A JONÁS LE TOCÓ NACER en una familia ilustre. En su árbol genealógico están su abuelo Salvador Elizondo, uno de los escritores más destacados del México contemporáneo; su madre, Mariana Elizondo, actriz; su tío Carlos Cuarón, cineasta; y su padre, Alfonso, uno de los directores y productores más exitosos por estos tiempos.
Para Jonás —que estudió fotografía y letras inglesas sin pensar que terminaría haciendo cine— su profesión es la consecuencia natural de haber crecido en una familia en la cual escritura y filmaciones han sido siempre parte del diálogo de sobremesa. “Me fui encajando. Me di cuenta de que era un lenguaje que entendía”, dice.
Hasta ahora, uno de los puntos más altos de su carrera llegó en 2014, cuando su padre alzó el Óscar por Gravity y se lo dedicó: la película que ganó siete estatuillas fue una idea suya, y la escribieron juntos. Pero Jonás también tiene dos largometrajes que llevan su firma —Año uña y Desierto— y varios cortos exitosos.
Por estos días, Desierto se estrena en México y Estados Unidos. Su arranque no pudo ser mejor: a fines de 2015 ganó el premio de la crítica en el Festival Internacional de Cine de Toronto. Mientras tanto, Jonás se alista para dirigir una versión futurista y hollywoodense del clásico El Zorro.
Suma casi diez años de trabajo y no se encasilla en género o estilo: va de un primer filme experimental, hecho con fotografías fijas, al western-thrillerde su última producción; o de la preocupación por la no permanencia de las cosas, al racismo y la supervivencia. Con un café en la mano, confiesa que lo guían sus obsesiones. Se muestra amable, serio, pero también se ríe seguido.
Como el Jonás del mito, es consciente de la fortuna que le ha tocado en la vida. Una vez a salvo, fuera del vientre de la ballena, actúa con los pies en la tierra.
—¿Qué piensas de quienes ponen el cine independiente en un extremo y a Hollywood en otro? ¿Dónde te sitúas?
—En ningún lado. Con Desierto traté de conseguir financiamiento en Estados Unidos, pero por razones obvias, porque el villano es un gringo, la película no se pudo financiar allá. Creo que el buen cine no es independiente ni de Hollywood, son historias que cada director tiene la necesidad de contar y busca cómo hacerlo.
—Año uñacostó 50 000 pesos, Gravity 100 millones de dólares, y ahora haces un filme intermedio, pero caro al fin. ¿Crees que el presupuesto puede definir el producto?
—Definitivamente no. Quizá la película más importante que he visto en el cine mexicano ahorita es Heli, de Amat Escalante, y por lo que entiendo no fue muy cara. Las historias chiquitas pueden ser tan poderosas como las grandes.
—Has hecho dirección, producción, fotografía, edición, arte. ¿Es parte de tu búsqueda profesional o crees que un cineasta debe manejar todas las áreas?
—Para mí es importante hacer todo. Creo que escribir, dirigir y editar son parte de lo mismo: escribes la historia, luego la controlas en el set, y al editar haces la última reescritura. Me encantaría no producir, pero al principio tú eres el único que cree en el proyecto (ríe). Produzco por necesidad, las otras tres cosas las hago por gusto.
—En el cine mucha gente se especializa sólo en un aspecto.
—Conozco y entiendo a mucha gente que sólo dirige, pero yo no podría dirigir algo que no escribí. Lo que me apasiona es la historia desde que la empiezo a visualizar, si no hago todo no logro conectar con ella.
—¿Qué imaginas primero en tus películas? ¿Cómo es tu proceso creativo?
—Primero imagino el tipo de película que quiero hacer. Por ejemplo, en Desierto y Gravity tenía claro que quería escribir algo como Reto a muertede (Steven) Spielberg o Runaway train de (Andréi) Konchalovski, películas muy viscerales en las cuales a través de la acción se habla de muchas cosas. Imagino el concepto y después escribo escena por escena, descubro los personajes, el paisaje.
—¿Qué te gusta del cine?
—La mezcla. Una película empieza con el proceso solitario de escribir y descubrir la historia, encerrado. Pero después se suma otra gente y se vuelve una colaboración bien padre, que da mucha retroalimentación a la historia. En Desierto pude colaborar con mi primo Mateo (García, nieto del escritor Gabriel García Márquez) al escribir el guion. Después viajé tres años por desiertos para buscar locaciones con mi hermano Diego (Cataño, actor); y luego llegó Gael (García Bernal, actor) al trabajo con actores. Del cine me gusta el proceso de empezar muy solo escribiendo, trabajar con mucha gente en la producción y acabar bien solito editando.
A SU MANERA
Largo es el proceso creativo en las películas de Jonás Cuarón, sea por la búsqueda de financiamiento como también por tomar el tiempo que considere necesario hasta alcanzar un desarrollo que lo convenza. Por cuatro años hizo fotografías hasta lograr el guion de su primer largometraje, Año uña (2007), inspirado en el cine experimental del francés Chris Marker y su fotonovela La Jetée (1962). Su reciente filme tardó siete años en llegar a las pantallas.
