Daniel Rye Ottosen acaba de regresar a la ciudad malauí de Chikwawa después de pasar una semana en tierra agreste con una familia pequeña, sobreviviendo con una masa sosa conocida localmente como nsima. La dieta austera le recuerda al fotógrafo independiente danés de 27 años las épocas duras.
“Al momento, espero con muchas ansias tener una comida decente, beber agua fría. Algunas de las emociones que tuve allá en Siria, puedo sentirlas de nuevo”, dice él, hablando por teléfono desde una oficina de la Cruz Roja en una rara entrevista conNewsweek.
El hambre de Ottosen en Siria no era por fotografiar a sus sujetos, acuclillado en áreas devastadas por la guerra, sino a causa de los escasos y esporádicos bocados de aceitunas, huevos y pan durante una dura experiencia de 13 meses en cautiverio miserable a manos del grupo miliciano Estado Islámico.
El grupo lo secuestró el 18 de mayo de 2013, al final de una excursión de tres días en Siria, un viaje de tres días que rápidamente se convirtió en una pesadilla de 13 meses.
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La reclusión de Ottosen es el tema del libro The ISIS Hostage: One Man’s True Story of 13 Months in Captivity, de la veterana reportera en Oriente Medio Puk Damsgård. Da un recuento cautivador de los días de él dentro de la encarnación temprana de la maquinaria de ISIS, donde a él sólo lo mantuvieron en vida como peón financiero, y una historia dramática de negociación de rehenes y sacrificio familiar.
Es la única ocasión en que Ottosen ha comunicado públicamente su historia completa, confiándole a Damsgård cada detalle de una travesía definida por la humillación y el salvajismo puro a manos de sus captores islamistas radicales, y también una camaradería con sus compañeros prisioneros.
“Esta fue mi manera de recopilar mi historia total en una sola. Así, la gente que esté interesada en saber lo que en verdad sucedió, puede sentarse y no leer 10 artículos diferentes con mucha mierda, sino la historia como fue”, dice él, audiblemente ofendido por el sensacionalismo de la tortura de él y sus amigos. “¿Por qué fui? ¿Qué le sucede a la gente cuando pasa por tales cosas?”
Cuatro días antes de su secuestro, Ottosen voló de Copenhague a la ciudad turca de Gaziantep, a la ciudad fronteriza de Kilis antes de cruzar a Siria y llegar a la ciudad norteña de Azaz. Él buscaba fotografiar a los sirios que trataban de vivir lo mejor posible en medio de una guerra civil que llevaba dos años.
Secuestro
En su último día al norte de Siria, Ottosen y un arreglador trataron de obtener el permiso de las “autoridades locales” para filmar en el área pero tras interrogarlo, lo detuvieron, acusándolo de ser un espía. Las autoridades eran de Dawlah al-Islamiyah, el grupo que cobraría una eminencia mundial un año después en un barrido veloz por todo Irak y Siria.
Ottosen sería movido de ubicación un total de ocho veces como prisionero del Estado Islámico. Primero, EI tuvo al fotógrafo danés en dos ubicaciones en Azaz, antes de que fuera movido entre tres ubicaciones en la ciudad norteña de Alepo, siendo la primera un centro de tortura bajo la vigilancia de un guardia brutal, Abu Hurraya, y su superior, Abu Athir, quien había pasado un tiempo en la prisión de tortura Sednaya de Bashar al-Assad; luego a otras dos prisiones de torturas, una debajo de un hospital infantil y la otra en el distrito Sheikh Najjar al noreste de la ciudad.
El Estado Islámico luego transfirió a Ottosen a una ubicación desconocida que los rehenes llaman el “Hotel de Cinco Estrellas” por la comida que les daban. Lo movieron una vez más antes de llegar a Raqa. Su destino final sería un complejo carcelario conocido por los cautivos como “La Cantera”, al sur de la capital de facto del grupo de su califato autoproclamado, junto con otros 23 rehenes —cinco mujeres y 18 hombres— donde conocerían a los infames “Beatles”, una pandilla británica de torturadores.
Ottosen, un ex gimnasta rubio y pálido, compartió su trauma con rehenes de 13 nacionalidades diferentes y, aun cuando los pagos de rescate avalados por gobiernos liberaron a muchos de los rehenes europeos, el Estado Islámico mató a seis de sus amigos en cautiverio. El verdugo Mohammed Emwazi, ampliamente conocido como Jihadi John y parte de la pandilla de los “Beatles”, decapitó a cinco de los compañeros de celda de Ottosen —los periodistas estadounidenses James Foley y Steven Sotloff, el trabajador humanitario estadounidense Peter Kassig y los trabajadores humanitarios británicos Alan Henning y David Haines— para propósitos de propaganda. La trabajadora humanitaria estadounidense Kayla Mueller también murió en cautiverio.
