La educación debe ser el motor de una economía. ¿Lo es para México?
La educación mexicana por muchos años se ha convertido en un botín político lo que la tiene atrapada en un sin número de obstáculos que le impide formar a los educandos con las habilidades que se requieren para enfrentar el actual siglo de una manera exitosa.
Para la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico) México es el peor país de los miembros de este organismo en las pruebas educativas PISA que se aplican cada tres años. Llevamos más de una década en el último lugar, con la complicidad de nuestras autoridades que poco hacen por cambiar esta realidad. Incluso se ha pensado en mejor no aplicarlas, como si negarnos a esta realidad nos resolviera el problema.
¿De quién es la culpa?
La culpa es de todos. Por un lado, los padres de familia que desde el desconocimiento de los procesos educativos creen que, si los alumnos asisten a cualquier escuela, recibirán las herramientas que les aseguren un plan de vida. Por otro lado, están los educandos que aceptan una formación que no coincide con la realidad que necesitan. Pero también las autoridades que nos gobiernan tienen la culpa, pues prefieren cerrar los ojos ante la necesidad de transformar la educación; al final tenemos un magisterio que se siente oprimido, poco motivado y lejos de la formación continua que necesita para construir procesos diferentes.
En medio de todo está México, un país que sigue viviendo de sus recursos naturales y la mano de obra barata, ambos ingresos sumamente amenazados en el siglo de la innovación, la disrupción y el emprendimiento, donde economías que hace apenas 30 años eran más pequeñas que la nuestra, hoy nos rebasan y se alejan cada vez más.
Hace unos días Global University, la institución en la cual funjo como rector, recibió una sanción por parte de la SEP debido a que en un proceso de supervisión esta autoridad encontró algunos faltantes que consideraron delicados, como fue un currículum de un docente (cuando se entregaron más de 300), un acta de nacimiento de un alumno (cuando se entregaron más de 400), un formato de calendario escolar, y algunas otras minucias que ameritaron la colocación de sellos de clausura en un par de vidrios del campus universitario; sellos que incluso no fungieron como clausura, pues la universidad nunca fue cerrada, más bien fue expuesta a la sociedad como si fuésemos parte de un plan para exhibirnos ante la sociedad.
Yo me pregunto, ¿debería la SEP sancionar o ayudar a mejorar? Me hubiese encantado recibir una supervisión sobre los modelos académicos, los estándares de calidad que se usan, los procesos de formación docente, la internacionalización de los alumnos, la investigación de las facultades, la calidad de los docentes, etc., etc. Pero no, la SEP ahora se ha convertido en un escrutador de papeles, que en este caso bien pudiesen haber sido traspapelados por ellos mismos, pues esta supervisión implicó más de 10 mil hojas que se entregaron en una ventanilla de ese organismo, donde un funcionario fue anotando con pluma azul al lado de la hoja de entrega, lo que se iba recibiendo. Tremendamente triste y lamentable que hoy nuestras autoridades educativas se preocupen mucho más por la forma que por el fondo, cuando la realidad es que la calidad educativa del país se desmorona cada día más.
Tenemos nuevo gobierno y secretario de educación, por lo que confiamos plenamente en que el Mtro. Mario Delgado ponga orden en la SEP y que, con el apoyo de la nueva presidenta, se logren estructurar las bases de un sistema educativo eficiente que facilite la calidad, el desarrollo, la innovación como bases de una mejor economía para nuestro país. En sus manos estamos, confiamos en su trabajo; lo que nos jugamos es mucho, por lo que tenemos todos que dar nuestro mejor esfuerzo.