Desierto (2015) es una película que transcurre en la frontera México-Estados Unidos, donde un estadounidense —Sam, Jeffrey Dean Morgan— y su perro —Tracker— emprenden una despiadada cacería de inmigrantes. El mexicano Moisés —Gael García Bernal— es la víctima que resiste y se rebela. En 90 minutos de acción trepidante —una de esas historias que tensan la espalda y ponen a sudar al espectador— se trastocan los roles de héroe y villano así como el estereotipo de inmigrante sumiso para transformarse en hombres y mujeres que pelean por sobrevivir.
Emparentada directamente con la multipremiada Gravity, desató reacciones diversas en la crítica internacional. Algunos expertos que aclamaron el relato en el espacio tildaron de “simplista” la historia perturbadora de Desierto, que llega al público en tiempos de debate sobre leyes migratorias y elecciones presidenciales en Estados Unidos. El director no se intimida y convoca a su público a enviarle fotos con la etiqueta #LasPalabrasSonTanPeligrosasComoLasBalas, que él buscará entregar después al derechista Donald Trump, estandarte de la ideología antiinmigrante.
RELATO CON TRASFONDO INCÓMODO
Sobre Desierto y sus razones, el director explica: “Siempre me apasionó la idea de hacer una película que no tuviera diálogos o que se contara al poner a los personajes en un contexto. Cuando le enseñé el guion a mi papá le interesó mucho y a partir de ahí escribimos Gravity. Son películas de conceptos muy similares, ponen a personajes en situaciones de supervivencia, aunque las historias acabaron siendo muy distintas: al estar una en el espacio, su trama es sobre temáticas existenciales; al ser la otra en el desierto fronterizo, se volvió una historia de inmigrantes. Siempre bromeo con mi papá sobre que Desierto es Gravity con los pies en la tierra”.
Jonás asegura que en su última película hay tres personajes principales: Sam (Jeffrey), Moisés (Gael) y el desierto.
—¿Por qué dices que el desierto es un personaje?
—En la temática migratoria, toda esta retórica de odio y racismo viene de que tenemos una noción muy surreal de las fronteras. Nos definimos como mexicanos o como gringos cuando todos somos humanos. El desierto no hace esa distinción. El gringo caza a Gael por su ideología política, pero al desierto le da igual si uno es mexicano y el otro gringo; para el desierto ambos son lo mismo y no va a tener compasión. Además, lo que me gusta de las historias de supervivencia es que en esos contextos los seres humanos tiran el bagaje que cargan y todo lo humano se revierte en una sensación animalística, instintiva.
—Después de una primera película atípica, experimental y una superproducción de éxito mundial ahora haces un thriller. ¿Son opuestos? ¿Cambiaste?
—En mi proceso creativo nada es muy premeditado, es más la obsesión del momento. En Año uñaestaba obsesionado con La Jetée;con Desierto me obsesionó el cine de los años setenta, que es político y minimalista, con trama sencilla y visceral. Admiro ese cine de género porque cuando está bien hecho y es muy puro, es como un golpe al estómago. Hago películas sobre lo que estoy obsesionado en el presente.
—¿Qué te preocupa?
—Mi preocupación primordial son mis dos hijos, quizá por eso mis personajes se vuelven repetitivos: en Gravity, la preocupación del personaje son sus hijos; en Desierto, la preocupación de Moisés es su hijo. Eso siempre acaba estando en mis historias. También tengo muchas otras: la migración y todo lo que surge del problema de la desigualdad (social y económica). Viviendo en México es algo que ves todos los días.
LA HERENCIA
Hablar de una estirpe familiar no lo incomoda, y tampoco alardea con el asunto. Dice que a ninguno de ellos los vio como cineastas o escritores, simplemente eran su abuelo, su tío o su papá. “Cuando acabé siendo escritor y cineasta, me di cuenta de que sí tuvieron mucha influencia en mí. Creo que la gente acaba cayendo en el ámbito del trabajo familiar porque es lo que ves cuando creces, lo que mamas. Se vuelve natural”.
—¿Te ha facilitado las cosas?
—En lo práctico no me ha facilitado. Cuando haces una película como Año uña, experimental y de foto fija, por más que traigas el apellido no mucha gente se quiere subir al tren. Cuando empecé Desierto nadie me quiso financiar en Estados Unidos. Lo que sí me ha ayudado es que desde chiquito pude observar lo que hacían mi papá y Carlos, tuve educación fílmica, y creo que soy afortunado.
DESIERTO
(México, Francia, 2015)
Dirección: Jonás Cuarón
Producción: Alfonso Cuarón, Carlos Cuarón, Jonás Cuarón, Alex García, Charles Gillibert
Guion: Jonás Cuarón y Mateo García
Fotografía: Damián García
Edición: Jonás Cuarón
Música: Yoann Lemoine
Vestuario: Andrea Manuel
Protagonistas: Gael García Bernal, Jeffrey Dean Morgan, Alondra Hidalgo, Diego Cataño
En salas de México desde el 15 de abril, con 400 copias.