Escenas como una pelea masiva en una fábrica, la policía reprimiendo a huelguistas con pistolas eléctricas o un activista pasando 100 días encaramado en una chimenea son ejemplos de la brutalidad de las relaciones sociales en Corea del Sur que inspiraron la serie El juego del calamar.
La segunda temporada llega este jueves 26 de diciembre, tras el éxito rotundo de la primera entrega, que se convirtió en la serie más vista en la historia de Netflix.
La trama presenta a personajes al límite, enfrentándose en una versión letal de un juego infantil tradicional con un único objetivo: ganar una jugosa recompensa económica.
Su director y guionista, Hwang Dong-hyuk, afirma que las experiencias del protagonista Gi-hun se inspiraron en una violenta huelga en la planta de Ssangyong en 2009, cuando un grupo de trabajadores tomaron una industria para protestar por un plan de despidos.
“Quería mostrar que en el mundo en que vivimos, cualquier persona de clase media puede derrumbarse y caer al fondo de la escala social de la noche a la mañana”, explica.
En mayo de 2009, el gigante automotor Ssangyong anunció un plan de despidos que afectaría a más de 2,600 personas, un 40 por ciento de su personal, para hacer frente a sus dificultades.
Los trabajadores se movilizaron y ocuparon la planta durante una huelga de 77 días que terminó con enfrentamientos entre los huelguistas y policías antidisturbios armados con pistolas eléctricas y helicópteros que lanzaron gases lacrimógenos. Muchos sindicalistas fueron reprimidos con violencia y algunos fueron encarcelados.
PARA ALGUNOS TRABAJADORES ES DURO HABAR DE EL JUEGO DEL CALAMAR
Pero el conflicto no terminó ahí. Cinco años después, el dirigente sindical Lee Chang-kun inició una protesta de 100 días encaramándose en una chimenea de la fábrica para denunciar el pronunciamiento de la justicia a favor de la empresa y en contra de los huelguistas.
Se alimentó al sindicalista gracias a un canasto con una cuerda y, según él, sufrió alucinaciones. Para algunos trabajadores que participaron en la protesta en 2009, es duro hablar de El juego del calamar, debido al persistente trauma.
Tras la toma, los trabajadores enfrentaron un tormento judicial. Se procesaron a más de 200 y a cerca de 100, incluyendo Lee, se les condenaron a penas de cárcel. Cerca de 30 obreros se suicidaron por problemas de estrés, recuerda Lee.
“Muchos perdieron sus vidas”, afirma.
Para Lee, los trabajadores fueron percibidos como “activistas obsoletos que habían perdido el juicio”. “La policía siguió golpeándonos incluso después de caer inconscientes y esto sucedió en nuestro lugar de trabajo y fue retransmitido para que muchos lo vieran”, relata.
Para Lee muchas escenas de la primera temporada de la serie, en las que el protagonista se bate para no traicionar a sus competidores, fueron conmovedoras.
Pero el activista lamenta que no llevara a un cambio real para los trabajadores en un país con grandes desigualdades. Además de relaciones tensas entre empleados y empresas y una política marcada por la crispación.
“Parece que la desigualdad está tan arraigada que no hay vuelta atrás”, dijo.
“EL HECHO FUE REDUCIDO A UN PRODUCTO DESECHABLE”
El éxito la serie en 2021 lo hizo sentir “vacío y frustrado”. “Sentí que la historia de los trabajadores de Ssangyong se redujo a un producto desechable”, asegura Lee.
El juego del calamar pasó a formar parte de la “ola coreana” encarnada por el éxito internacional de películas como Parásitos y bandas de K-pop como BTS.
Pero la segunda temporada se estrena en un momento de crisis política en Corea del Sur. Esto después de que el presidente Yoon Suk Yeol fuera destituido por el Parlamento por su fallido intento de decretar la ley marcial.
Yoon fue suspendido de sus funciones hasta que la Corte Constitucional se pronuncie sobre su futuro. Vladimir Tikhonov, experto en estudios coreanos en la Universidad de Oslo, considera que algunas de las producciones culturales más exitosas del país relatan la violencia estatal y la crueldad de la sociedad capitalista.
“Seguimos viviendo a la sombra de la violencia de Estado, y esta violencia de Estado es un tema recurrente en productos culturales de gran éxito”, destaca. N
(Con información de AFP)