Kurapati Nagaraju es uno de los astrólogos más ricos de India y, además, muy afortunado. Hace varios meses, dos pistoleros en motocicleta se detuvieron cerca de su casa, le metieron tres tiros en el vientre y huyeron. Conducido de inmediato al hospital, Nagaraju sobrevivió… para luego ser encarcelado por asesinato.
Tres de sus familiares —también astrólogos acaudalados— tuvieron mucha menos suerte. El año pasado viajaban por una accidentada carretera fuera de la ciudad cuando una miniván Toyota los alcanzó por detrás, aceleró, rebasó el Chevy que conducían y los obligó a salir del camino. Tres asesinos a sueldo salieron del vehículo y rociaron con balas el Chevy; mataron a todos, menos al chofer.
Las víctimas debieron anticipar su muerte, y no sólo por ser astrólogos. Unos meses antes, Nagaraju y el clan Gandham supuestamente organizaron el brutal asesinato de Durga Rao, carismático retoño de los rivales Butham y, según cuenta la denuncia policial, sus parientes juraron vengarse. En distintos informes, agentes de la ley afirman que miembros de la familia Butham son sospechosos del atentado contra la vida de Nagaraju y el asesinato de sus familiares. Según un fiscal de la localidad, Nagaraju —quien aún no comparece ante la Corte— afirma que sus enemigos lo han incriminado.
El caso es que, de pronto, resulta peligroso ser un próspero pronosticador en este país. En años recientes, conforme astrólogos y gurús emergen como amañadores e intermediarios de la corrupta clase política india, la violencia es cada vez más común en esa profesión. En 2012, sicarios vestidos de policías abatieron a tiros a un astrólogo que aconsejó a poderosos políticos del estado septentrional de Uttar Pradesh. Según la policía, ese homicidio fue resultado de disputas entre rivales influyentes por las elecciones locales y contratos de construcción.
Un gurú del estado vecino de Haryana —quien, según sus críticos, actuó impunemente durante años porque muchos políticos contaron con él para obtener el voto de sus seguidores— encara acusaciones de violación, asesinato y fraude, entre otros (según el acusado, sus enemigos inventaron los cargos). El año pasado, otro gurú de Haryana se atrincheró en un complejo con cerca de quince mil seguidores para evitar el arresto por un cargo de conspiración de homicidio, relacionado con el enfrentamiento entre su grupo y otra secta. Se dice que él también ha disfrutado, desde hace mucho, del apoyo de los políticos locales.
Residentes afirman que los Butham y los Gandham tienen suficiente influencia para pedir pequeños favores a los políticos estatales; y a decir de la policía, el derramamiento de sangre provocado por esas familias en la aldea de Pinakadimi es consecuencia de una lucha por dinero e influencia. En palabras de una fuente policiaca que solicitó el anonimato por no estar autorizada a hablar con la prensa, “Durga y su rival, Nagaraju, competían por el control de la maquinaria política local”.
LOS ASTRÓLOGOS INTOCABLES
A simple vista, Pinakadimi es como cualquier aldea del sur de India. No lejos de la zanja donde los asesinos tiraron el cuerpo de Durga, un puñado de búfalos de agua camina por la calle principal del poblado, un angosto sendero de tierra; y en un campo adyacente, montones de maíz recién cosechado se secan al sol. No obstante, Pinakadimi no es un pueblo típico, sino “la aldea de los astrólogos”, ya que muchas de sus casi quinientas familias se ganan la vida con la astrología y la adivinación, atendiendo clientes de todo el país y el extranjero. Poco después de mi llegada, un hombre esbelto y de prolijo bigote me persigue ofreciendo una lectura improvisada. “Serás rico”, asegura. “Tendrás dos esposas y cinco hijos” (hasta ahora, ningún acierto, aunque sólo tengo cuarenta y cuatro años).
Como señal de la nueva riqueza de los astrólogos, muchos aldeanos viven en casas de varios pisos en vez de las sencillas chozas comunes en muchas poblaciones indias. Las estridentes casas rosadas de los Butham y las chillonas construcciones azules de los Gadham lucen antenas satelitales y están decoradas con costosos mosaicos esmaltados. Las dos familias han establecido lucrativos negocios de adivinación en Bombay, Nueva Delhi y otras importantes ciudades del país y viajan a menudo para visitar a clientes en Australia, Japón y Singapur, entre otros lugares. Según periodistas locales, sus seguidores incluyen al empresario internacional Lakshmi Mittal, así como prominentes políticos y estrellas de cine locales.
