Un día del verano de 2014, un voluntario armado con una cámara se abrió paso hasta las doradas ruinas de la antigua ciudad de Palmira bajo el intenso sol sirio. Sin embargo, el calor sofocante pareció disiparse al aproximarse al sitio, un oasis para los viajeros desde el siglo XIX a. C. Se refugió en la sombra de los monumentos, extasiado e impresionado por la historia que contenían. Pero había ido a trabajar y, obligándose a volver al presente, alistó su cámara.
Pocos meses después, Palmira yacía en ruinas, era otra víctima de la cruzada del Estado Islámico (EI) en Siria e Irak. Sus torres y columnatas se habían reducido a escombros, y sus templos habían sido saqueados. Desde el aire parecía como si alguien hubiera cogido una escoba y barrido lo que quedaba de la ciudad ancestral, despejándola para los extremistas que ahora controlan ese sector del territorio.
El voluntario, quien hoy se encuentra a cientos de kilómetros del sitio, vio imágenes de la destrucción en los noticiarios vespertinos. Le dolió mucho, pero también sabía que no todo estaba perdido. Las imágenes televisadas no eran lo último que el mundo vería de aquellas maravillas de la antigüedad.
La contribución que Monuments Men (Hombres de los Monumentos) hizo a la herencia artística de occidente es incuestionable. La organización de historiadores, profesores, profesionales del arte y curadores (Monuments Men incluye también algunas mujeres) trabajó durante la Segunda Guerra Mundial para recuperar y proteger de los nazis obras de arte robadas. Sin ellos, algunas de las piezas más importantes del acervo artístico de Europa —El nacimiento de Venus, de Botticelli; El astrónomo,de Vermeer; La adoración del Cordero Místico, de Jan van Eyck— se habrían perdido para siempre. A la vuelta de más de setenta años, el mundo del arte y la arquitectura histórica vuelven a encontrarse en circunstancias similares. Grandes regiones de Oriente Medio han sufrido años de guerra y las bajas incluyen obras arquitectónicas antiguas e inapreciables.
Desde 2014, cuando tomó gran parte de Siria y algunas zonas del norte y oeste de Irak, el grupo militante Estado Islámico ha emprendido una campaña para destruir la herencia cultural de esos países, arrasando antiguos sitios que considera sacrílegos e idólatras. El grupo ha publicado videos de sitios destruidos con fuego, dinamita, excavadoras, picos y mazos. Tiene en la mira altares cristianos y musulmanes: el antiguo palacio del noroeste de Asiria en Nimrud; el Museo de Mosul en Irak; y los templos de Baalshamin y Bel en la ciudad siria de Palmira, todos fueron saqueados y destruidos. Las acciones del EI han recibido la mayor atención, pero el grupo no es el único que despoja los antiguos sitios. A la vez que distintas facciones compiten por el poder en Siria, pareciera que todos los rivales, incluido el régimen de Bashar al-Assad, el Ejército Libre Sirio y lugareños no afiliados intentan robar y lucrar con artefactos arqueológicos.
La destrucción y explotación del arte y la arquitectura tiene paralelos con lo ocurrido durante la Segunda Guerra Mundial y sería un crimen que el mundo se mantuviera impávido. No obstante, como mucho del arte rescatado durante la Segunda Guerra Mundial, la arquitectura medio oriental en peligro no puede transportarse a lugar seguro. Mas los obstáculos a la preservación han evolucionado, lo mismo que la capacidad para lidiar con nuevas situaciones. Por eso un equipo del Instituto de Arqueología Digital (IDA) está recurriendo a la opción más viable: usar la tecnología para proteger la herencia cultural.
Fundado en 2012 por Roger Michel, el IDA es un esfuerzo conjunto de las universidades de Harvard y Oxford para crear una base de datos de fuente abierta con imágenes de alta resolución y tridimensionales de objetos que incluyen documentos de papel, papiros, epígrafes y artefactos pequeños. El trabajo inició en el laboratorio y a la larga llegó al campo, donde los participantes del proyecto comenzaron a documentar la arquitectura antigua digitalmente, con la intención de asegurar que el legado de los sitios quedara protegido de riesgos como desastres naturales y cimientos deteriorados. Sin embargo, jamás esperaron enfrentar al Estado Islámico.
