En la primera entrega de esta investigación se explicaron las generalidades sobre la contaminación por plásticos y sus fragmentos derivados conocidos como microplásticos. En esta ocasión abordaremos la contaminación por plásticos en un humedal urbano-turístico en particular, caso que es similar a otros lugares no solo en nuestro país, sino en el mundo.
El estero de Urías se localiza en el puerto de Mazatlán, Sinaloa, en el noroeste de México, y se le considera un humedal en cuyos márgenes se suman poco más de 700 hectáreas de manglares. Pero, a la vez, tiene un fuerte impacto ambiental por ser escenario de actividades industriales, pesqueras, acuícolas y navales, lo que lo ha posicionado como un foco de atención para investigadores y ambientalistas.
La actividad portuaria de este cuerpo de agua es muy fuerte debido a la presencia de astilleros y de embarcaciones cuyos derrames de diésel y gasolina van directo al cuerpo lagunar. También se encuentra una planta termoeléctrica y un considerable desarrollo urbano.
A todos estos vectores de contaminación (hidrocarburos, metales pesados, desechos sólidos urbanos, entre otros) se agrega la contaminación por residuos plásticos que, por el sistema de corrientes y la distribución de sus canales, es común verlos depositados en el borde y sedimentos de los manglares. A pesar de este impacto, es poca la información que se tiene acerca de la concentración de microplásticos, ya sea en el cuerpo de agua, como en la biota que lo componen.
PRESENCIA DE MICROPLÁSTICOS
Durante 2017 y 2018 se determinó la presencia de fibras, PP (polipropileno), PS (poliestireno), PE (polietileno) y PET (polietileno tereftalato) en arena, agua superficial y sedimento marino en playas de Mazatlán. Asimismo, en el estero de Urías se han encontrado microplásticos en el tracto digestivo de 1,095 peces analizados de 15 diferentes especies.
Los polímeros identificados usando espectrometría infrarroja de transformada de Fourier (FTIR), que es una técnica que permite conocer el componente plástico, fueron PE, PP, PA (poliamida) y PAA (ácido poliacrílico).
Sin embargo, aún se tiene un gran vacío en la información sobre este tema, por lo que es necesario realizar más investigaciones sobre la presencia y efecto de los microplásticos en este sistema lagunar.
Por ello, un grupo de investigadores de la Universidad Autónoma de Sinaloa, así como colaboradores especialistas en humedales y toxicología ambiental, realizan desde 2022 una investigación para determinar el nivel de contaminación por macro y microplásticos en manglares del estero de Urías.
Se tomaron núcleos de sedimento a un metro de profundidad, considerando diferentes profundidades, en este caso de la superficie, de 0-15, 15-30, 30-50 y 50-100 centímetros, lo que dio la posibilidad de estudiar las concentraciones de microplásticos por estratos.
Dentro de cada sitio se trazaron tres cuadrantes de 5 por 5 metros, en los que se recolectaron los macroplásticos presentes, para posteriormente ser trasladados al Laboratorio de Ecosistemas y Variabilidad Climática de la Facultad de Ciencias del Mar, Universidad Autónoma de Sinaloa, en donde fueron contados y clasificados por tipo de plástico.
ORGANISMOS VIVIENDO EN PLÁSTICOS
Una vez separados, se observó que los tipos de plástico más abundantes son el HDPE (polietileno de alta densidad), el PP, el PVC (policloruro de vinilo), el PS y el PET (polietileno tereftalato); estos dos últimos, en mayor abundancia y formas (como vasos, platos, espuma expandida aislante y botellas).
También se observó que, por efecto de la exposición de los plásticos a factores ambientales como radiación solar, salinidad, fricción de la arena, entre otros, estos se fragmentaban al contacto, lo que limitó la recolección de algunas muestras. En estos residuos se encontraron diversos organismos como cangrejos y moluscos pequeños viviendo dentro de ellos.
Para las muestras de sedimento obtenidas de los núcleos extraídos en cada sitio, aún falta determinar la concentración de microplásticos a las diferentes profundidades. Después de su secado, se iniciará con una identificación manual preliminar, en la que se separarán meso y microplásticos, clasificándolos por tamaño, forma y color.
