En enero pasado, 32 propietarios de franquicias de la NFL se reunieron en Houston para decidir cuál de los tres equipos se mudaría a Los Ángeles, una decisión que podía cambiar enormemente dos de cuatro economías metropolitanas (los Carneros ganaron, San Luis perdió). Durante una pausa en el regateo, Jim Irsay, propietario de los Colts de Indianápolis, se reunió con Paul Allen, propietario de los Halcones Marinos de Seattle. Su charla dio un giro al pasar del fútbol americano a otra pasión compartida. “Paul —confesó Irsay—, me alegro de que no hayas pujado por la batería de Ringo”. Ambos son importantes jugadores en el mundo del coleccionismo de alto nivel de memorabilia del rocanrol. Apenas el mes anterior, Irsay había hecho una oferta importante por un elemento en subasta: la batería de Ringo Starr, y se sintió aliviado de que Allen no hubiera acudido a la subasta con su abultada cartera y su impasible determinación.
“Oh, estuve ahí”, le aseguró Allen, quien había pujado en forma anónima. Después de todo, él es el cofundador de Microsoft que, en el año 2000, creó el Museo Experience Music Project en Seattle, sede de la mayor colección de memorabilia de Jimi Hendrix y Kurt Cobain. “Bueno, entonces —dijo Irsay— te agradezco por haberte retirado cuando lo hiciste”.
Sólo eran dos tipos charlando sobre un pasatiempo compartido de la edad madura, como coleccionistas de tarjetas de béisbol regodeándose con sus más recientes hallazgos en eBay, o como entusiastas de los detectores de metales lamentándose por no haber encontrado más que latas de refresco. Sólo que la batería de Ringo, el juego de 1963 de la marca Ludwig con un acabado negro ostión que Starr tocó durante el legendario debut de los Beatles en El show de Ed Sullivan, le había costado a Irsay 2.25 millones de dólares en aquella subasta de diciembre. Al haber ofrecido más que Allen y que otros pocos ofertantes, Irsay añadió este objeto de envidia a una notable colección privada de tesoros del rocanrol que incluye la Stratocaster que tocó Bob Dylan en el Festival de Newport, la guitarra Tiger hecha a medida de Jerry Garcia y la Rickenbacker que John Lennon obsequió a un deprimido Starr como un regalo de bienvenida después de que el baterista, herido en su amor propio, había huido de las sesiones del controvertido Álbum Blanco(también conocido como The Beatles). Con su más reciente transacción, Irsay ha reunido el parche del bombo (con el famoso logotipo de los Beatles) que había estado separado de este desde hace mucho tiempo, el equivalente del rocanrol a volver a colocar los brazos de la Venus de Milo.
El hecho de reunificar la batería más reconocible de toda la historia de la música ha hecho que Irsay casi alcance el éxtasis espiritual. “Realmente estoy más allá de mí mismo”, dijo a Newsweek el hombre de 56 años. Describe su más reciente adquisición como “un Súper Tazón de la memorabilia”.
Últimamente, parece que algunos elementos coleccionables enormemente importantes del rock surgen más o menos cada mes. En octubre pasado, la guitarra Gibson, que se creía perdida desde hacía mucho tiempo y con la que Lennon coescribió la primera ola de clásicos de los Beatles (“She Loves You”, “I Saw Her Standing There”, “I Want to Hold Your Hand”, “All My Loving”), fue vendida en una subasta a un ofertante anónimo por 2.4 millones de dólares (Irsay se retiró tras haber ofrecido 1.6 millones). Pocas semanas antes, Sotheby’s de Londres vendió un contrato de 1962 firmado por los Beatles y su representante, Brian Epstein, en 569 000 dólares. En diciembre, el Porsche 356 Cabriolet psicodélico de Janis Joplin pasó a manos de un ofertante anónimo por 1.76 millones en Sotheby’s de Nueva York. Esto basta para hacer que el raído suéter de Kurt Cobain (137 500 dólares) y la vieja guillotina de Alice Cooper (32 500 dólares) parezcan mercancía de una venta de garaje.
Al parecer, la historia del rocanrol está siendo adquirida por el 1 por ciento. Y aunque esto es verdad con respecto a muchas otras cosas que pueden adquirirse, ¿por qué los ricos gastan ese dinero ahora, y por qué compran estas cosas? En una extraña convergencia de economía, sentimientos y disponibilidad, los adinerados hijos de la posguerra que buscan lugares interesantes para invertir su dinero se encuentran en un momento histórico en el que los hermanos mayores de la principal generación del rock se han dado cuenta de que no pueden continuar con su estilo de vida. Mientras las estrellas de rock renuncian a sus apreciados recuerdos y las casas de subastas aprovechan a un público educado con Antiques Roadshow y El precio de la historia, modestos elementos como hojas con la letra de canciones y autógrafos parecen compartir la mesa más frecuentemente con otros elementos que podrían estar en museos del rock y cuya simple póliza de seguros costaría más de lo que el 99 por ciento podría reunir a duras penas.
