La mujer casada con el heredero del trono británico entra
al Centro de Apoyo a Víctimas de Violación y Abuso Sexual en un sureño suburbio
londinense a través de la escalera de incendio. Camilla, duquesa de Cornwall
–era Camilla Parker Bowles hasta que se casó con el Príncipe Charles en 2005–
no quiere llamar la atención sobre la ubicación del centro al entrar por la
puerta del frente. Elegir esta entrada evita a los fotógrafos que podrían estar
esperándola en gran medida fuera de la vista de los transeúntes y ayuda a
preservar la ordinariez segura del edificio, lo cual es vital porque las
mujeres allí dentro no quieren que sus abusadores las encuentren.
La duquesa comienza su visita. Cada vez que le presentan
un miembro del personal o una víctima de violencia sexual –hay alrededor de 30
mujeres, tanto víctimas como ayudantes–, ella se inclina hacia delante,
haciendo la interacción un poco más íntima que la mayoría de los saludos de
mano entre los comunes y la realeza. La duquesa, quien viste un sobrio traje
azul grisáceo con dos delicados broches de luciérnagas en una solapa, no parece
inquietarse por los anillos en las narices de algunas de las mujeres que conoce
o por los tatuajes que algunas de ellas muestran en sus brazos. Tampoco parece
importarle que la mayoría de las mujeres no le haga reverencias o se refiera a
ella como “señoría”, como lo exige el protocolo real.
Ubicado en Croydon, el centro provee a las víctimas con
terapia a largo plazo para ayudarles a “pasar de ser víctimas a ser
sobrevivientes”. La duquesa visitó el centro por primera vez en 2009 después de
una solicitud de su directora ejecutiva Yvonne Traynor. “Muchas celebridades y
miembros de la realeza no tocarán el abuso sexual ni con pinzas porque es tan
contundente”, dice Traynor. “Pero ella no es así. Ella de inmediato las relajó
a todas, no se encogió y no fue condescendiente ni mostró lástima”. Desde 2009,
la duquesa ha visitado muchos otros centros de víctimas de violación por todo
el Reino Unido y en sus viajes al extranjero. “Ella es una de nosotras, una
persona común que ha sido lanzada a los reflectores”, dice Traynor. “Ella
incluso lleva su propio dinero”.
El afecto que el pueblo británico, como Traynor, siente
cada vez más por Camilla –en especial por su capacidad para dar la impresión de
ser parte del pueblo en vez de parte de la elite gobernante– refleja un cambio
radical en la manera que el público británico piensa de la mujer que
supuestamente estuvo involucrada con Charles cuando él estuvo casado con la
Princesa Diana. En una entrevista televisada por la BBC en noviembre de 1995,
la Princesa de Gales ventiló públicamente sus sentimientos con respecto a Camilla,
sin mencionarla. “Había tres de nosotros en este matrimonio, así que estaba un
poco atestado”, dijo la princesa. Trate recuperarse de semejante injuria,
cuantimás cuando la profiere una princesa hermosa y de apariencia vulnerable
cuya popularidad enorme sólo creció con su muerte en un accidente
automovilístico en 1997.
Pero después de 10 años del matrimonio de Camilla con
Charles, la actitud del público británico con respecto a ella se ha suavizado.
Aunque no está claro si se ha suavizado lo suficiente para que su marido se
atreva en convertir en su reina a la mujer que ama. La gente cercana a la
familia real dice que el mayor deseo de él es que de llegar a ser rey, Camilla
sea coronada junto con él, una acción que sellaría la travesía de ella de amante
calumniada a pareja totalmente aceptada en la vida. Charles “espera que el
público con el tiempo cambie de opinión”, dice un contacto real cercano. Tal
vez no haya una cantidad enorme de tiempo para que eso suceda. La madre de
Charles, la Reina Elizabeth, cumplirá 90 el próximo año. Ella parece tener
buena salud, pero es casi seguro que está en su ocaso. Los observadores hablan
cada vez más del papel que Camilla asumirá en el caso de que Charles sea rey.
