No todos los azúcares son iguales; es más, en lo que se refiere a la obesidad infantil, la fuente u origen del azúcar es mucho más importante que la cantidad consumida. Al menos, eso sugiere una investigación reciente.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) informa que, en 2022, 37 millones de personas menores de cinco años tenían sobrepeso y que más de 390 millones de niños y adolescentes de cinco a 19 años tenían un peso mayor al ideal.
La obesidad es una compleja enfermedad crónica que se define por una acumulación excesiva de grasa que puede ser perjudicial para la salud, pues puede provocar un aumento del riesgo de diabetes de tipo 2 y cardiopatías, afectar la salud ósea y la reproducción y aumentar el riesgo de que aparezcan determinados tipos de cáncer. También influye en aspectos de la calidad de vida como el sueño o el movimiento.
Una de las principales causas de obesidad infantil es el consumo excesivo de alimentos azucarados, y sucede que los menores ingieren casi el triple de la recomendación de azúcar diaria que ha establecido la OMS, sugerencia que limita el consumo a seis cucharaditas de azúcar al día. Con todo, el azúcar añadido representa apenas un pequeño porcentaje de lo que podemos obtener con la dieta.
TODOS LOS AZÚCARES SON UN FACTOR DE RIESGO PARA LA OBESIDAD
“El abuso de los alimentos con azúcares es un factor de riesgo para el sobrepeso y la obesidad infantil. Por ello, es importante que los niños consuman menos alimentos azucarados —como dulces, pasteles y bebidas endulzadas con azúcar—, y mejor opten por ingerir más frutas y productos lácteos sin endulzar, incluidos leche y yogur”, detalla una declaración de la epidemióloga Junyang Zou, investigadora y candidata doctoral en la Universidad de Groninga, Países Bajos.
“Pese a que las frutas y los productos lácteos no azucarados se consideran saludables, de cualquier manera contienen grandes cantidades de azúcares intrínsecos; es decir, azúcares no añadidos, pero que están presentes en los alimentos de forma natural. La intención [de nuestro estudio] era averiguar si la fuente del azúcar —añadida vs. intrínseca—, así como la cantidad, incidían en la probabilidad de desarrollar sobrepeso u obesidad”, agrega la científica.
En su comunicado, Zou señala que, aunque esta asociación ha sido objeto de numerosas investigaciones, los resultados aún son contradictorios. En un intento para esclarecer esta situación, la epidemióloga y sus colegas consultaron la base de datos de la cohorte GECKO Drenthe, un estudio longitudinal aún en proceso que da seguimiento a los niños nacidos en el norte de los Países Bajos entre los años de 2006 y 2007.
EL CONSUMO DE AZÚCAR DE LAS GOLOSINAS AUMENTA EL PESO
Armados con esa información, los integrantes del equipo analizaron las cifras publicadas para determinar si existía alguna asociación entre la ingesta total de azúcar en los primeros años de la infancia y el consumo de azúcares de distintas fuentes, así como sus repercusiones en el índice de masa corporal (IMC), el aumento de peso y la obesidad infantil.
El primer hallazgo fue que los 817 niños incluidos en el análisis mantuvieron un peso normal a los tres años de edad, con un consumo promedio de azúcar de 112 gramos diarios, cantidad que incluía tanto azúcares naturales como añadidos, mayormente derivados de las siguientes fuentes de azúcar:
1. Bebidas azucaradas: 41.7 gramos al día (promedio).
2. Productos lácteos: 18.6 gramos al día.
3. Golosinas azucaradas: 13.1 gramos al día.
4. Frutas: 13 gramos al día.
Ahora bien, al alcanzar las edades de 10 y 11 años, 102 de esos niños presentaban sobrepeso u obesidad. Los investigadores señalan que, lo más interesante es que, aunque la ingesta total de azúcar a los tres años de edad no se asoció con el IMC alcanzado a los 10 y 11 años, el incremento de dicho índice guardó correspondencia con un mayor consumo de azúcar derivado de las golosinas azucaradas.
En contraste, el aumento de la ingesta diaria de azúcar obtenido de las frutas se asoció con una calificación IMC más baja cuando los niños cumplieron 10 y 11 años de edad, en tanto que un mayor consumo de azúcares derivado de productos lácteos líquidos y no azucarados —como la leche— también se asoció con una menor probabilidad de desarrollar un IMC indicativo de obesidad o sobrepeso.
EL AZÚCAR DE LAS FRUTAS SE LIBERA CON MÁS LENTITUD EN EL ORGANISMO
Es más, los niños que tuvieron la mayor ingesta de dichos lácteos hasta los tres años de edad redujeron hasta en 67 por ciento su riesgo de sobrepeso u obesidad a los 10 y 11 años, comparados con los sujetos cuyo consumo de lácteos fue mucho menor.
Si bien el estudio no investigó por qué las distintas fuentes de azúcar tuvieron efectos diferentes en el peso, los autores sugieren que esto podría deberse, en parte, a que el azúcar de las frutas se libera con más lentitud que los azúcares de las golosinas azucaradas, y también a la forma como los distintos tipos de azúcar interactúan con el organismo.
Cabe resaltar que el estudio se fundamenta en asociaciones y observaciones, de modo que hacen falta más investigaciones para confirmar la intervención de mecanismos bioquímicos potenciales. Aun así, los datos obtenidos apuntan a que, en el caso de la obesidad infantil, la fuente de azúcar podría ser más relevante que la cantidad.
“Es importante que los niños aprendan a consumir frutas y leche en vez de optar por productos lácteos azucarados, dulces, pasteles y otros alimentos ricos en azúcares añadidos”, concluye la declaración de Zou.
Los investigadores presentaron sus resultados durante el Congreso Europeo sobre Obesidad, celebrado en mayo en la ciudad de Venecia, Italia. N
(Publicado en cooperación con Newsweek. Published in cooperation with Newsweek)