Angela
Merkel y sus huestes conservadores trabajan una serie de medidas para
restringir el uso de la burka en lugares públicos, junto con un paquete de acciones
que refuercen la seguridad en el país, como respuesta a los hechos generados
por el radicalismo islámico.
Thomas
de Maizière, ministro del Interior, con apoyo de colegas de la Unión
Cristianodemócrata y de la Unión Socialcristiana de Baviera, dirigen sus
esfuerzos a proscribir la burka en manifestaciones, escuelas, guarderías,
oficinas públicas, cualquier sitio donde se precise la plena identificación de
un individuo, según establece la llamada Declaración de Berlín.
Esta
propuesta –del ministro y los representantes de los estados federados– es una posible
solución entre los partidarios que pugnan por la prohibición total de laburka
u
otros velos integrales, y la posición del Gobierno federal, que considera
inviable un veto total y a escala nacional.
Merkel
ha expresado en varias ocasiones sus recelos al uso en Alemania de cualquier
tipo de velo, pero se mantienen en contra de su prohibición. “Una mujer con velo
tiene pocas posibilidades de integrarse en la sociedad alemana”, señala
convencida la canciller, a pesar de las presiones de sus propias filas de vetarlo
por completo de las calles.
De
Maizière agrega, por su parte, que una iniciativa a favor de la prohibición
total sería, con mucha probabilidad, derogada por el Tribunal Constitucional.
El ministro y sus partidarios aceptan la necesidad –como medida ante la amenaza
yihadista– de reforzar la seguridad y aumentar la presencia policial, así como
la vigilancia con cámaras de video en los espacios públicos.
El
ministro del Interior insiste en agilizar la expulsión de los extranjeros que
delincan o sean una amenaza, y levantar el estricto secreto médico para
detectar tendencias suicidas entre los refugiados. Pero considera que las
medidas radicales se toparían que un no rotundo por parte de las instancias
responsables.
Ya
pasó en Francia con la decisión de un puñado de alcaldes de prohibir el burkini
–el traje de baño islámico–, que si bien contó con el beneplácito del primer
ministro Manuel Valls, no alcanzó la unanimidad del país, y recibió duras
críticas del extranjero.
Las
razones para prohibir tal o cual prenda pueden tener bases diferentes; lo
cierto es que obedecen al resquemor que despierta cualquier elemento islámico
que reviva en la región las amenazas y atentados registrados hace poco tiempo,
y que aún son vigentes.