Meredith Rutledge-Borger, que ha sido curadora del Salón de la Fama y Museo del Rocanrol en Cleveland durante 20 años, dice que observó por primera vez algunas señales en el mercado del rock a principios de la década de 2000. “Eric Clapton vendió su guitarra Blackie y obtuvo mucho dinero por ella”, dice, refiriéndose a la venta en 2004 de la Stratocaster de la década de 1950 que perteneció a Clapton y que recaudó 959 500 dólares en la casa de subastas Christie’s para el Centro de Rehabilitación Crossroads del músico. Esa y otras ventas de alto perfil realizadas más o menos por esa época “atrajeron a muchas personas a este mercado”, dice Rutledge-Borger. “Sotheby’s y Christie’s comenzaron a tener cada vez más subastas de memorabilia del rocanrol de alto costo, y las nuevas casas de subastas como CooperOwen y Heritage entraron también a ese mercado. Ahora, parece que cada mes hay una subasta que recauda cantidades de dinero récord”.
NENA, PUEDES COMPRAR MI AUTO: Janis Joplin posa con su Porsche de 1965 pintado en colores psicodélicos, que fue vendido por 1.25 millones de dólares en una subasta el año pasado. Foto: RB/REDFERNS/GETTY
Ella no se queja. Instituciones como el Salón de la Fama del Rocanrol y el Museo del Grammy de Los Ángeles se apoyan en gran medida en coleccionistas privados para sus exhibiciones. “Hay personas que tienen este gen del coleccionismo”, dice Bob Santelli, director ejecutivo del Museo del Grammy. “Y gracias al cielo que es así, porque los museos de todo el mundo dependen de ellos”, Aunque las casas de subastas tienden a ser extremadamente discretas, pues los donadores exigen mantenerse en el anonimato, las exhibiciones públicas se reducirían mucho sin la gentileza de los multimillonarios. Es probable que nunca sepamos cuántas cosas buenas se acumulan todavía en bóvedas privadas.
De acuerdo con Garry Shrum, director de consignación de Heritage Auctions, el amplio atractivo de inversión del rock se remonta al 11/9. “Después del 11 de septiembre, todo se volvió una locura”, dice Shrum, cuya casa de subastas con sede en Dallas vendió recientemente un rizo de la melena de Lennon a un coleccionista británico por 35 000 dólares. Aunque las opciones tradicionales de inversión atravesaron por una caída después de los ataques, algunos de los más audaces miembros al 1 por ciento buscaron nuevos paraísos financieros, desde las monedas raras hasta los cómics de Superman. Dice Shrum que “fue como, ‘caray, esto es realmente cool, tiene un buen valor, ¿y sabes qué? Dentro de 20 años seguirá siendo cool’”.
Cool,sí, ¿pero acaso los tesoros del rock mantendrán su valor monetario? Los coleccionistas parecen pensar que sí, aun si los vendedores no están tan seguros (de ahí que estén dispuestos a vender). Pero aun los compradores más curtidos, cuando se sienten presionados, admiten que el tirón sentimental de poseer la Les Paul del guitarrista que fue el héroe de tu infancia supera el posible valor de reventa. Pronosticar los rendimientos de una inversión es un juego muy riesgoso, sobre todo cuando se apuesta al atractivo perdurable de las estrellas del rock. Aun si estamos de acuerdo en que el legado artístico de David Bowie permanecerá, ¿acaso sus fanáticos pertenecen al tipo de coleccionistas a largo plazo que están seguros de saber que una sacudida post mortem en las existencias mantendrá su valor en los años por venir?
Ciertamente, la emoción impulsará una de las más importantes subastas que habrán de realizarse en estos días, cuando la chaqueta de motociclista de color negro y gris usada por Prince en Purple Rain en 1984 sea vendida el próximo verano por la casa de subastas Profiles in History de California. La subasta durará del 29 de junio al 1 de julio, y la casa de subastas había estipulado un costo estimado de 6000 a 8000 dólares antes del fallecimiento de la estrella de rock, ocurrido en abril pasado, pero un vocero de Profiles in History ha dicho que no le sorprendería si el precio supera los 100 000 dólares.
Apuestas como esas tienen su propio atractivo especial. Irsay puede hacer que una subasta donde está en juego una gran cantidad de dinero suene tan emocionante como cualquier juego de los playoffs de la NFL, una contienda que se vuelve más intoxicante por el sentido de responsabilidad cultural: Irsay, que también es propietario del rollo en el que Jack Kerouac mecanografió On the Road (En el camino), se describe a sí mismo como un custodio temporal de recuerdos de una era en la que “muchos Shakespeare caminaban por ahí, como Lennon y Dylan, y eso nunca habrá de repetirse”.
