se trata de grupos pertenecientes al gobierno ruso o contratados por el mismo… Pero los correos electrónicos de phishing [que recibimos] son los mismos con los que se atacó al Comité Nacional Demócrata”.
DIVIDE Y VENCERÁS: Con la victoria de Trump, Putin podría pensar que la potente mezcla de pirateo informático, propaganda y creciente desconfianza ha funcionado bastante bien. FOTO: KAYHAN OZER/ANADOLU AGENCY/AP
En junio, piratas informáticos rusos alcanzaron la fama internacional al irrumpir en la base de datos de correos electrónicos del CND y publicar correos electrónicos para avergonzar a Hillary Clinton. Los grupos de piratas informáticos detrás de esta irrupción, denominados APT 28 y APT 29 (o apodados más alegremente como Cozy Bear (osito agradable) y Fancy Bear (osito elegante) por las empresas estadounidenses de seguridad cibernética), son, en realidad, dos operaciones ligadas, respectivamente, al Servicio Federal de Seguridad o SFS y a la inteligencia militar rusa, o GRU. James Clapper, director de inteligencia nacional de Estados Unidos, ha puesto en marcha una investigación sobre supuestas operaciones rusas contra la elección presidencial estadounidense.
El presidente entrante de Estados Unidos haría bien al tener en cuenta que, si bien el ataque cibernético al CND pudo haberle ayudado durante la campaña electoral, Fancy Bear y Cozy Bear mostraron después que tenían un abanico más amplio de objetivos. En septiembre, ambos grupos estuvieron ligados a la publicación de datos sensibles, robados de la Agencia Mundial Anti-Doping, los cuales revelaron que a varios atletas occidentales de alto nivel, entre ellos, las estrellas estadounidenses del tenis Venus y Serena Williams, se les había exonerado del consumo de medicamentos prohibidos durante los Juegos Olímpicos, mientras que a varios atletas rusos se les prohibió participar por el uso de medicamentos ilegales. Más tarde, durante ese mes, los grupos filtraron correos electrónicos del General Philip Breedlove, antiguo comandante supremo aliado de la OTAN en Europa, los cuales denotaban su insatisfacción con algunos aliados europeos, y después publicaron el pasaporte de la primera dama Michelle Obama, así como información delicada de viajes, extraída de la Casa Blanca. Para coronar una atareada temporada de ataques cibernéticos durante las elecciones en Estados Unidos, en octubre, Fancy Bear filtró una serie de correos electrónicos del exsecretario de Estado Colin Powell en los que supuestamente escribió, “Preferiría no tener que votar por [Hillary]” y en los que describía a Clinton como alguien que tenía “un largo historial [de] ambición desenfrenada, una persona codiciosa y opuesta a la transformación”
Esto basta para hacer que un presidente entrante y sus asesores se pregunten si el Kremlin ya está leyendo los planes de transición.
UCRANIA EN LA MEMBRANA: Manifestantes prorrusos en Ucrania. La guerra oculta del Kremlin se ha intensificado desde la anexión de Crimea en 2014 y las sanciones que le siguieron. FOTO: ALEXEY FURMAN/EPA
CRIMINALES Y ESPÍAS
Si los piratas informáticos rusos lanzan nuevos ataques contra Estados Unidos después de enero, es muy probable que el nuevo presidente enfrente negativas tajantes de participación por parte del Kremlin, y él y los funcionarios de inteligencia de Estados Unidos tendrán problemas para presentar pruebas que respalden sus afirmaciones sobre la participación estatal, señalan fuentes de inteligencia occidentales y expertos en seguridad informática. Esto se debe a que los espías de Rusia han formado una alianza con famosos criminales cibernéticos del país, y los espías utilizan a los criminales como cubierta. “Por lo menos la mitad” del arsenal de los piratas informáticos respaldados por el Kremlin “proviene de actividades criminales en el ámbito cibernético, o quizás mucho más”, señala Klimburg, el experto en seguridad de Internet. La asociación entre los criminales rusos y los espías de ese país se remonta a 2007, cuando varios piratas informáticos conocidos colectivamente como la Red de Negocios Rusa, desplegaron computadoras a las que habían infectado con virus troyanos para convertirlas en máquinas zombis, conocidas como botnets, para bombardear y derribar servidores de Internet en Estonia. El ataque fue un claro castigo debido a que Estonia derribó un monumento dedicado a un soldado del Ejército Rojo. Al igual que con el ataque contra el CND, el Kremlin negó con indignación su responsabilidad. Sin embargo, en investigaciones posteriores, se ligó el ataque con Nashi, el grupo juvenil pro-Kremlin y un antiguo asesor parlamentario. Nunca se estableció una cadena de mando clara, pero sí logró establecerse el patrón: los criminales cibernéticos se habían convertido en los cibersicarios del Kremlin.
