Cuando Adrián Meléndez, un trabajador humanitario mexicano de 35 años, puso un pie en un campo de refugiados sirios en Irak, en 2013, pensó que había llegado a un lugar infernal. Pero todavía no había visto lo peor.
Durante los siguientes doce meses, la cantidad de hombres, mujeres y niños intentando escapar desesperadamente del baño de sangre en Siria fue tan grande que Turquía, Líbano y Jordania se llenaron a su máxima capacidad. Sin muchas opciones, miles decidieron hacer el peligroso camino a Europa —arriesgando así sus vidas para cruzar el mar Mediterráneo.
Mientras que el horror del Mediterráneo se desarrollaba en los canales de noticias mexicanos con imágenes de cientos de cuerpos ahogados, Adrián supo que tenía que hacer más. Entonces tuvo su propio momento “eureka”.
“Me había impresionado mucho el potencial de mucha gente que había conocido en los campos de refugiados. Muchos jóvenes talentosos y educados que estaban ahí, sin nada que hacer, sin trabajo, nada. Sólo esperando que la vida les pasara por enfrente,” dice Adrián.
“Pensé que tenía que hacer algo. Pensé que organizar visas de estudiantes y becas para ellos sería relativamente fácil”.
Muchos de los amigos de Adrián pensaron que estaba loco. A pesar de sus mejores intenciones, la idea parecía imposible.
Sin embargo, dieciocho meses más tarde, y a pesar de todo, lo logró.
Essa Hassan, un sirio de veintisiete años, sonríe generosamente sentado en una mesa en los vastos jardines de la Universidad Panamericana, una institución privada en Aguascalientes, una ciudad pintoresca a seis horas de autobús de la Ciudad de México.
Es el primero de treinta estudiantes en llegar gracias a los esfuerzos de Adrián y de la organización que fundó: el Proyecto Habesha. La organización toma su nombre de un vocablo africano que se usaba para eliminar la distinción entre tribus y celebrar la unión de los pueblos.
“La idea es dar una oportunidad a la gente joven para que puedan terminar sus estudios. La experiencia muestra que invertir en gente que tuvo que escapar de conflictos es un elemento muy importante a la hora de reconstruir sociedades afectadas por la guerra,” explica Adrián.
Essa sonríe mientras describe cómo va a pasar un año en una inducción intensiva y estudiando español. Después va a tomar cursos en sociología y antropología, entre otros.
Originario del pueblo de Marzaf, en el noreste de Siria, Essa salió del país en marzo de 2012 para escapar del servicio militar obligatorio del régimen de Assad.
“Irme era la única opción que me quedaba. Intenté demorar el servicio militar estudiando, pero no pude encontrar un máster a tiempo. No tenía un plan exacto. Mi prioridad era irme y luego encontrar una forma de sobrevivir. Era todo un lío”, dice.
Se marchó con 450 dólares y algunos de sus libros favoritos para lo que pensó sería un viaje relativamente corto. Eso fue hace más de tres años y medio. Cruzó la frontera entre Siria y Turquía y, después de unos meses, llegó a Líbano donde consiguió trabajo con una organización humanitaria.
“Cuando llegué habían unos dos mil refugiados, y dos años después habían cien mil, sólo en el área donde trabajaba. Era un caos absoluto. No había educación para los niños, ni salud, ni suficiente comida”, dice Essa.
Con el número de personas que llegaban al Líbano aumentando rápidamente, la vida para los sirios se tornó cada vez más difícil. Las condiciones en los campos de refugiados eran extremadamente duras, sin suficiente comida para todos. El acceso a cualquier forma de educación era casi imposible. Essa quería mejorar sus estudios y vio que en Líbano no había futuro para él. Ahí fue cuando conoció a Adrián, quien, viendo el enorme potencial de Essa, comenzó a trabajar en su caso: sabía que una visa de estudiante podría brindarle una ruta de escape a México.
“Al principio pensé que iba a tomar seis meses para conseguir todos los papeles. Pensé que la situación era tan clara que iba a ser fácil, pero terminó siendo un proceso largo. Por momentos la situación se volvió muy difícil y pensamos que no iba a ser posible traer a Essa, pero tenía mucha determinación. No podía dejarlo, él contaba conmigo”, cuenta Adrián.
Adrián no estaba dispuesto a aceptar un “no” como respuesta. Encabezó una enorme campaña en nombre de Essa, golpeó puertas de políticos, consiguió el apoyo de celebridades y lanzó una campaña para conseguir apoyo público para el proyecto.
Pero a Essa se le acababa el tiempo.
“Ya había gastado casi todo mi dinero y se me estaban acabando las opciones. En noviembre había perdido toda la esperanza. Lo único que sabía era que volver a Siria no era una opción para mí”, detalla.
Y, finalmente, las cosas se dieron: todo su esfuerzo había valido la pena. Las autoridades mexicanas acordaron dar a Essa una visa estudiantil y una oportunidad en la vida.
LA RESPUESTA LATINOAMERICANA A LA CRISIS DE REFUGIADOS
Essa es el único refugiado sirio con una visa en México hasta el momento. Aun cuando el país todavía no acordó formalmente aceptar a refugiados, muchos ven esto como un buen primer paso.
La decisión sigue una serie de iniciativas de países como Brasil, Argentina y Uruguay, dar alguna forma de admisión a algunos de los más de cuatro millones de refugiados sirios que actualmente sobreviven en penosas condiciones en campos de refugiados, asentamientos informales y ciudades en Turquía, Líbano, Jordania, Egipto e Irak.
Essa dice que se está adaptando muy bien a la vida en México.
Aun cuando sólo han pasado algunos meses desde que llegó al país, ya puede hablar suficiente español para pedir comida, moverse en la ciudad y hacer amigos.
Essa no sabe si quiere quedarse en México permanentemente. Pero después de tres años de incertidumbre, al fin tiene un respiro.
“Quiero continuar con mis estudios, continuar preparándome para el futuro,” dice.
Feliz con su éxito, Adrián ya está trabajando para traer a los otros veintinueve estudiantes que fueron seleccionados para el proyecto.
“Lo más importante del proyecto es mostrar que cualquiera puede hacer algo para ayudar. Desde que Essa llegó a México hemos recibido mensajes de gente de Ecuador y Costa Rica que quieren hacer lo mismo. Así que, definitivamente, hay esperanza”.
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Para más información:
—Proyecto Habesha http://www.proyectohabesha.org/
—Amnistía Internacional https://www.amnesty.org/es/