Posteriormente, los sedimentos se lavarán a través de dos tamices (5 mm y 600 micras, consecutivamente) para eliminar limos, arcillas y materia orgánica visible. Lo recuperado se pondrá en una solución saturada de NaCl (densidad de 1.23 g·cm3) para recuperar por flotación los microplásticos restantes, a través de un filtrado al vacío. Finalmente, estos se visualizarán en un espectrómetro Fourier de espectro infrarrojo (FTIR) para determinar el polímero que los componen.
Con este tipo de investigaciones se puede evaluar el grado de presión y estrés antropogénico que están sufriendo los humedales costeros, al verse contaminados, modificados e incluso con impactos importantes en poblaciones de diferentes especies. Ello da pauta a la importancia de divulgar la información y que las personas sean conscientes del daño ocasionado por el sector industrial, el desmesurado consumismo, producción excesiva de plásticos y mal manejo de los residuos que estas actividades generan.
¿QUÉ ACCIONES SE PUEDEN TOMAR?
Si bien el uso de plásticos es excesivo y alarmante, aún es posible mitigar y evitar que esta problemática crezca, la cual se debe abordar tanto desde el área gubernamental como desde la ciudadanía.
El crecimiento de Mazatlán, Sinaloa, en los últimos años ha sido tanto económico como turístico y urbano, lo cual no ha sido proporcional al desarrollo de un buen plan de manejo de residuos.
Por ello es importante implementar una herramienta normativa y un diagnóstico donde se revisen todas las fases para una gestión integral de residuos con el fin de que se regule su generación, recolección, manejo, tratamiento y disposición final.
Por ejemplo, en Europa, la directiva del Parlamento Europeo estableció requisitos esenciales para el manejo, reciclaje, valorización y eliminación de los residuos, así como incluir la participación de la población en dichas actividades.
En Sinaloa se publicó recientemente el Plan Estatal de Desarrollo, donde se establece que se harán actualizaciones pertinentes en el rubro de política ambiental y se fomentará la prevención, gestión y manejo adecuado de residuos, así como la inclusión de aquellos municipios que disponen de manera irregular sus desechos (Mazatlán es uno de ellos).
Además, se buscará impulsar la participación social en el reciclaje y la valorización de dichos residuos, incluyendo la aplicación de programas de cultura ambiental.
Por esto, es necesario impulsar la educación ambiental en todos los niveles educativos como en los diferentes sectores de la sociedad para fomentar la participación de la ciudadanía. El propósito es concienciar acerca de la presión ambiental que generan los plásticos y sus fragmentos, los microplásticos, en este caso en los humedales, y las consecuencias en la salud pública.
SUMAR TODOS LOS ESFUERZOS
En el puerto de Mazatlán, organizaciones sociales y ambientalistas independientes se han fijado el objetivo de recolectar periódicamente los plásticos de diversas playas, esteros y otros cuerpos de agua para mitigar sus efectos y evitar que estos lleguen al mar.
Tal es el caso de la organización MazConciencia, que en 2019 creó la primera de tres biobardas (barrera hecha con redes en desuso y botellas recicladas) que actualmente hay, con el fin de detener los residuos del cuerpo de agua. Se instaló estratégicamente en un estero colindante con establecimientos humanos, donde las descargas y contaminación son evidentes. Se estima que desde su colocación y hasta la fecha, en solo uno de los puntos se han podido recuperar alrededor de 180 toneladas de basura.
Pese a todos estos esfuerzos y que día a día más personas se están sumando a estas actividades, aún falta mucho por hacer. Si no se toman medidas urgentes, el puerto de Mazatlán y sus humedales como el estero de Urías podrían verse impactados a dimensiones nunca vistas.
Se deben sumar todos los esfuerzos e involucrar al sector científico y social. Finalmente, el objetivo es formar ciudadanos comprometidos e inmersos en lo que sucede en su entorno. N
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Los autores de este artículo son investigadores y especialistas medioambientales. Los autores agradecen el apoyo financiero derivado del proyecto PROFAPI 2022 clave PRO_A1_006, así como al Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología, por otorgar la beca número 813773 a Victoria Sabrina Pérez Hernández para realizar la tesis doctoral.