Charles sabe que quizá no realice su deseo. Una persona
cercana a la realeza le confía a Newsweek que Charles está empezando a aceptar
que el público británico no la ha aceptado del todo. Un sondeo de YouGov
publicado antes del 10º aniversario de bodas de Charles y Camilla en abril de
2015 reveló que 35 por ciento de los contactados dijo que no quería que Camilla
fuese reina. Mientras que 49 por ciento dijo que estaba a favor, no hay un
documento constitucional que determine cómo se debe llamar a la esposa de un
rey. La cuestión la decide una prerrogativa real en vez del Parlamento; en
otras palabras, el Rey Charles tendrá la única autoridad con respecto a si su
esposa será conocida como Reina Camilla. Legalmente, Camilla se convertiría
automáticamente en reina si el Príncipe Charles llega a ser rey, pero no es tan
simple. Una declaración de la Clarence House, la residencia oficial en Londres
del Príncipe Charles y Camilla, publicada el día en que se casaron, anunció que
Camilla sería conocida como princesa consorte en el caso de que Charles
asumiera el trono.
Eso estaría bien para Camilla. “La duquesa está tranquila
al respecto”, dice el contacto cercano. “No pienso que a ella le importaría si
no es coronada reina”. El sobrino de Camilla, el empresario Ben Elliot, dice:
“Ella no tiene ambición de ser reina. Solo quiere apoyar a su marido”. El
historiador de arte Roy Strong, quien ha conocido a Camilla por muchos años,
está de acuerdo: “Ella no es una mujer que haya querido ser reina y por defecto
terminó como la esposa del rey”, dice Strong. “Uno no siente que ella sea una
amañadora e intrigante. No pienso que tenga ese tipo de ambición en mente”.
Que Camilla llegue a ser reina dependerá en gran medida de
cómo los británicos perciban la relación de ella con dos jóvenes que tenían 15
y 12 años de edad cuando su madre murió. Si hubo un sentimiento nacional más
fuerte que la pena en los días notables después de la muerte de Diana, fue una
sensación compartida de protección por los dos muchachos que en cierta forma
lograron no llorar mientras seguían el ataúd de su madre a la abadía de
Westminster para su funeral el 6 de septiembre de 1997. Millones de personas
alrededor del mundo estaban llorando. Camilla, prudente e inevitablemente, se
mantuvo fuera del ojo público tanto como pudo por entonces.
Pero meses después, el hijo mayor de Diana tomó una
decisión quizá inesperadamente adulta para un adolescente que trataba de
superar semejante pena. Un día en junio de 1998, a menos de un año de la muerte
de su madre, William se presentó inesperadamente en el palacio de St. James,
donde él tenía un apartamento. St. James, cercano al palacio de Buckingham, es
hogar de altos miembros de la realeza y solteros. Los príncipes William y Harry
y la Duquesa de Cambridge (otrora Kate Middleton), entre otros, también tienen
sus oficinas allí. Camilla visitaba ese día a Charles en su apartamento.
El Príncipe Charles aprovechó la oportunidad y le preguntó
a William si vería a Camilla. Los dos nunca se habían visto. El joven príncipe
aceptó. Charles llevó a Camilla al apartamento de William, hizo las
presentaciones y se marchó. Camilla y William hablaron por media hora. Era un
encuentro potencialmente explosivo y, por lo menos, estresante en extremo para
ambas partes. Cuando Camilla salió, según un reportaje en el periódico The Sun,
ella dijo: “Necesito una copa”. William quiso mantener privada la reunión, pero
para su furia, se filtró a la prensa. En un documental de la BBC de febrero
pasado, Sandy Henney, ex asesora de prensa del Príncipe Charles, confirmó cuan
enojado estaba el Príncipe William cuando los detalles de la reunión se colaron
a la prensa.
Un encuentro no podía aliviar las heridas del joven
príncipe, y William aceptó ver a Camilla de nuevo, para tomar té un par de
veces y también para almorzar. Pero no fue sino hasta febrero de 2001 que él
consintió ser visto oficialmente con ella en público. La ocasión cuidadosamente
coreografiada fue en una fiesta londinense para celebrar el 10º aniversario de
la Comisión de Quejas de la Prensa. William y su padre llegaron 10 minutos
antes que Camilla, quien llegó con su hijo, Tom Parker Bowles, y su hermana,
Annabel Elliot. Charles y William se quedaron en un lado de la sala mientras
camilla se quedaba en el otro. Los columnistas de chismes notaron que este era
un paso significativo en la relación de la pareja. Una persona cercana dice a
Newsweek: “El Príncipe Charles sabía que no podía casarse con Camilla hasta que
sus hijos se sintieran más cómodos con ella y que el público hubiera tomado
consciencia de ello y a veces se desesperaba por lo que parecía una espera
interminable”.