“El hecho de que los gobiernos utilicen a criminales para hacer el trabajo sucio no carece de precedentes. En su momento, [el presidente francés Charles] de Gaulle utilizó a la mafia de Córcega contra el [ultranacionalista] OAS; la CIA utilizó a la mafia italiana contra los cubanos”, señala un funcionario de seguridad de alto rango del Reino Unido, quien no está autorizado a dar una declaración oficial. “Sin embargo, la mayoría de nosotros pensamos que ese tipo de cosas habían quedado atrás con la Guerra Fría, junto con el envenenamiento de los desertores y cosas como esas. Nos hemos equivocado bastante en ambos casos”. En octubre, un pirata informático ruso fue arrestado en Praga, en cumplimiento de una orden de aprehensión de la Interpol, lanzada tras una investigación del FBI. Identificado únicamente como Yevgeniy N. por la policía checa, el pirata informático fue arrestado por su participación en una irrupción masiva realizada en 2012 contra LinkedIn, declaró a Reuters un vocero de la empresa; dicha irrupción puso en riesgo los datos de 100 millones de usuarios, instando a la empresa a poner en marcha una operación a gran escala para restablecer contraseñas. De acuerdo con un experto en informática que asesora a varios gobiernos occidentales, Yevgeniy N. es de especial interés para los organismos de aplicación de la ley debido a que se sospecha que la información que recopiló durante su carrera como pirata informático “surgió en ataques cibernéticos posteriores que, en nuestra opinión, estuvieron claramente patrocinados por el Estado [ruso]”.
Varios organismos de espionaje están involucrados en el amplio ataque de Rusia, y algunos de ellos crecen rápidamente. El FSB es la mayor agencia de seguridad de Rusia y, de acuerdo con un documento filtrado en septiembre al diario ruso Kommersant Daily, pronto crecerá aún más, gracias a su plan para crear un nuevo superministerio de seguridad estatal. La Administración Presidencial del Kremlin es el organismo más influyente de cuantos participan en la guerra oculta de Rusia, señala Galeotti, ya que coordina a espías tradicionales controlados por el Servicio de Inteligencia Externa, o SVR, junto con operaciones de propaganda dirigidas por medios de comunicación financiados por el Estado, como Sputnik y RT, el canal televisivo de noticias en inglés, conocido anteriormente como Russia Today, que está disponible para 700 millones de personas en más de 100 países de todo el mundo. Las oficinas generales del SVR, ubicadas en el distrito de Yasenevo en Moscow, han duplicado su tamaño desde 2007, como lo demuestran claramente las imágenes publicadas en línea por Steven Aftergood, activista a favor de la transparencia de Secrecy News, el blog de la Federación de Científicos Estadounidenses.
Y no son solo nerds informáticos quienes ocupan los escritorios y oficinas. Los espías rusos de la vieja escuela trabajan para perjudicar a Occidente en la misma medida, sino es que más, que sus predecesores soviéticos. De acuerdo con John Bayliss, antiguo funcionario de las Oficinas Centrales de Comunicaciones del Gobierno (GCHQ, por sus siglas en inglés), el organismo de vigilancia electrónica del Reino Unido, “Actualmente hay más agentes rusos de inteligencia [en el Reino Unido] que en el punto máximo de la Guerra Fría”.
Wilhelm Unge, analista principal de SAPO, el servicio de inteligencia de Suecia, advirtió en octubre pasado que la tercera parte de los diplomáticos rusos que residen en Suecia son funcionarios de inteligencia, muchos más que durante la década de 1980, y que Rusia constituye “la mayor amenaza de inteligencia contra Suecia”. En mayo, una corte militar de Varsovia condenó a un teniente coronel del ejército polaco por revelar información sobre los soldados con problemas disciplinarios a un encargado ruso (los fiscales afirmaban que los soldados con problemas con las autoridades eran más fáciles de reclutar). En octubre, Milo Djukanovic el primer ministro prooccidental de Montenegro, con un largo tiempo en el cargo, afirmó que había sido víctima de un intento de golpe de Estado con una “fuerte conexión en el extranjero”. Las fuerzas de seguridad de Montenegro arrestaron a 20 serbios y montenegrinos el 16 de octubre, y el primer ministro serbio Aleksandar Vucic confirmó que los hombres arrestados en Montenegro habían planeado su golpe de Estado en Serbia, ayudados por la inteligencia rusa. Un indignado Vucic dijo que no permitiría que su país “actuara como marioneta de las potencias mundiales”.
