Cuando Yekaterina Vologzheninova, una dependiente de tienda del centro de Rusia, compartió alrededor de media docena de ligas sobre la guerra en el este de Ucrania con sus amigos en línea, ella no esperaba más que unas cuantas discusiones acaloradas, cuando más.
Pero sus 52 amigos en VKontakte, el Facebook del mundo rusoparlante, no eran los únicos que seguían sus publicaciones, que incluían ligas a documentales de producción ucraniana y programas de TV en que se criticaba al Kremlin. Oficiales del Comité Investigativo, una agencia del orden público al estilo del FBI que le responde sólo al Presidente Vladimir Putin, también la seguían en línea.
En diciembre de 2014, oficiales del Comité Investigativo, acompañados de agentes del Servicio de Seguridad Federal (FSB, por sus siglas en ruso), la agencia sucesora de la KGB, irrumpieron en el apartamento modesto de Vologzheninova en Ekaterimburgo, a unas 900 millas al este de Moscú. Ellos incautaron su computadora y cámara digital, así como la tablet nueva de su hija de 12 años. También le informaron a una Vologzheninova estupefacta que se la acusaba de “incitar al odio” contra los “voluntarios” rusos que combaten en Ucrania, así como contra las autoridades rusas.
Vologzheninova, quien nunca ha estado en el extranjero y tiene alrededor de 1 000 dólares ahorrados, también fue puesta en una lista federal de “terroristas y extremistas” que incluye al Estado Islámico (EI) y Al-Qaeda, y su cuenta bancaria y tarjetas de crédito han sido congeladas. Al preguntarle sobre el caso, una portavoz del fiscal regional dijo que publicar ligas a material “extremista” era un delito. Su juicio comenzó en octubre, a puertas cerradas, y Vologzheninova enfrenta hasta cuatro años de cárcel.
“Yo simplemente buscaba algunas opiniones alternas a la cobertura unilateral de los medios rusos dirigidos por el estado al conflicto en Ucrania. Nada de lo que ligué había sido clasificado previamente como extremista por las autoridades rusas”, dice Vologzheninova a Newsweek. “Y mi página en línea estaba marcada como privada, lo cual significa que sólo mis amigos podían ver las ligas”.
Los blogueros de oposición dicen que tal persecución es parte de una apuesta por silenciar a la vibrante comunidad en línea de Rusia. “Casos como el de Vologzheninova están planeados para asustar a otros”, dice Andrei Malgin, uno de los blogueros de oposición más influyentes de Rusia. “Es totalmente al azar, como una lotería. Cualquiera de nosotros podría sacar la paja más corta en cualquier momento”.
Cuando Putin asumió el poder en 1999, alrededor de 1 millón de rusos estaban en línea. Al paso de solo una década, esa cifra creció más de cincuenta veces. Putin no es un usuario de internet, y hasta hace poco desdeñaba el medio, llamándolo “50 por ciento porno”. Aun cuando restringió con dureza las libertades mediáticas desde los primeros días de su gobierno, Putin y sus asesores del Kremlin le prestaron poca atención al disentimiento en línea. Con un control total sobre la TV nacional, todavía la principal fuente de noticias para la mayoría de los rusos, parecía necesitarse poco más.
Conforme se extendió el internet de alta velocidad, los activistas de la oposición usaron herramientas en línea como Twitter y YouTube para resaltar la cultura de corrupción engranada en Rusia, así como llamar la atención sobre una gama de causas, siendo la más notable una campaña para defender el antiguo bosque cercano a Moscú de un proyecto carretero apoyado por el Kremlin. Estos activistas de internet fueron apodados burlonamente como “hámsteres de redes sociales” por funcionarios del gobierno, pero el poder creciente de los disidentes digitales rusos se volvió evidente en las elecciones parlamentarias de 2011, cuando videos en línea de fraude electoral flagrante a favor del partido Rusia Unida de Putin hizo que decenas de miles se manifestaran en las calles. “¡Soy un hámster de internet, y roeré a través de las gargantas de esos cerdos!”, gritó el bloguero Alexei Navalny, conforme la ira en línea se transformó en furia fuera de línea.
Escocido por lo que Putin dijo que era un complot apoyado por Estados Unidos para derrocarlo, el Kremlin contraatacó. “Putin vio que internet era capaz de movilizar cantidades enormes de gente descontenta en poco tiempo”, dice Malgin, el bloguero de oposición. “Él se percató de que no era suficiente con solo controlar todos los canales mediáticos; él también tenía que controlar internet”. Desde las protestas de 2011-2012, Putin ha aprobado una serie de leyes que han vuelto más peligroso el disentimiento en línea. Los cargos criminales contra blogueros y usuarios de internet “extremistas” se han vuelto un lugar común. Los sitios en la red de la oposición, incluido el del campeón de ajedrez y crítico del Kremlin Garry Kasparov, han sido bloqueados. Miles de “trolls” de internet financiados por el gobierno son empleados para producir elogios en línea a Putin y escribir entradas llenas de odio contra sus enemigos. A finales de octubre, el observador democrático, con oficinas en EE UU, Freedom House bajó la categoría del internet en Rusia a “No Libre” en 2015 de “Parcialmente Libre” en 2014.
Y las leyes siguen llegando. Bajo una propuesta legislativa redactada vagamente que podría ser aprobada por el Kremlin este mes, el FSB tendrá el poder de citar para “discusiones precautorias” a aquellos cuyo comportamiento –en o fuera de línea– sugiera que habría la posibilidad de que cometieran un acto “extremista”. Para Vologzheninova, las leyes como esta son un absurdo. “La televisión estatal rusa es extremista en sí”, dice ella. “Sus transmisiones han provocado una oleada de odio contra los ucranianos”.
El Kremlin también ha actuado en contra de las redes sociales extranjeras. Una ley que entrará en vigor el 1 de enero obligará a las compañías tecnológicas a almacenar los datosque tienen de usuarios rusos dentro del país. Aquellas que no cumplan podrían ser bloqueadas. Informes sugieren que Facebook, con alrededor de 13 millones de usuarios rusos, se negará. Putin también parece estar buscando “bajarle el interruptor” a internet en el caso de protestas masivas. En octubre, un enterado de la industria afirmó que el regulador de internet en Rusia, Roskomnadzor, había experimentado con maneras de aislar al país de la red. Roskomnadzor negó el reporte. Más tarde ese mes, el ministro ruso de comunicaciones, Nikolai Nikiforov, voló a Teherán. La razón oficial del viaje de Nikiforov era discutir la apertura de una oficina de Yandex, la compañía de internet que administra el más grande motor de búsqueda en línea ruso. Pero Yandex subsecuentemente anunció que no tenía planes de desarrollar su negocio en Irán, aumentando la especulación de que la verdadera razón del viaje de Nikiforov era aprender más sobre la censura iraní a internet.
“Putin sueña con un internet soberano”, dijo Malgin. “Pero tan pronto como Rusia se desconecte del internet global, todo –industria, ciencia, transporte– dejará de funcionar. Al detener la diseminación de opiniones indeseables, él matará por completo la economía de Rusia”.
Una cosa que no se detendrá, según Oleg Kozyrev, otro bloguero, es la oposición a Putin. “Los rusos pararon el golpe de estado [apoyado por la KGB] en 1991 sin internet”, dice él. “No puedes evitar que la gente se comunique”.
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Publicado en cooperación con Newsweek/ Published in cooperation with Newsweek