Esa combinación de ideas fijas y recursos financieros da pie a la formación de un exclusivo club. “Es necesario que poseas varios millones de dólares, o incluso miles de millones, para gastar dos millones en una guitarra”, dice Andy Babiuk, autor de los entrañables y definitivos libros Beatles Gear(El equipo de los Beatles) y Rolling Stones Gear(El equipo de los Rolling Stones). Si juntamos el impulso con la capacidad, afirma, “serán quizás unas 25 o 30 personas en todo el mundo”.
Los coleccionistas de mucho tiempo que están listos para vender no son los únicos que se benefician del auge de la memorabilia. En 2014, el contratista de San Diego John McCaw observó que la guitarra electroacústica Gibson que le compró a un amigo en 1969 por 175 dólares era casi idéntica a la que apareció en el artículo de una revista acerca de la colección de guitarras del difunto George Harrison. Tras investigar un poco y de recibir orientación de Babiuk, McCaw confirmó que su rasguñada Gibson perteneció alguna vez a John Lennon; los dos Beatles habían recibido sus guitarras de Gibson en 1962, y la de Lennon había sido olvidada por un ayudante en un concierto de Navidad realizado en Londres en 1963. Con el paso de los años, la Gibson J160-E extraviada había alcanzado un estatus casi mítico en el folclore de los Beatles, sin el conocimiento del hombre que se la había comprado a un amigo en San Diego al regresar de una temporada en Vietnam hacía ya varias décadas. Aunque los huecos en los viajes de la guitarra aún tienen que ser explicados, la Gibson logró llegar de alguna manera de la agitada Londres hasta una tienda de guitarras de San Diego en 1967; una teoría sostiene que otra banda sin nombre perteneciente a la invasión británica tomó el instrumento olvidado, viajó con él a mediados de la década de 1960 y, finalmente, la cambió por un modelo más reciente. Se desconoce si esta banda hipotética sabía que estaba tocando la guitarra de Lennon: ciertamente, la tienda de guitarras y el comprador de 1967 no lo sabían, o el precio habría superado los 175 dólares aun entonces.
FIGURA EMBLEMÁTICA DE LA CONTRACULTURA: Jerry Garcia, líder de la legendaria banda Grateful Dead, toca su guitarra Wolf.MICHAEL PUTLAND/GETTY
En cualquier caso, una vez que McCaw se dio cuenta de lo que había tenido durante todas estas décadas, decidió que su hogar en San Diego no era un buen lugar para un Santo Grial del rocanrol. La guitarra fue vendida a un ofertante anónimo a través de Julien’s Auctions en Hollywood, en octubre pasado, por 2.4 millones de dólares, ganancias que McCaw ofreció compartir con Spirit Foundation, la organización sin fines de lucro de Yoko Ono.
Ni McCaw ni Darren Julien, el propietario de Julien’s Auctions, piensan revelar la identidad del ofertante ganador; el anonimato se guarda ferozmente en la industria de la subastas.
Sin embargo, en ocasiones a los grandes ofertantes no les importa quién se entere de lo que hay en sus colecciones. En el año 2000, Rick Tedesco, propietario de la tienda de música Guitar Hangar en Brookfield, Connecticut, rastreó la guitarra Gibson Les Paul Custom de 1968 que alguna vez perteneció a Mick Ronson, guitarrista de los Spiders From Mars de David Bowie, cuyo trabajo en The Man Who Sold the World, Hunky Dory, The Rise and Fall of Ziggy Stardust and the Spiders From Mars, Aladdin Sane y Pin Ups definió el sonido del rock glam. “No trataba de venderla”, dice Tedesco. “Fue simplemente la forma más pura de ‘quiero tener la guitarra que me hizo querer aprender a tocar la guitarra’. Siempre he dicho que, para venderla, requeriría una enorme y estúpida cantidad de dinero y algo más”.
Es aquí donde entra Simon Dolan, el multimillonario empresario británico y corredor de autos de carreras de 46 años. En 2014, Dolan se enteró de la guitarra de Ronson, y tras un poco de regateo y un cheque de 200 000 dólares, la Les Paul fue enviada a Monte Carlo, Mónaco. “Si alguien me ofrece cinco millones, la vendería,” dice Dolan en un correo electrónico dirigido a Newsweek. “La primera vez que la toqué fue más o menos una semana después de que Bowie murió. Toqué la frase de Ziggy,y fue simplemente mágico; realmente me hizo llorar”
Publicado en cooperación con Newsweek /Published in cooperation with Newsweek