El Museo del Louvre, emblema cultural de Francia y el más visitado del planeta, amaneció este lunes 16 de junio cerrado al público. Pero esta vez no fue por guerra, ni por amenaza terrorista ni pandemia. Fue su propio personal, exhausto y harto de las condiciones laborales, quien detuvo el funcionamiento del ícono parisino, en un gesto que expone la crisis silenciosa que se vive dentro de sus muros.
La imagen fue tan simbólica como perturbadora: las puertas del Louvre cerradas, miles de turistas agolpados bajo la pirámide de cristal sin explicaciones, y el eco de una protesta que va más allá de lo laboral. El museo que alberga la Mona Lisa y siglos de patrimonio cultural está siendo víctima de su propio éxito: el sobreturismo.
Lee más: Fugas de agua, desaseo y temperaturas variantes agravan la crisis del museo del Louvre
‘EL LAMENTO DE LA MONA LISA’: UNA HUELGA INESPERADA
Todo comenzó como una reunión ordinaria del personal. Pero de forma espontánea, asistentes de galería, agentes de boletos y trabajadores de seguridad se negaron a tomar sus puestos, denunciando multitudes incontrolables, plantillas insuficientes y condiciones “insostenibles”, según reportó el sindicato CGT-Culture.
“Es el lamento de la Mona Lisa aquí afuera”, bromeó Kevin Ward, turista estadounidense de 62 años. “Miles de personas esperando, sin comunicación, sin explicación. Supongo que incluso ella necesita un día libre”.
El cierre sorprendió incluso a los más veteranos. En sus más de dos siglos de historia, el Louvre solo ha cerrado en situaciones excepcionales: la Segunda Guerra Mundial, la crisis sanitaria por COVID-19 y una breve huelga en 2019. Pero nunca había sucedido de forma tan abrupta, con miles de visitantes afuera y sin previo aviso.
UN MUSEO AL LÍMITE POR EL TURISMO MASIVO
Más allá de la protesta, el conflicto revela un problema estructural: el Louvre está siendo desbordado por la afluencia turística. Solo en la Salle des États, donde se exhibe la Mona Lisa, unas 20,000 personas al día se amontonan para tomar una selfie frente al retrato de Leonardo da Vinci.
“No ves una pintura”, se queja Ji-Hyun Park, visitante surcoreana de 28 años. “Ves teléfonos. Ves codos. Sientes calor. Y luego, te empujan hacia afuera”.
La experiencia museográfica se ha vuelto una procesión caótica. Muchas de las obras maestras que rodean a la Mona Lisa, como las de Tiziano o Veronese, pasan completamente desapercibidas.
EL ‘NUEVO RENACIMIENTO DEL LOUVRE’: UNA PROMESA LEJANA
Meses atrás, el presidente Emmanuel Macron anunció un ambicioso programa de renovación bautizado como el “Nuevo Renacimiento del Louvre”. El plan incluye la creación de una nueva sala exclusiva para la Mona Lisa, con acceso mediante boletos con horario programado, así como una nueva entrada al museo cerca del río Sena, prevista para 2031.
“Las condiciones de exhibición, explicación y presentación estarán a la altura de lo que la Mona Lisa merece”, prometió Macron en enero.
También contempla la modernización de la infraestructura, afectada por filtraciones de agua, variaciones de temperatura peligrosas y un tránsito peatonal excesivo. Sin embargo, para quienes trabajan día a día en el museo, estas soluciones llegan demasiado tarde.
“No podemos esperar seis años para recibir ayuda”, advirtió Sarah Sefian, portavoz del sindicato. “Nuestros equipos están bajo presión ahora. No se trata solo del arte, se trata de las personas que lo protegen”.
EL LOUVRE COMO SÍMBOLO DE COLAPSO CULTURAL
La crisis del Louvre pone en evidencia el desgaste de las grandes instituciones culturales frente al turismo globalizado. Desde la Acrópolis en Grecia hasta Venecia, los destinos más icónicos del mundo están adoptando medidas restrictivas para controlar las multitudes, proteger su patrimonio y mejorar la experiencia de los visitantes.
El Louvre, por ahora, no ha podido adaptarse al nuevo paradigma. Lo que debería ser una experiencia íntima y reverente ante la historia del arte, se ha convertido en un evento masivo, ruidoso y agotador tanto para el público como para los trabajadores.
La huelga de este lunes no solo detuvo un museo; puso en pausa un modelo turístico que parece haber alcanzado su límite. Y mientras miles de turistas miraban sin comprender las puertas cerradas, la Mona Lisa, en su enigmático silencio, parecía también pedir un respiro. N
(Con información de agencias)