La labor que el IDA ha denominado Million Image Database (Base de datos Millón de Imágenes) empezó a principios de 2015. Para crear rápidamente el equipo fotográfico especial requerido para el proyecto, Oxford organizó el equipo tecnológico que dirige la especialista en magnetismo Alexy Karenowska, con el fin de desarrollar una cámara 3D de bajo costo y fácil de usar. Tomaron un modelo genérico e hicieron muchas modificaciones, añadiéndole características como modalidad macro (que permite enfocar objetos de corto alcance), formatos de archivo para almacenar información de anaglifos (capas de la fotografía de distintos colores que se superponen para crear un efecto tridimensional estereoscópico) y estampado GPS automatizado.
La función GPS es particularmente útil para rastrear artefactos saqueados, sobre todo cuando se enfrenta a un grupo como el Estado Islámico, que tiene su propio “ministerio de antigüedades” que contrabandea piezas en los mercados de arte. Si un artefacto robado aparece en el mercado, los investigadores pueden consultar las imágenes estampadas con tiempo y ubicación para determinar si estuvo en alguna de las localizaciones documentadas. En agosto, el FBI emitió una alerta a los comerciantes de arte para la búsqueda de artefactos robados en las regiones de Siria e Irak, recordándoles que la adquisición de dichas piezas es un delito federal. Si los artefactos saqueados se vuelven invendibles, habrá un factor menos para la devastación de los valiosos sitios antiguos.
Ya iniciado el desarrollo de la cámara, era tiempo de elegir los objetivos. La Unesco y el IDA crearon una lista de los sitios más amenazados de Jordania, Afganistán, Turquía, Siria, Yemen, Egipto, Irán e Irak. No pueden proporcionar los detalles debido a la sensibilidad del proyecto y la seguridad de los involucrados. Con todo, informan que muchos de los sitios fueron elegidos de la lista de Patrimonio Cultural en Peligro de la Unesco, entre ellos Palmira, adonde el equipo pudo ir para documentar el legado arqueológico antes de su destrucción.
Una vez elegidos los sitios, y diseñadas y construidas las cámaras, la Unesco y el IDA tenían que ponerlo todo en manos de participantes voluntarios. Y esa tarea recayó en el director de campo del IDA, Ben Altshuler, quien trabajó con la Unesco y tenía una buena cantidad de personal en las áreas afectadas y en organizaciones de campo en Siria, Líbano e Irak. Altshuler también había organizado un “verdadero ejército” de empleados museográficos, sociedades de anticuarios, arqueólogos y otros involucrados en la preservación de la herencia cultural.
Los voluntarios tienen amplio conocimiento local de los objetivos y, por ello, en muchos aspectos están mejor preparados para evaluar un área que cualquier destacamento de seguridad extranjero. Pero hay riesgos evidentes para quienes trabajan en el terreno inspeccionando la limpieza cultural del EI y, por ello, han debido adoptar precauciones muy estrictas: todos los voluntarios tienen que evitar las áreas controladas por el Estado Islámico o sus simpatizantes. Asimismo, han integrado un desfase de tres meses entre la fecha de las fotografías y su publicación, de manera que es muy difícil identificar al fotógrafo de algún sitio particular. Si bien los voluntarios no han tenido confrontaciones directas con quienes buscan dañarlos, han surgido otros desafíos. Por ejemplo, el equipo descubrió que la internet de alta velocidad no siempre está disponible en algunas regiones de Oriente Medio, y para remediar el problema, ahora las cámaras se entregan con franqueo postal prepago, para que los participantes puedan enviar las tarjetas de memoria llenas.
Michel señala que, en general, el proyecto se ha desarrollado con mucha más facilidad de lo que anticipaba. Calcula que, en este momento, hay unas mil cámaras en el campo y pretenden tener hasta cinco mil para fines de año. Con más de doscientas mil imágenes ya escaneadas, tienen mucho camino adelantado para alcanzar la meta de un millón o más a fines de este año. Y, pese a los riesgos, “a la gente parece gustarle esto”, dice Michel.
El proyecto es más que sólo evitar la pérdida de montones de piedras viejas. Katharyn Hanson, miembro docente de la Universidad de Pennsylvania, cuyo trabajo arqueológico se centra en la protección de la herencia cultural, apunta que la pérdida de ruinas en lugares como Palmira y Nimrud —ciudad iraquí de tres mil años con cientos de sitios históricos registrados— puede ocasionar un profundo sufrimiento a los habitantes de la región. “Es de vital importancia recordar que la herencia cultural construida en un lugar tiene una profunda conexión con el sentido de identidad de los habitantes locales”, informa.
