El 12 de octubre, los musulmanes chiitas marcaron la Ashura, el día más sagrado de su calendario, cuando los fieles lamentan la muerte del nieto del profeta Mahoma. Pero para los chiitas nigerianos el luto no fue solo simbólico: fuerzas de seguridad y enfurecidas turbas suníes interrumpieron sus procesiones en el norte de Nigeria y mataron a por lo menos 11 personas. El grupo chiita más grande del país, el Movimiento Islámico en Nigeria (MIN), afirma que matones apoyados por el gobierno también saquearon y quemaron hogares y negocios. El gobierno central no ha respondido a las afirmaciones, pero el gobierno estatal del norte de Nigeria donde se dio la violencia ha culpado a “turbas” de ello.
La violencia es el ejemplo más reciente de tensión entre el MIN y las autoridades nigerianas en el último año, y amenaza con desestabilizar todavía más a un país que ya combate a Boko Haram, un grupo extremista en el noreste del país, así como a otros milicianos que atacan las reservas petroleras de Nigeria en el delta del río Níger. Un informe en octubre de la consultora nigeriana de inteligencia SBM llamó a las consecuencias de un mayor conflicto entre las fuerzas de seguridad nigerianas y el MIN como “de amplio alcance, devastadoras y posiblemente apocalípticas”.
La lucha comenzó a intensificarse en diciembre de 2015, cuando el ejército nigeriano mató a cientos de miembros del MIN en Zaria, una ciudad en el estado norponiente de Kaduna. Los chiitas habían montado una barricada para desviar el tráfico por una ceremonia religiosa; el ejército abrió fuego al interpretar la barrera como parte de un complot para asesinar a su máximo general, Tukur Yusuf Buratai, quien iba de paso en un convoy.
Respondiendo a la presión de grupos internacionales de derechos humanos e Irán, el cual es mayoritariamente chiita, el gobierno del estado de Kaduna estableció una comisión para investigar los asesinatos. Halló que soldados nigerianos habían usado fuerza excesiva en los choques, lo que resultó en las muertes de 348 miembros del MIN. El grupo chiita afirma que otros 850 de sus miembros siguen desaparecidos.
El MIN y el gobierno nigeriano no están de acuerdo con respecto a si el MIN es una organización religiosa minoritaria que enfrenta la persecución de la mayoría suní o es un grupo político radical que mina la soberanía de Nigeria. El 7 de octubre, el gobernador de Kaduna prohibió al MIN; su membresía ahora conlleva una sentencia máxima de siete años en prisión. Desde entonces, la prohibición se ha extendido a otros cinco estados. El MIN dice que la medida prohíbe de hecho el islam chiita; el gobierno del estado de Kaduna niega eso.
Algunos líderes musulmanes tienen miedo de que la represión del gobierno nigeriano al MIN pudiera radicalizar al grupo, el cual tiene una influencia poderosa sobre los aproximadamente 3 millones de chiitas del país. La máxima autoridad islámica de Nigeria, el sultán de Sokoto, dijo que los choques en Zaria tenían una semejanza inquietante con una represión militar contra Boko Haram en 2009. El grupo miliciano subsecuentemente lanzó su insurgencia en marcha, la cual ha matado a miles de personas, contra el gobierno.
Pero los miembros del MIN dicen que no tienen intención de tomar las armas. El 2 de noviembre, miembros del grupo se manifestaron afuera de edificios gubernamentales en la capital, Abuya, exigiendo la libertad de su líder encarcelado, el jeque Ibrahim Zakzaky. Para el periodista Abdulmumin Giwa, miembro del MIN, ello es prueba de que la prohibición del gobierno está equivocada. Como dice él: “A ningún grupo terrorista se le ocurrirían protestas pacíficas”.
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Publicado en cooperación con Newsweek / Published in cooperation with Newsweek