Expertos afirman que el surgimiento de estas familias marca un importante salto sobre la barrera de castas. Durante siglos, la astrología fue dominio de la casta alta de los brahmanes. Descrita en los antiguos textos hinduistas llamados Vedas, era una disciplina sacerdotal utilizada para concertar matrimonios e identificar días auspiciosos para las bodas. Uno de sus derivados más lucrativos es la “astrología correctiva”, que conlleva la venta de gemas, amuletos y rituales usados como remedios para contrarrestar la mala alineación planetaria (los astrólogos venden tanto amuletos como consejos). Sin embargo, tales servicios no estaban disponibles a las castas bajas, que los sacerdotes brahmanes consideraban intocables. De modo que la casta jangalu, a la que pertenecen los Butham y los Gandham, contaban con un nutrido público para sus predicciones, rituales y remedios.
Como dicho público no se enriquecía, los adivinos itinerantes no podían ganar buen dinero, pero a partir de la década de 1990 las castas inferiores se convirtieron en una poderosa fuerza política y social. Y así, los antaño intocables, condenados a realizar trabajos serviles, componen hoy más de la mitad de la población de India y dieron origen a partidos regionales que han desplazado, en media docena de estados, tanto al Partido del Congreso Nacional Indio como al partido nacionalista hindú Bharatiya Janata, las dos organizaciones políticas dominantes del país. El cambio acabó con siglos de prejuicio, pero también creó un sistema de patrocino corrupto en el que los líderes de las castas inferiores distribuyen contratos y empleos gubernamentales para conseguir apoyo.
El conflicto entre los clanes Butham y Gandham deriva de una lucha por el botín, asegura la policía. Rivales en el negocio de la astrología y la especulación en bienes raíces, las dos familias se embrollaron en una prolongada disputa resultante de un romance tipo Romeo y Julieta que terminó mal. En 2006, contraviniendo la tradición de los matrimonios arreglados, una sobrina de Nagaraju se fugó con un sobrino de Durga y, tras acaloradas negociaciones, las familias accedieron, renuentemente, a permitir que los jóvenes se casaran. Sin embargo, no hubo final feliz.
Poco después de la boda, la relación se desintegró y el final de aquella unión profundizó la enemistad de los clanes, echando por tierra cualquier esperanza de compartir el poder político. Las familias donaron a campañas rivales para la asamblea estatal local, y el año pasado, antes de que comenzaran los asesinatos, respaldaron a candidatos competidores para dirigir el consejo de la aldea, vehículo indispensable para acceder a proyectos financiados por el gobierno. “Los Gandham estaban celosos de la popularidad de [Durga]”, acusa su viuda, Tirupathamma. “Era generoso con la gente de la aldea y gente de todas las comunidades venía a pedirle ayuda y consejo.”
No obstante, la policía pinta un retrato menos halagador. Según mi fuente de la policía local, justo antes de los comicios, Durga abandonó a su candidato para jefe del consejo de la aldea y dio todo su dinero y apoyo a otro hombre. La policía asegura que semejante maniobra pudo motivar, parcialmente, el ataque.
“ESTABA CUBIERTO DE SANGRE”
Tirupathamma vive ahora bajo protección policiaca. Mujer recia de toscos rasgos y largo cabello, me recibe en el porche de su enorme búngalo vistiendo un sari verde brillante estampado con flores moradas y docenas de brazaletes rojos y dorados en ambas muñecas. Parada entre dos agentes armados, saca un smartphoney me muestra una serie de fotografías casi profesionales de su marido: un hombre muy bien parecido, con cabello negro, ondulado y peinado hacia atrás, como una estrella de cine del sur de India. En una imagen lleva espejuelos negros y ceñida camisa, y camina con paso firme hacia la cámara. En otra, estampada con el nombre de Michael Jackson, posa como si fuera el cantante.
La voz de Tirupathamma se quiebra y sus párpados tiemblan al describir la noche que su esposo fue asesinado (la policía dice que, al menos, cuatro atacantes lo apuñalaron dieciséis veces). Luego de su acostumbrada cena de una manzana y cuatro chapatis, una variedad de pan sin levadura, Durga salió a caminar. Poco después, Tirupathamma escuchó gritos afuera mientras fregaba los trastos. Se asomó al balcón para ver qué sucedía. “Están atacando a Durga”, gritó un aldeano. Un hermano de Durga corrió a buscarlo, recuerda la viuda, pero cuando regresó, estaba cubierto de sangre. “Me dijo que lo habían asesinado y colapsó en el suelo.”
La primera audiencia de Nagaraju está programada para agosto, momento en que pedirá fianza. Con todo, el juicio podría prolongarse varias décadas, debido a la terrible lentitud del sistema judicial de India. En cuanto a Tirupathamma, no puede esperar a que dicten un fallo. Mientras habla, una lágrima resbala por su mejilla. “Juré que no empezaría mi duelo hasta haber eliminado a los asesinos de mi marido.”