A media luz, maestros y activistas mexicanos afinaban la madrugada del viernes sobre una vieja mesa las acciones para “dar un golpe certero y contundente” contra las elecciones del domingo en Tlapa, un remoto pueblo índígena enclavado en la zona más pobre del país.
En esta localidad del violento estado de Guerrero la principal causa de los profesores para boicotear estas elecciones locales y legislativas no es, como en otras regiones, la polémica reforma educativa del presidente Enrique Peña Nieto.
Aquí, en medio de montañas donde los cárteles recolectan la amapola y marihuana, los maestros están en pie de guerra contra la colusión entre políticos locales y el crimen organizado, marcada a fuego con el crimen de los 43 estudiantes de Ayotzinapa en septiembre.
“Queremos impedir la elección por las implicaciones que ha tenido este sistema en la relación caciquil entre políticos y delincuentes. Es darle poder al Estado para operar como delincuente”, explica entre papeles y libros Elmer Pacheco, dirigente del Movimiento Popular Guerrerense (MPG), una organización creada por estos maestros integrantes de un sector radical.
El ataque de policías de la cercana ciudad de Iguala a los 43 estudiantes de magisterio, siguiendo órdenes de su alcalde, y la presumible ejecución de los jóvenes por narcotraficantes aliados enfureció a los maestros de Tlapa.
En ese entonces numerosas alcaldías de Guerrero fueron tomadas por maestros, pero sólo la de Tlapa siguió en su poder hasta que el lunes, en plena tensión por las elecciones, fueron violentamente desalojados.
Armadas con botellas, palos y piedras, unas cien personas, entre ellas políticos locales y taxistas agremiados, obligaron a los maestros a abandonar su plantón.
Poco antes, los profesores habían asaltado una casa en la que se resguardaba la papelería para las elecciones.
Con ella hicieron una fogata en la calle en la que ardieron unas 80 000 boletas de los partidos. El fuego iluminó la alcaldía y las pintadas que luce exigiendo la aparición de los 43 estudiantes en español, nahualt, mixteco y tlapaneco, lenguas de los indígenas de estas montañas.
El MPG surgió tímidamente en 2012 en rechazo a las reformas de Peña Nieto y especialmente la educativa, a la que acusan de anular derechos magisteriales, y tomó fuerza tras el crimen de Ayotzinapa.
“Primero que todo exigimos la presentación de los 43, pero de manera transversal es (impedir la elección) porque hemos permitido que esas personas lleguen al poder”, dice Antonio Vivar, otro maestro.
Los profesores se niegan a revelar su plan de acciones pero aseguran que lo más fuerte se producirá entre el sábado por la noche y el domingo.
La idea es dar “un golpe certero” que podría “desestabilizar las elecciones” en esta localidad de unos 100 000 habitantes, afirma Vivar, un joven moreno de rasgos indígenas que lleva bajo el brazo un libro sobre Ernesto “Che” Guevara.
El llamado magisterial al boicot ha desestabilizado en la última semana otras zonas del sur de México como Oaxaca. En Tlapa, el principal núcleo urbano de la zona, se le han sumado otras exigencias que van desde una mayor seguridad a la ayuda a damnificados de recientes huracanes.
Una de las comunidades cercanas a Tlapa es Cochoapa El Grande, el municipio más pobre de México con el 82% de su población en pobreza extrema.
Otra pareja imperial
“No votes en secreto por alguien que te robará públicamente” o “te cambio el voto por los 43”, se puede leer en una de las tantas pintadas que hay en las grises paredes de cemento que caracterizan las edificaciones de Tlapa.
Victoriano Wences, el alcalde con licencia por el izquierdista Partido de Trabajo, ha lanzado a su esposa como candidata a sucederle el domingo y él mismo aspira a una diputación federal.
“Aquí le decimos la pareja imperial”, dice riendo Elmer, en referencia a José Luis Abarca, el exalcalde de Iguala, y su esposa María de los Ángeles Pineda, que también se iba a lanzar como su sucesora.
En vez de los comicios, los maestros y activistas proponen crear asambleas populares en todas las comunidades para que de ellas surjan consejos de gobierno, emulando las costumbres indígenas.
Esto ya sucede en Chiapas (sureste) con las llamadas “juntas de buen gobierno” de la guerrilla zapatista del EZLN y en Cherán, un pueblo indígena de Michoacán, explican.
“Desafortunadamente esta región de la montaña arroja los peores números de pobreza del país y uno de los mayores productores de amapola”, recuerda Elmer.
“Aquí estamos a años luz de la radiografía del país desarrollado que tienen los tecnócratas que nos gobiernan (…) Por eso no nos entendemos”, razona este ideólogo del movimiento acomodándose las gafas ya muy entrada la noche.
(Con información de AFP)