Familia
Aprovechándose de una laguna legal danesa, su familia y sus amistades, ayudados por un sigiloso negociador de rehenes llamado Arthur quien le había advertido a Ottosen que no viajara a Siria, se embarcaron en una carrera contra el tiempo para localizar a su hijo, hermano y amigo. Una visita en prisión de Arthur al yihadista belga Jejoen Bontinck da el descubrimiento clave. La familia procedió a recabar 15 millones de coronas danesas, el equivalente a 2 millones de euros ($2.23 millones de dólares) —una suma apenas un poco más barata que los €2.5 millones ($2.8 millones de dólares) que Francia pagó por sus rehenes de ISIS— para su liberación. Él pisó suelo danés de nuevo el 20 de junio de 2014.
“Cuando me liberaron, no tenía intención ni interés en hacer un libro en absoluto, pero cuando llegué a casa comencé a entender que toda esta situación se trataba de mucho más que sólo mi propia experiencia”, dice él. “Sentí que [mi familia y mis amigos] merecían la historia completa de lo que le había pasado a esta persona a la que tantísima gente de repente ayudó y pagó dinero. Esto es algo así como un tributo a estas personas”.
Esta fue una proeza que a las familias de Foley, Sotloff y Kassig no se les permitió intentar porque la ley estadounidense se los prohibía. Después de las muertes de Foley, Sotloff, Kassig y Mueller, el presidente Barack Obama abrió la puerta para que las familias negociaran con grupos extremistas en una revisión de la política estadounidense de rehenes en junio de 2015. Después de que la familia de Ottosen asegurara exitosamente su liberación, él dice que trabajar en The ISIS Hostage le ha servido como una catarsis a través de la cual él y sus seres queridos podrían entender lo que el otro realmente había experimentado mientras él estuvo en manos de ISIS.
“Es muy difícil sentarse y decir uno al otro lo que sucedió. Es difícil para mí sentarme y decirle a mi mamá cómo me torturaron. Es difícil para mi mamá decirme cómo lloraba detrás de un gran contenedor en Legoland donde ella trabajaba”, dice él, añadiendo que aprender sobre la dura experiencia de su madre, Susanne, fue la parte más dura de todo el proyecto.
Todas las mañanas durante el cautiverio de su hijo, ella escuchaba “Small Shocks” de la banda danesa Panamah, llorando los tres minutos y medio de duración, que empieza con la letra: “¿Regresarás a casa?”
La familia de él es una unidad fuerte —Ottosen es el segundo entre una hermana mayor, Anita, y una hermana menor, Christina— marcada por la muerte de su padre biológico cuando él sólo tenía tres años de edad. Pero viajar a casa en el poblado de Hedegård, en la región de Jutlandia en Dinamarca, es un reto para Ottosen, quien se siente abrumado por la cantidad de dinero que otros pusieron para salvar su vida. Él ahora vive en Odense, la tercera ciudad más grande de Dinamarca.
A él mismo lo agobiaba la deuda de alrededor de 130,000 dólares después de su liberación, ya que su familia no sólo recabó el dinero del pago del rescate a través de donativos, sino también a través de préstamos bancarios.The ISIS Hostage, publicado en octubre de 2015 en danés, llamó la suficiente atención local para que se tradujera en conferencias y discursos sobre su dura experiencia, permitiéndole pagar toda su deuda. Algunos de sus compañeros sobrevivientes no querían que se escribiera un libro, dice él, pero una vez que él explicó sus razones —arreglar los pagos atrasados de su familia y dar la cantidad completa a todos los donadores quienes contribuyeron—, ellos empezaron a entender sus motivos.
“Una de mis primeras prioridades desde que llegué a casa siempre ha sido regresar a la vida que tenía antes. Y para ser capaz de hacer eso, tenía que saldar mi deuda”, dice él sin vergüenza, como si enfocarse en limpiar esta suma le diera una meta y una vida para lidiar con la vida después del cautiverio. “Cuando llegué a casa, mi proyecto era pagar este dinero. Tienes que recordar que dejé a seis de mis muy buenos amigos detrás y no podía hacer mucho por ellos”.
Sus compañeros prisioneros incluso le advirtieron que, si lo liberaban, lo mejor era que planeara su vida. “Ellos me dijeron: ‘Daniel, si vuelves a casa y no aprecias tu vida, ¡iremos y te patearemos el trasero!’”
Ottosen sigue siendo el último rehén occidental liberado por el grupo, pero no a causa del gobierno danés, del cual él dice que ha “hecho nada” por él o su familia desde su liberación. Él acusa a Copenhague de darles a los combatientes daneses en el extranjero que regresan “más ayuda de la que yo recibí”.