No hay ninguna prueba que relacione al Kremlin con los montenegrinos que planearon el golpe de Estado, pero existe una multitud de pruebas que demuestran que se ha producido un importante aumento en los esfuerzos por parte de Rusia para intervenir en la política interna de varios países europeos. El mes pasado, el BIS, que es el organismo de inteligencia de la República Checa, acusó a Rusia no solo de espionaje, sino también de “crear o promover tensiones intersociales e interpolíticas” en el país, entre ellas, el apoyo encubierto a organizaciones extremistas y populistas que “suelen mantener constantemente posturas a favor de Rusia en temas nacionales e internacionales. También critican abiertamente a la OTAN y a la Unión Europea y promueven la visión de que, al igual que el Reino Unido, la República Checa también debería buscar su salida de la Unión Europea”. El informe anual de la inteligencia checa causó sensación cuando fue publicado en septiembre, ya que afirmaba abiertamente que el objetivo del Kremlin era “desestabilizar o manipular a la sociedad checa en cualquier momento si Rusia así lo deseaba”.
Moscú también ha estado en contacto activamente con el Frente Nacional de Francia, cuya líder Marine Le Pen, contraria a la inmigración y a la Unión Europea, se ha convertido en una heroína en los medios de comunicación rusos. El Frente Nacional confirmó que, en 2014, había obtenido un préstamo de 9 millones de euros del Primer Banco Checo Ruso, con sede en Moscú, mientras que, en febrero de este año, Wallerand de Saint-Just, el tesorero del partido, dijo abiertamente que buscaba obtener hasta 23 millones de euros de “cualesquier otros” bancos rusos que estuvieran dispuestos a prestárselos. En una fiesta privada a favor de Trump a la que asistí en un pub con temática inglesa en el centro de Moscú, en el lugar de honor había tres retratos encargados especialmente: Trump, Putin y Le Pen. Le Pen ha pedido que se levanten las sanciones contra Rusia, así como la creación de un acuerdo para construir dos buques de guerra de clase Mistral para Moscú, el cual fue bloqueado por el presidente francés François Hollande bajo una fuerte presión estadounidense tras la anexión de Crimea.
“Estamos entrando en una nueva era de la política”, señala Sergei Mikheyev, especialista en ciencia política. “Europa será libre de pensar por sí misma en lugar de obedecer la rusofobia de Washington. Le Pen es una patriota y está lista para desafiar los dictados estadounidenses”.
Le Pen será candidata a la presidencia de Francia en la primavera de 2017. Se espera que tenga un buen desempeño, pero, al igual que Trump en una etapa similar del ciclo electoral, nadie espera que gane.
¿AMIGO O ENEMIGO? Trump y Putin podrían sentir una gran nostalgia por los días de gloria de la posguerra. Pero en el diagrama de Venn de los intereses estadounidenses y rusos no hay muchas coincidencias. FOTO: MATTHEW LLOYD/BLOOMBERG VIA GETTY
LOS MEJORES AMIGOS-ENEMIGOS
Occidente ha comenzado a contraatacar la amenaza de Putin, y Trump estará a cargo del esfuerzo para combatir al hombre al que ha llamado “un gran líder”. Este mes, el Reino Unido, que es el aliado más importante de Estados Unidos, anunció una estrategia nacional de seguridad cibernética con un valor de 1.9 mil millones de libras esterlinas, diseñada para desarrollar lo que el Ministro de Finanzas Philip Hammond denominó una “capacidad de realizar ataques cibernéticos totalmente funcional” para “igualar las capacidades de ataques cibernéticos provenientes de estados extranjeros enemigos”. El Reino Unido ha inaugurado un nuevo centro de innovación cibernética y está aumentando sus servicios de seguridad mediante el reclutamiento de 1,900 empleados adicionales. Y el organismo de inteligencia MI6, que emplea alrededor de 2,500 personas, recibirá a más de la mitad de esos nuevos empleados. “Las áreas de expansión son, evidentemente, los recursos de Internet como las redes sociales, además del uso de tecnología de reconocimiento facial” para la recopilación de información, señala un ex empleado del Servicio Secreto de Inteligencia que posee conocimientos sobre los planes de expansión. “El énfasis ha cambiado de simplemente desplegar agentes como en el pasado”. Pero aún con los nuevos reclutas, Rusia tendrá más de seis funcionarios de inteligencia por cada espía británico, de acuerdo con Bayliss, el antiguo funcionario de GCHQ.
