Ciudad Juárez, Chi.— El sitio donde se yergue el mural a Juan Gabriel es un hotel emblemático llamado Koper. Se ubica a medio corredor de la avenida más emblemática de la ciudad, la Juárez, de apenas un kilómetro de largo. En el extremo sur de la avenida se encuentra un símbolo del Porfiriato, la Antigua Aduana Fronteriza, y en la parte norte, el trazo contundente que divide México de Estados Unidos.
El hotel fue parte de un escenario vibrante desde los tiempos de la Prohibición, que hicieron de ese espacio urbano el epicentro de la diversión antes de que existieran Las Vegas. Un sitio delirante en el que se atestiguó el triunfo de la Revolución Mexicana en 1911, o el nacimiento del Divo en los estertores de la década de 1960.
A pocos metros del Koper, el 13 de diciembre de 1999 las autoridades organizaron un concierto al aire libre con el cantautor como invitado principal para inaugurar, justo frente a las puertas del Noa Noa, lo que pretendía ser “el paseo de las estrellas”. Juan Gabriel congregó a unas 80 000 personas, pero sólo su estrella quedó grabada sobre la banqueta porque nadie dio continuidad al proyecto.
Ahora, bajo nueva agenda en curso con el fin de quitarle el estigma de “la ciudad más violenta del mundo”, el hotel Koper es un palimpsesto. Abandonado, igual que miles de viviendas de los alrededores, exhibe sobre siete de ocho pisos de su muro norte una pintura del artista Arturo Damasco en honor del cantautor.
“En el plan de marketing, Damasco es sólo una pieza en el rompecabezas”, dice Pablo Alonso Herráiz, español, doctor en Filosofía y Letras, terminal Historia del Arte Contemporáneo, y catedrático de la UACJ.
El catedrático, además, encuentra en el mural vinculantes estéticos al constructivismo soviético: “Es un retrato y presenta características serias de Juan Gabriel, que no coinciden con el Juan Gabriel que conocemos, festivo, alegre. Yo me pregunto por qué realmente se está manejando esta paleta de color, el tratamiento de las facciones, la definición casi escultórica de la pintura, donde están muy marcadas las líneas, muy bien definidas, como si fuera una escultura granítica. Es ahí donde yo estoy dirigiendo el proyecto, por qué se representa a Juan Gabriel con esta paleta tan elegante, agrisada, y asimismo es un personaje que mira al horizonte, a un punto perdido con esta idea muy conseguida. Creo que es una idea muy acertada por parte del artista, de asociar la ciudad con una idea de progreso, un personaje que mira al horizonte, que avanzamos, progresamos”.
Una especie, añade Herráiz, de constructivismo democrático, con sus propios fines.
“Es muy interesante porque vemos un mural que maneja la estética política, pero en cambio retrata un personaje popular, de la canción, de la música popular mexicana, pero se le encarnan estas virtudes de los políticos”.
En conjunto con la Equis, la escultura monumental de Sebastián inaugurada hace cuatro años a la margen del río Bravo como un plan de marketing, la dimensión de la obra refiere el poder.
Arturo Damasco cobró notoriedad inusitada en la comunidad artística local cuando con René Nava entregó en junio un reconocimiento a Enrique Serrano (entonces alcalde y hoy candidato a gobernador de Chihuahua) por apoyar el arte mural y urbano. Serrano les correspondió con 98 000 pesos de fondos municipales para que ambos viajaran a Europa en supuesta representación del arte juarense. Damasco manifestó como meta que a la ciudad se le identifique por su talento artístico, no sólo por la incidencia de la violencia y los feminicidios.
Tres meses después, en agosto, en la intersección de Avenida Juárez y 16 de Septiembre, frente a la Antigua Aduana Fronteriza, el municipio inauguró la escultura Yo amo a Juárez, donada por Big Media, que consiste en las letras JRZ tridimensionales, con un corazón en lugar del punto sobre la jota, en tipografía Arial color rojo. También una exhibición itinerante, Los caballos de Juárez, con 20 equinos de fibra de vidrio pagados por empresarios a razón de 700 dólares por unidad e intervenidos por 18 artistas locales. Se eligió el tema ecuestre porque “los juarenses tenemos espíritu indomable”, dijo Eleno Villalba, director de Obras Públicas. Los artistas se presentaron uniformados con una playera blanca con el logotipo del municipio.
En contraparte, el 25 de septiembre, Enrique Serrano anunció un boicot y demanda contra los productores del filme hollywoodense Sicario, estelarizada por Benicio del Toro y Emily Blunt, por promover una imagen negativa de la ciudad.
En tiempos de la militarización calderonista, el municipio lanzó la campaña y logotipo Amor por Juárez.
“Existe la idea que Juárez ya renació, ya no tiene crimen, no tiene corrupción. Esa es una imagen que se está vendiendo desde hace dos, tres años. Encontraron en el arte el espacio publicitario más grande”, dice desde Bogotá el curador Alejandro Morales. “He estado estudiando lo que significa el branding, o la marca-país. La marca-país es muy específica de aquí y ha servido para luchar contra la imagen del narcotráfico que tenía Colombia. Yo creo que la marca-país ahora en Juárez es la insignia JRZ, Juárez y un corazoncito”.