Tortura
Algunos de los momentos más difíciles del libro se dan cuando Ottosen estuvo en Azaz, en especial bajo la guardia de Abu Hurraya, un torturador sirio corpulento y con cola de caballo, antes de ser presentado a sus compañeros rehenes occidentales más tarde en su ordalía. El fotógrafo fue sujeto a la técnica de tortura “el neumático”, en la que un neumático contiene las piernas de la víctima para que no pueda moverlas, permitiendo azotarle repetidas veces las plantas de los pies. Hurraya privaba de comida y agua a Ottosen, estirándolo en el techo de la celda por sus muñecas encadenadas. Era tan insufrible que Ottosen trató de arrancarse los miembros a mordidas para escapar y, finalmente, trató de suicidarse. Él también consideró convertirse al islam pero temía que estuviera “burlándose de su religión” y le hicieran pagar el precio.
“Pienso que lo bueno fue que experimenté casi todo lo peor al principio porque eso me endureció. Eso me hizo percatarme de lo que estos tipos eran capaces”, dice él. “Si me hubieran liberado después de un mes, después de toda mi tortura, no pienso que hubiera sido capaz de regresar a casa y ser una persona normal, no pienso que habría podido pasar directamente de la tortura a la libertad”.
La vida se volvió más soportable para Ottosen cuando tuvo otros rehenes occidentales con quienes platicar y, con el tiempo, un compatriota danés rehén. Compartir sus experiencias le ayudó a desarrollar una “malla de hierro” a las palizas del Estado Islámico. Pero él vio a Hurraya como simplemente llevando a cabo su papel de interrogador, mientras que los Beatles británicos —conformados por los londinenses Emwazi, Abdel Bary, Alex Kotey y Aine Davis— “trataban de hacerlo personal”, dando palizas gratuitamente sin razón aparente. “A ellos no les dijeron que entraran y nos golpearan, no lo creo, pero lo hicieron porque querían, lo disfrutaban”, dice él. Ellos también humillaban con regularidad a los rehenes, haciéndolos bailar tango unos con otros, y cantar canciones sobre Kenneth Bigley, el rehén decapitado por Al Qaeda en Irak en 2004, y repetir tomas para videos montados de propaganda.
En medio de las historias sombrías de la higiene de los rehenes, las palizas y los intentos de suicidio en el recuento de Ottosen, también hay destellos de esperanza triunfando sobre el odio. De sus captores, él dice que si hoy los tuviera de pie frente a él, no los lastimaría, sino que platicaría con ellos, preguntándoles porque realizaron tales actos barbáricos de violencia. Él los ve como individuos que no tuvieron la misma suerte de una buena crianza.
“No pienso que alguno de ellos fuera malo. Recuerdo el patio de la escuela cuando era niño, y desde que he sido profesor de gimnasia, algunos de los niños más débiles también son aquellos quienes hacen cosas crueles para protegerse a sí mismos y ocultar su debilidad”, dice él. “Así, pienso que algunas de las personas quienes fueron muy violentas con nosotros tenían problemas. Lo haces porque necesitas demostrarle algo a alguien. Siento un poco de pena por algunos de ellos”.
Camaradería
The ISIS Hostage capta un mensaje inspirador sobre la respuesta colectiva de los humanos a un trauma tan brutal. Hay los desacuerdos inevitables por la comida (tamaños de las porciones), el espacio (quien está más cerca de la cubeta sanitaria) y la higiene (piojos) con tantísima gente apretujada en unos pocos metros cuadrados.
Pero los rehenes occidentales se consolaban unos a otros después de las palizas, crearon juegos, excitadamente compartían comida y comenzaron sus propias clases de gimnasia y yoga, las cuales Ottosen y Sotloff encabezaban respectivamente. La búsqueda de ayudarse mutuamente a través del tormento diario le dejó a Ottosen los suficientes “momentos graciosos” para llenar un segundo libro, dice él. Él recuerda uno de sus momentos más apreciados de su cautiverio, un momento de humor negro con Foley que no está descrito en el libro.
“Una vez, mientras le enseñaba gimnasia, él me dijo que no podía continuar porque estaba demasiado cansado y no tenía energía. Él dijo: ‘Sólo necesito cinco minutos’. Fue y se comió un pedazo de pan y cinco aceitunas. Luego regresó así: ‘Oh, ahora tengo energía’.”
“Medio año después, en el último lugar donde recibimos más comida, hablábamos sobre esta situación, miramos hacia atrás cómo nos iba, y cuán mal nos veíamos, y cuán poca comida recibíamos. Hablábamos de cómo James súbitamente obtenía mucha energía de pan y aceitunas, y ambos empezamos a reír muy fuerte. En realidad nos reíamos de cuán débiles y cuán miserables éramos. Era gracioso, pero también era una manera de quitarle la mierda a la situación”.
Ottosen dice que está más motivado que antes a captar historias importantes por todo el mundo con su cámara. Él está contento con un libro que, dice él, finalmente le traerá un cierre, a más de dos años después de su liberación. Aun cuando él cree que es importante vivir con la experiencia de esos horrorosos 13 meses, un nuevo capítulo en su vida, informado por el pasado, está comenzando. “Cada día es un paso más cerca de no serese tipo”.
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Publicado en cooperación con Newsweek / Published in cooperation with Newsweek