A Harry también se le dificultó intimar con ella. Los dos
muchachos sabían demasiado bien que la existencia de ella había torturado a su
amada madre. Y Camilla sabía que la memoria probablemente siempre actuaría como
una barrera emocional entre ella y los hijos de Charles. “En reconocimiento a
Camilla, ella nunca trató de remplazar a su madre”, dice una persona cercana.
La popularidad de Charles se desplomó después de la muerte
de Diana, pero para 2002 de nuevo era favorecido por el público, en gran medida
porque muchos británicos pensaron que era un buen padre. Él aplazó su tan
esperada ceremonia nupcial otros tres años, hasta que William y Harry
finalmente estuvieron de acuerdo con la idea. Los jóvenes príncipes publicaron
una declaración conjunta antes de la boda: “Ambos estamos contentos por nuestro
padre y Camilla, y les deseamos la mejor suerte para el futuro”.
Hoy, la relación entre la madrastra y los hijastros parece
cálida pero moderada. Una persona cercana a la realeza dice: “Ella ahora se
lleva mejor con William y Harry, y a ellos les complace que ella haga feliz a
su padre, pero no son especialmente cercanos. Ella no ve mucho a William y
Kate, en especial desde que ellos se mudaron a su casa de campo, Anmer Hall, en
Norfolk. Por algún tiempo, se pensó que la duquesa y Kate intimarían, pero no
ha sucedido. William también deja en claro que Camilla es la esposa de su
padre, pero no una abuelastra de sus hijos, y que el Príncipe George y su
hermana la Princesa Charlotte tienen dos abuelos, pero sólo una abuela”.
Felizmente para Camilla, la bisabuela de George y
Charlotte parece haber aceptado del todo a su nuera. En una tarde reciente,
acompañé a la duquesa en un evento en las Cocheras Reales del Palacio de
Buckingham celebrado por Brooke, una organización benéfica que ayuda a cuidar
de caballos de tiro, burros y mulas. Monty Roberts, de 80 años, un reconocido
susurrador estadounidense de caballos y embajador de la organización, demostró
sus técnicas innovadoras con una yegua de cinco años que había tenido contacto
mínimo con la gente y nunca ha llevado silla o sido montada, para mostrar cómo
podía ser entrenada en 20 minutos para aceptar un jinete, en vez de las seis
semanas usuales. La duquesa, quien es patrocinadora de la organización,
comparte la pasión de Roberts por llevar el entrenamiento no violento al mundo
equino.
Se presentó una visita sorpresa: la reina, tomándose un
respiro de la visita de estado del presidente chino Xi Jinping. Camilla besó a
su suegra en ambas mejillas y luego le hizo una reverencia. Las dos mujeres
miraron cautivadas cómo Roberts hacía sonidos de cloqueo y besos; él movió sus
manos y un palo largo con una bolsa de plástico en un extremo. La yegua
respondió girando a un lado, luego al otro y acercándose a Roberts para que la
acariciara, y luego Roberts le puso una silla y estribos. Finalmente, un
miembro de su equipo montó a la yegua y la guio por la pista. Todo el tiempo,
la reina y la mujer que, en palabras de Strong, el historiador de arte, ha
hecho al hijo mayor de la reina “menos nervioso y más confiado en sí mismo”
platicaban alegremente y le hicieron a Roberts muchas preguntas.
Pero es con su propia familia que Camilla es el tipo de
persona que lleva su propio dinero. Camilla y su ex marido, el ex brigadier
Andrew Parker Bowles, comparten dos hijos casados: Laura Lopes, quien tiene una
hija, Eliza, de siete años, y los gemelos Gus y Louis, de seis años; y Tom,
quien tiene una hija, Lola, de ocho años, y un hijo, Freddy, de cinco años. Tom
es un periodista de alimentos y presentador de televisión. Laura es curadora de
arte.