Desde hace siglos, Oriente Medio ha sido una encrucijada y uno de los lugares con mayor diversidad cultural del planeta. Por ejemplo, como una de las ciudades habitadas durante más tiempo en la historia del mundo, los edificios de Palmira mostraban una combinación de estilos arquitectónicos que abarcaban del pre-Helenístico al Clásico Tardío, con estructuras construidas desde el siglo V a. C. hasta el I d. C. Su complejo de templos cumplió la función de avanzada comercial romana, mezquita, Iglesia católica e importante centro de caravanas en la Ruta de la Seda, y según Hanson, la ciudad tenía “la arquitectura romana mejor preservada del Mediterráneo oriental”.
“Si el Estado Islámico logra su cometido de borrar el pasado y obliterar del paisaje estos objetos y la arquitectura, la gente no tardará mucho en olvidar que alguna vez existieron”, dice Michel. No podemos recuperar la Palmira original, pero gracias a la labor del IDA, los sitios antiguos aún son accesibles al público, de cierta forma. Y en algunos casos, el proyecto incluso permitirá reconstruir algunos sitios.
Los edificios destruidos podrían construirse exactamente como los originales gracias a la nueva tecnología de impresión 3D en concreto. A decir de Michel, “el concreto fue uno de los materiales más utilizados en el periodo Clásico, así que, en esencia, usaríamos los mismos materiales con que edificaron las estructuras originales”. Ya hay proyectos para construir una réplica del arco del Templo de Bel —arcada triple del siglo II d. C. construida por los romanos en Palmira— para conmemorar el Día de la Herencia Mundial en Londres, en marzo del año próximo. El edificio principal del templo y su columnata fueron arrasados en agosto y septiembre de este año, pero el arco se salvó de la destrucción total. “La asombrosa resistencia de la estructura, y su destino aún incierto, harán de nuestra reconstrucción una pieza central poderosa y evocadora de reflexión en la celebración de marzo”, señaló Karenowska. El arco reconstruido permanecerá en Inglaterra hasta el día en que pueda instalarse en Palmira.
Tal vez la reconstrucción no sea la forma de preservación más “pura”, pero cuando no hay muchas otras opciones, puede ser la mejor solución. “Cuando ves las imágenes satelitales de estructuras que se vuelven escombros en cinco minutos, como el Templo de Bel en Palmira —dice Michel— te das cuenta de que se han perdido todas las reglas convencionales”. Hanson apoya las reconstrucciones, aun cuando considera que preservar la arquitectura es menos importante que el simbolismo de los esfuerzos de reconstrucción. “Después de que hicieron volar los altares —dice—, los propios sitios fueron destruidos con excavadoras y despejados [por el EI] para borrar su recuerdo físico”. Cualquier tipo de reconstrucción, en cualquier lugar, sería luchar contra lo que el Estado Islámico espera lograr.
El mes pasado se creó una importante sociedad entre el IDA, la Unesco y la Fundación Museo del Futuro de Dubái en los Emiratos Árabes Unidos. El museo, a inaugurarse en 2017, busca convertirse en un centro de innovación, para lo cual está atrayendo ingenieros, diseñadores, científicos, investigadores, financiadores y pioneros de toda índole que quieran unirse y colaborar en tecnologías para el futuro. Mediante su relación con la Fundación Museo del Futuro de Dubái, el IDA tendrá los recursos para más que duplicar sus reconstrucciones. Mientras que, inicialmente, sólo aspiraba a tres o cuatro proyectos en los próximos dieciocho meses, ahora contempla casi diez. La sociedad ha sido un auténtico “reforzador moral”, asegura Michel. “Es un trabajo 24/7 y con el respaldo sólido de partícipes regionales nos sentimos motivados a rendir el proverbial 110 por ciento”.
En este momento, el IDA está creando un portal en línea que albergará las imágenes reunidas del proyecto, las cuales estarán disponibles al público a principios de 2016 y darán a muchos la oportunidad de ver lugares que jamás oyeron mencionar, hasta que hicieron noticia como víctimas de la guerra.
Michel y su equipo están dedicados a responder a los ataques usando medios “constructivos, en vez de destructivos”. Y parece que da resultado: pese a sus intentos de erradicar la herencia cultural de Oriente Medio, el Estado Islámico ha inspirado nuevas formas de diseminarla. Al estimular los proyectos del IDA para colaboraciones creativas de escala global, el EI ha iniciado un diálogo entre quienes el grupo más quería silenciar.
Publicado en cooperación con Newsweek/ Published in cooperation with Newsweek