México se encuentra en medio de una guerra que no pelea: la guerra comercial entre Estados Unidos y China. La escalada arancelaria iniciada por Donald Trump contra Pekín y la consecuente respuesta implica una mutación de la estructura del comercio internacional, de la cual México puede ganar espacio por geografía, tratados y, en parte, por inercia.
Ese crecimiento no está exento de riesgos ni contradicciones. Mientras Washington busca aislar a China y traer de vuelta la manufactura a América del Norte, México ha empezado a ocupar el lugar del dragón asiático como principal socio exportador de Estados Unidos.
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En 2023, México superó por primera vez a China como el mayor exportador a Estados Unidos, con 15.4 por ciento de participación, frente al 13.9 por ciento del país asiático, según datos del U.S. Census Bureau. Las exportaciones mexicanas sumaron más de 475,000 millones de dólares, impulsadas por el nearshoring y la desconfianza de las empresas estadounidenses hacia la política industrial de Xi Jinping.
Este desplazamiento, sin embargo, no es solo resultado de decisiones externas, está relacionado con el T-MEC, una renegociación clave que, pese a sus críticas, le dio estabilidad jurídica y reglas claras para las inversiones, así como la gestión estratégica de la presidenta Claudia Sheinbaum frente a las advertencias impositivas de Trump.
LA GUERRA COMERCIAL ENTRE ESTADOS UNIDOS Y CHINA PUEDE SER UNA OPORTUNIDAD INESPERADA
Avances acompañados de una mayor dependencia. Actualmente, más del 80 por ciento de las exportaciones mexicanas se dirigen a ese país. La diversificación hacia Europa o Sudamérica es menor. Este fenómeno refuerza un patrón de vulnerabilidad: si la economía estadounidense se desacelera, o si hay un cambio político en Washington que cuestione los beneficios del T-MEC, México podría perder buena parte de lo ganado. Además, el país enfrenta una saturación de productos chinos que buscan escapar de los aranceles estadounidenses.
Por ejemplo, de acuerdo con la Cámara Nacional de la Industria del Calzado, la importación de zapato chino aumentó 43 por ciento en 2023. Situación similar ocurre en textiles, juguetes y electrónicos.
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Bajo este escenario cobra particular relevancia el fortalecimiento interno a partir del impulso de Sheinbaum al Plan México y la suma de voluntades de las cúpulas empresariales y gobiernos locales como el de la capital nacional —el principal polo de atracción de la inversión extranjera directa— encabezado por Clara Brugada.
Lo que está en juego no es solo una cuestión de estadísticas comerciales, sino de modelo de desarrollo. México tiene la oportunidad de convertirse en una potencia exportadora con valor agregado. La guerra comercial entre Estados Unidos y China puede ser una oportunidad inesperada. N
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Salvador Guerrero Chiprés es doctor en Teoría Política por la Universidad de Essex, Inglaterra, y coordinador general del Centro de Comando, Control, Cómputo, Comunicaciones y Contacto Ciudadano (C5) de la Ciudad de México. Los puntos de vista expresados en este artículo son responsabilidad del autor.