Oskar Gröning, de noventa y tres años, afirma que constantemente sueña con un guardián del campo de concentración de Auschwitz azotando contra la pared a un bebé judío recién llegado hasta provocarle la muerte. Gröning no niega haber estado ahí, pero argumenta que su culpabilidad es diferente de la de quienes cometieron los asesinatos. Él simplemente miró.
Pocos se compadecen de Gröning en Alemania mientras se prepara para someterse a juicio en Lüneburg, a unos 45 minutos al sureste de Hamburgo, enfrentando cargos de colaborar en el homicidio de 300 000 internos entre mayo y julio de 1944.
Gröning nunca mató a nadie, o por lo menos no hay pruebas que demuestren que lo hizo. Presuntamente, sus servicios suponían ordenar el dinero que los internos habían llevado consigo. Una unidad de ayuda, compuesta por internos de Auschwitz, examinaba las pertenencias de los presos tan pronto como llegaban y entregaba el dinero a Gröning, oficial de la Waffen-SS, quien, según los fiscales, lo registró debidamente y lo entregó al gobierno.
Durante esos meses, llegaron al campo al menos 137 trenes que transportaban a judíos húngaros, y la fiscalía alega que Gröning supervisó personalmente el saqueo de sus pertenencias al menos en una ocasión. También sabía que los internos recién llegados encontrarían gas, y no agua, en las duchas hacia las que fueron arreados.
De conformidad con la ley alemana, el nombre de Gröning no aparece en los documentos judiciales, pero se ha identificado a sí mismo, al hablar de sus pesadillas relacionadas con el tiempo que pasó en Auschwitz. Es uno de los muchos nazis que se libraron del juicio durante casi siete décadas porque no habían perpetrado los asesinatos.
Pero el caso de John Demjanjuk cambió todo eso, y ahora la carrera consiste en cazar a los supuestos nazis relacionados con el Holocausto, en el que seis millones de judíos fueron masacrados. Un tribunal en Múnich dictaminó en 2011 que, aunque no había suficientes pruebas para condenar por asesinato a Demjanjuk, de noventa y un años, era culpable de ser cómplice en el crimen. Fue sentenciado a cinco años en prisión. Murió mientras apelaba el veredicto.
El veredicto de Demjanjuk estableció un precedente según el cual los fiscales ya no necesitaban probar que los guardianes de los campos de concentración habían participado personalmente en los homicidios. Ahora es posible presentar cargos contra ellos simplemente por su presencia en el momento de los asesinatos. El paso del tiempo significa que no habrá muchas más oportunidades para llevar ante el tribunal a los criminales de guerra nazis. A principios de este mes, Søren Kam, uno de los nazis más buscados, murió sin ser castigado en Dinamarca.
El cazador de nazis
Efraim Zuroff, que es el principal cazador de nazis del Centro Simon Wiesenthal, sabe que no encontrará a nadie tan importante como Adolf Eichmann, el arquitecto de la Solución Final de Adolfo Hitler, que permitió el traslado de los judíos de Europa hacia los campos de concentración alemanes. Eichmann fue juzgado en Israel en 1961 y ejecutado al año siguiente. “Las personas a las que perseguimos ahora eran guardianes; condujeron trenes y autobuses”, dice. “No es posible probar que son culpables de asesinato, pero gracias a Demjanjuk, el proceso es mucho más sencillo.”
Zuroff obtiene muchas pistas que comunica al organismo oficial de cacería de nazis de Alemania, el Zentrale Stelle, el cual está obligado a actuar con base en la información de cualquier miembro del público. “Lo que debemos demostrar es que el acusado trabajaba en el campo de exterminio mientras las personas eran enviadas a las cámaras de gas”, afirma Kurt Schrimm, el fiscal principal del Zentrale Stelle. “Y tenemos que demostrar la naturaleza de sus servicios. El cocinero de un campo estaba menos involucrado en crímenes de guerra que un guardián del campo.” Schrimm asumió el cargo como director del Zentrale Stelle hace quince años, y ha empezado a analizar los 1.6 millones de tarjetas del organismo que contienen información sobre unas 100 000 personas sospechosas de haber cometido crímenes de guerra.
Martin Uebele, fiscal principal de la ciudad de Görlitz, al este de Alemania, está a cargo de investigar a uno de esos sospechosos, un habitante local acusado de asesinar a miles de civiles inocentes hace más de setenta años. En las próximas semanas, Uebele espera someter a juicio al hombre de noventa años por su función en el asesinato a tiros de 18 000 internos judíos el 3 de noviembre de 1943, en el campo de concentración de Majdanek en Polonia. El asesinato en masa en Majdanek, llamado Operación Festival de la Cosecha por los alemanes, es un suceso indiscutible. En esa época, el hombre, cuya identidad no puede ser revelada hasta que sea condenado de acuerdo con las leyes alemanas, tenía diecinueve años y trabajaba como guardián de la SS. No le disparó a nadie, pero no hizo nada para detener la masacre.
Un médico designado por el tribunal está valorando la salud del hombre, y se espera que pronto decida si es apto para enfrentar a la corte. “Como guardián, formaba parte de la maquinaria de la muerte, lo cual lo convierte en cómplice de asesinato” declaró Uebele a Newsweek. Si el caso llega a la Corte, podría haber un poco de compasión para el hombre, teniendo en cuenta su edad y su salud, pero no la habrá por parte de Wilhelm Wolff, un judío alemán que huyó con sus padres a Gran Bretaña en 1933, pero que está de nuevo en Alemania sirviendo como rabino. “Toda persona que haya cometido un crimen debe defenderse frente a un tribunal. No importa cuántos años tenga”, dice.
A finales de esta primavera, un antiguo guardián de Auschwitz, de noventa y tres años, acusado de colaborar en los 170 000 homicidios, será juzgado por supervisar noventa y dos trenes que transportaron a judíos húngaros al campo de concentración. Los arribos fueron inspeccionados y clasificados como útiles o inútiles. Los inútiles fueron enviados de inmediato a la muerte en la cámara de gas. Pero algunos de ellos trataron de escapar, y los fiscales acusan al exoficial de la SS de noventa y tres años de haber participado en “frustrar brutalmente su escape”.
Y en Neubrandenburg, en la región oriental de Alemania, un antiguo paramédico de la SS en Auschwitz que actualmente tiene noventa y cuatro años está a punto de ir a juicio, acusado de colaborar en el asesinato de 3681 internos en 1944.
“Las fallas después de la guerra simplemente fueron demasiado grandes. Muchos, muchos culpables lograron escapar”, afirma el Dr. Josef Schuster, presidente del Consejo Central de Judíos de Alemania. Piensa que los más recientes juicios tienen una utilidad pública porque proporcionan material inestimable acerca del régimen nazi a las futuras generaciones de historiadores.
Nadie sabe cuántos criminales de guerra nazis están fugitivos todavía. Unos treinta guardianes de los campos son investigados por fiscales en Stuttgart, Múnich, Mainz, Dortmund, Leipzig, Kiel, Núremberg y Fráncfort. El Zentrale Stelle también ha identificado a siete sospechosos en el extranjero, entre ellos, uno en Israel.
Zuroff, el cazador de nazis, está decidido a reunir a tantos sospechosos como pueda en lo que denomina “Operación Última Oportunidad”. “La esperanza de vida está a nuestro favor”, dice. “Alemania tiene una buena atención sanitaria. Estos criminales de guerra tienen la mala fortuna de seguir vivos.”