También ha habido una rebatiña entre los servicios de inteligencia occidentales para reclutar y entrenar a expertos rusos. Por primera vez desde la caída de la Unión Soviética en 1991, Estados Unidos ha desviado recursos destinados a actividades antiterroristas para asignarlos al contraespionaje para contraatacar a Rusia, de acuerdo con Evelyn Farkas, que fue una oficial del Pentágono especializada en Rusia hasta su jubilación en 2015. “Las señales de Rusia para la gente de inteligencia fueron, francamente, más silenciosas durante las últimas décadas”, declaró recientemente Farkas a NPR. “Y actualmente son bastante fuertes. Y debemos tener lingüistas. Debemos encontrar personas que puedan analizar toda la información que debemos recopilar, en ruso y otros idiomas”.
No es probable que Trump pida a los organismos de inteligencia de Estados Unidos que dejen de reclutar a personas que hablen ruso y que permita que Putin se salga con la suya. Y es enteramente posible que, para cuando tome posesión, el nuevo presidente haya llegado a la conclusión de que las afinidades que comparte con Putin no son más que eslóganes. Es posible que ambos sientan una profunda nostalgia por los días de gloria de la posguerra en los que, como dijo Trump a un periodista en marzo, “no éramos presionados. Éramos respetados por todos. Acabábamos de ganar una guerra”. Es posible que ambos tengan una retórica social conservadora, afirmen desconfiar de las élites educadas y dependan del apoyo de la clase trabajadora estadounidense y rusa, respectivamente. Sin embargo, en el diagrama de Venn de los intereses estadounidenses y rusos no hay muchas coincidencias.
Moscú trata de perturbar y fragmentar a Europa, pero a Estados Unidos le conviene mantener a Europa próspera, unida y en paz. En Siria, a Rusia le gustaría demostrar que su apoyo militar y diplomático puede mantener en el poder a líderes despóticos que sean sus clientes, como Bashar al-Assad, mientras que Estados Unidos siempre ha insistido que Siria debe organizar elecciones democráticas en las que se incluyan a todos los grupos opositores no yihadistas. Al Kremlin le gustaría lograr una vez más que Ucrania se convirtiera en un estado cliente o, a falta de ello, invalidar al país al patrocinar una guerra civil constante para evitar que se una a la Unión Europea y se convierta en una historia de éxito postsoviética. Sin embargo, los republicanos del Congreso, trabajando en paralelo con la Casa Blanca de Obama, siempre han apoyado fuertemente la lucha de lo que el senador John McCain denomina “las naciones cautivas” contra los antiguos caciques rusos.
Y también está el Báltico, un rincón del noreste de Europa al que Trump quizás no haya dedicado muchos de sus pensamientos durante su carrera. En los estados del Báltico de Estonia, Lituania y Letonia, todos los cuales formaban parte de la URSS y cuentan con amplias poblaciones étnicas rusas, la posible amistad de Trump con Putin podría tener sus primeras consecuencias trágicas. Trump ha dicho que la OTAN es “obsoleta y extremadamente costosa” y ha insinuado que no respetará los compromisos de los miembros de esa organización en relación con la defensa colectiva a menos que otros miembros de la alianza paguen una justa parte. Si repite esa retórica, y aún más si la pone en práctica, Putin podría ordenar a sus soldados o a fuerzas locales que ataquen o desestabilicen a los estados del Báltico, todos los cuales son miembros de la OTAN, con el pretexto de proteger a los rusos éticos. “Espero realmente que a retórica sobre la defensa y Rusia haya sido principalmente una parte de la campaña electoral”, declaró a Reuters Saulius Skvernelis, el próximo Primer Ministro de Lituania, el 9 de noviembre pasado. “Espero que la campaña electoral haya terminado ya y que aún no sea el momento para sentir pánico”.
En los meses siguientes podrá verse si las esperanzas de Skvernelis están justificadas. Si tiene suerte, verá cómo la antigua estrella de “reality shows” averigua rápidamente quiénes son los aliados de Estados Unidos y qué tan importante es proteger a los países proestadounidenses como Lituania. “Es un mundo muy imperfecto y no siempre puedes escoger a tus amigos”, dijo Trump en septiembre. “Pero siempre puedes reconocer a tus enemigos”.
El próximo presidente tiene tan solo unas semanas más para averiguar si Putin es su amigo o su enemigo.
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Publicado en cooperación con Newsweek / Published in cooperation with Newsweek