Aun cuando la duquesa a menudo pasa los fines de semana
con Charles en Highgrove House, su casa de campo en Gloucestershire, ella
también conserva la mansión del siglo XVIII de la familia Parker Bowles, en la
vecina Wiltshire. Allí, sus nietos pueden correr con libertad y ver programas
de TV que Charles quizá no aprobaría. Él es notoriamente quisquilloso y no le
gusta que le tiren sus cosas, aun cuando viaja con regularidad para acompañarla
a cenar las noches de sábado.
Pero aun cuando los miembros de la familia Parker Bowles
pudieran parecer de clase media en comparación con la familia política de
Camilla, definitivamente no lo son. Tom, como su padre, es parte de la línea de
sucesión del condado de Macclesfield. Los abuelos del marido de Laura fueron
pares de la realeza británica. Camilla es bisnieta de Alice Keppel, amante de
Eduardo VII. Camilla se presentó en sociedad en 1965, y una herencia de 500,000
libras de un miembro de la familia de su madre significó que nunca haya
necesitado trabajar. Su primera boda, en 1973, fue descrita en la prensa como
la “boda de sociedad del año”. Su futura suegra, la reina, fue una invitada.
Pero cuando uno conoce a la duquesa, entiende lo que
Traynor quiso decir respecto a que Camilla es “una de nosotros”. Ella tiene una
cordialidad natural, tiene los pies en la tierra y es claramente tenaz. (Ella y
Charles se conocieron en 1971 cuando ella tenía 23 años y Charles era un año
menor; no puede haber muchas mujeres que esperarían más de 40 años para casarse
con el hombre que aman.) Presentarse, sonreír, aceptar flores, saludar de mano
y apoyar varias organizaciones benéficas es una parte intrínseca de la vida de
la esposa de un alto miembro de la realeza. Pero la duquesa no se involucrará
con una organización benéfica a menos que la haya investigado cuidadosamente y
sienta que puede ser útil. Camilla obviamente ocupa su tiempo al máximo: a una
edad en que la mayoría de la gente se ha jubilado o está próxima a hacerlo,
ella es patrocinadora o presidenta de 75 organizaciones.
La duquesa es especialmente aficionada a las
organizaciones benéficas que cubren alfabetismo, violencia doméstica, bienestar
animal y niños enfermos. Ella ha escrito que uno de sus papeles es “sacar a la
luz la violencia oculta en los rincones oscuros de nuestra sociedad”. No toda
la realeza está tan dispuesta a aventurarse en las partes más desagradables del
mundo en que viven. Le pregunto si las historias brutales que oye persisten
después de que visita lugares como el centro de terapia de Croydon. “Pienso en
ellas muchísimo, y se quedan en el fondo de mi mente todo el tiempo”, responde
ella. “A menudo es muy desgarrador. Hago lo más que puedo para ayudar. Si te
preocupas mucho por ciertas cosas, como lo hago yo, es fácil para mí hacer
tanto como puedo”.
En 1997, el año en que Diana murió, Camilla se hizo
patrocinadora de una organización benéfica –la Sociedad Nacional por la
Osteoporosis de Gran Bretaña– por primera vez. Un ex miembro del personal dice:
“Fue el comienzo de apariciones en público cuidadosamente escogidas que con
suerte la presentarían en una luz cada vez mejor”. La duquesa eligió esta
organización en particular para su primera acción en un papel real muy tradicional
porque su madre y su abuela sucumbieron a la enfermedad dolorosa, incurable y
hereditaria.
Conforme pasaron los años después de la muerte de Diana,
Camilla se convirtió en una figura cada vez más pública, aun cuando aquellos
británicos renuentes a renunciar a la fantasía del romance de cuento de hadas
de Charles y Diana todavía la veían como la mujer que había roto un matrimonio
feliz. Strong dice que ella ahora es mucho mejor en sus deberes públicos de lo
que solía ser: “Al principio, era un manojo de nervios, pero recientemente ha
cobrado aplomo”.