El discurso oficial-empresarial se conforma del amor, la bravura, la indomabilidad y la heroicidad.
En 2012, el colectivo Jellyfish pintó Love City Walls sobre un muro de la plaza Cervantina, en el centro de Juárez. Ha permeado tanto esta retórica que el diario local Norte tildó de “antijuarenses” a quienes se atrevieron a tocar las esculturas de Los caballos o a alguno que pintó su nombre en ellas.
“Cuando ejerces o haces arte público es un arte público totalmente público, tocable, tienes que tener una emotividad, un discurso emotivo, puedes sentir el arte”, explica Roberto Sáenz, del Colectivo Vagón. “Entonces, no entiendo esta manera de limitar a la gente, el arte. Satanizaron a la pobre muchacha que se subió a uno de los caballos por error, porque no había ningún letrero que dijera ‘No te subas’. Fue lo que a ella le nació, y cuando tú ves un caballo o lo tocas o te quieres subir en él, eso es instintivo, es un animal que responde con eso”.
Los artistas creadores de Los caballos fueron elegidos por las autoridades de manera selectiva.
Tal selectividad, dice Sáenz, conlleva una reflexión discursiva “muy pobre, que consiste en tratar de borrar esta parte de una memoria colectiva, de no hacer evidente este rastro de sangre, este rastro de violencia que venimos arrastrando”.
José Luis Castillo, padre de Esmeralda Castillo Rincón, desaparecida el 19 de mayo de 2009, los llama La Sociedad Caviar. “Se acercan a ti: ‘¿En qué te puedo ayudar?’, pero con el fin de acallarte, que no hagas ya más borlote”, dice sobre ellos. A las pinturas con rostros de desaparecidas o víctimas de feminicidio realizadas bajo este tipo de auspicio no se les inscribe la demanda de justicia. “Nosotros pintamos los rostros para exigir justicia y que no se les olvide a las autoridades que tienen una deuda con la ciudadanía”.
El escritor Willivaldo Delgadillo ve en perspectiva el arte público juarense: “Durante los años de mayor violencia y de crisis los artistas salieron a la calle, no solamente a protestar sino a crear espacios en los que la gente podía expresar su dolor, sus reclamos. Tuvimos movilizaciones donde los artistas, visuales sobre todo, realizaron performances, murales, crearon una serie de artefactos críticos mediante los cuales pusieron el dedo en la llaga. En Juárez hay un movimiento de colectivos muy fuerte, muy plural, ideológicamente, políticamente, que por sí mismo, por su naturaleza de ser público, de intervenir las fachadas, viene del grafiti, por ejemplo, y es por naturaleza contestatario”.
Al detentar el estado los paradigmas del ego autoral a través de premios y reconocimientos, espacios de exhibición y fondos, artistas juarenses optaron por el arte itinerante en el interior de la ciudad a través de comunidades urbanas y fuera de ella, dice Delgadillo. Recuerda que “el Barrio Nómada surgió en el 2008-2009 y es un grupo de chavos que decidieron irse de la ciudad porque decían: ‘Es que en la ciudad los espacios públicos están restringidos y el arte urbano está siendo reprimido. Entonces nosotros nos vamos, pero en calidad de barrio; somos un barrio juarense que se va a buscar otros horizontes de trabajo, otros espacios, otros muros. Y además vamos a ir a contar qué está pasando en Juárez, que están matando a los chavos’”. El Barrio Nómada llevó el bullente hip-hop juarense y el muralismo a otras latitudes del país.
El toque de queda impuesto de facto por el ejército engendró arte durante esos años de ocupación [2008-2011]. En encierro forzado, los raperos juarenses florecieron y nutrieron sus letras a partir de experiencias cotidianas. Batallones Femeninos grabó Ninguna guerra en mi nombre. Siniestra, Pok 37 y Mr. Hukla forman parte de tal generación. Algunos raperos fueron asesinados. La Oveja Negra y MASH cantaron Cruda realidad.
“Vivimos una posguerra en la cual no se está haciendo nada —reflexiona Delgadillo—; no se está haciendo suficiente como para construir realmente la ciudad. Se ha estado recurriendo a estrategias de remozamiento, cosméticas, y eso no va al fondo del problema”.
Ante la precariedad de la vida durante la militarización, los jóvenes reaccionaron, concluye el escritor: “En mi generación no había tanta gente que pensara en las artes como una opción de vida. El horizonte era la maquila o hacer una carrera profesional y subir a la clase media, ser doctor, abogado, etcétera. Pero no se veía tanta gente que dijera: ‘Yo quiero ser artista’. Éramos muy pocos. En cambio, ahora ser artista es un asunto generalizado. Es más, es tan así, que Damasco y Nava son artistas”.