Le guste o no, Camilla tiene que competir con el legado
rutilante de buenas obras de Diana, así como en su papel de esposa del heredero
al trono. En una época en la que mucha gente estaba temerosa de tocar a gente
con VIH y SIDA, Diana se aseguró de que la fotografiaran dándole la mano –sin
guantes– a personas que tenían SIDA. Ella hizo campaña por una prohibición
internacional a las minas terrestres y fue retratada abrazando en su regazo a
una niña angoleña de 13 años que había perdido una pierna en el estallido de
una mina terrestre. “Me gustaría ser la reina de los corazones de la gente”,
dijo ella a la BBC en esa famosa entrevista dos años antes de su muerte,
acuñando una frase que perdura hasta nuestros días. Diana también fue un
inimitable icono de la moda. Camilla es conocida por sentirse más cómoda en
ropas informales y botas Wellington mientras disfruta de la caza en el campo,
pero ha reconocido que está bajo un escrutinio constante, por lo que verse bien
para su marido se ha vuelto una prioridad. En los últimos años, parece que ella
ha cobrado confianza y hallado su propio estilo de moda. Mucho se debe al
diseñador de alta costura Bruce Oldfield.
Al hablar con Newsweek sobre su clienta real por primera
vez, él dice: “Cuando ella viene a una prueba, escucho todas las quejas por
cómo ella percibe la forma de su cuerpo y lo que quiere mostrar y lo que no.
Son el tipo de quejas compartidas por la mayoría de las mujeres de su edad. Por
ejemplo, pocas mujeres quieren mostrar sus brazos después de los 40 años. A la
duquesa le gustan los colores crema y los azules suaves y los verdes. El año
pasado, la vestí de rosa pálido, un color que no estaba acostumbrada a usar
pero que luego me dijo que le gustó a su marido, así que gané allí. A veces,
para ocasiones muy formales, ella podría decir que su atuendo con emballenado
no es muy cómodo. Le respondo que no se supone que sea cómodo, se trata de
hacerla ver preciosa, y le pido que lo aguante, lo cual usualmente hace”.
Junto con su confianza creciente ha venido una disposición
a usar sus conexiones, ya sean políticas o reales, para ayudarla con sus
organizaciones benéficas. Después de salir de Croydon, Camilla y su séquito
fueron a Nelsons, un fabricante británico de productos de salud en Wimbledon,
también al sur de Londres. Pero la duquesa no iba rumbo a Wimbledon por la
razón que muchos de la realeza hacen el viaje: ver un partido en las canchas de
pasto del Club de Tenis All England. Ella tenía la idea de proveer a las
víctimas femeninas de violación con una bolsa de artículos de tocador
reconfortantes, que ella describió como una “migaja de confort”. Las mujeres
recibirían los artículos después del trauma de las pruebas forenses posteriores
al asalto en London Havens, centros de especialistas para personas que han sido
violadas o asaltadas sexualmente. El personal de Nelsons había organizado una
línea de ensamblaje temporal. Cuando le preguntaron si le gustaría ensamblar
las bolsas de tocador, una mirada de ansiedad le cruzó el rostro. “Oh, no”,
dijo ella al principio, viéndose vulnerable, luego accedió, posiblemente
sintiéndose extraña por realizar una labor manual enfrente de fotógrafos. Ella
titubeó en poner el producto correcto en el lugar adecuado en las tres bolsas
transparentes de tocador entrelazadas. “No podría hacerles 10 de 10”, se
disculpó ella. “Puedo ver que requiere un poco de práctica”.
La duquesa sabe algo sobre práctica. Ella ha practicado
por años para la vida que tendrá y los deberes que asumirá cuando Charles sea
rey. ¿El público británico la aceptará y la amará como lo hizo con Diana?
Probablemente no de la misma manera, no. La duquesa nunca será, y nunca ha
tratado de ser, una segunda Diana. Reina o princesa consorte, el sentido de
justicia de Camilla, su estabilidad y su cordialidad obvia con los menos
privilegiados que ella bien podrían hacer que el pueblo británico la aprecie
como otrora apreciaron a la primera esposa de su marido.
——
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——
Publicado en cooperación con Newsweek/ Published in
cooperation with Newsweek