Hace unos días visité el oriente de la ciudad, cerca de la línea verde, y me llevé una grata sorpresa. En la calle había niños jugando con una pelota, divirtiéndose. Dos adultos mayores estaban afuera de su casa en una banca, tomando el aire fresco bajo la sombra de un gran árbol, la calle adornada con motivos del día de muertos. Llamó mi atención que las casas de la cuadra tenían una decoración diversa, muy bonita y pude notar que todas sin excepción eran de buen tamaño.
No fue lo único que llamó mi atención. Al caminar hasta la esquina, en la avenida principal, pude notar que habían tambièn varios negocios en ella y por el tamaño de los mismos, supuse que eran prósperos; una consultoría de temas energéticos, un centro de talentos especializado en el diseño de software a la medida, un centro de distribución de mercancías. Los negocios no desentonaban con la decoración de la calle, por el contrario, tenían en común las banquetas despejadas y las fachadas limpias.
Frente a mí, en dirección contraria venía pasando el policía de la zona. Me dio las buenas tardes y se detuvo a preguntarme si se me ofrecía algo, le parecía que estaba perdido. Respondí que no, que más bien estaba extrañado porque me había dado cuenta de que la zona había cambiado en muy poco tiempo, le contè que antes en esa esquina había un contenedor de basura que siempre estaba hasta el tope, me respondió con una sonrisa que el camión recolector pasaba todas las mañanas y me proporcionó un número telefónico para reportar en caso contrario.
Seguí caminando y me detuve en un bebedero de agua, apreté el botón algo temeroso pero para mi sorpresa el salía limpia y fresca así que la tomé sin dudar, noté un letrero que indicaba que era agua 100% potable parte de un programa ecológico para consumir menos plásticos. Qué lejos quedaron esos días en los que la mayor preocupación de la ciudad era este líquido vital.
Ya para cruzar la calle me percaté de que venían varias personas en bicicletas y patines circulando por el carril exclusivo de movilidad alternativa, ya estaba oscureciendo pero las lámparas impulsadas por celdas solares daban la impresión de que no era aún tan tarde, el día tenía el clima ideal para salir a hacer ejercicio, no se sentía miedo ni inseguridad, de pronto una niña que venía en bicicleta tuvo el buen gesto de sonar la campanilla justo cuando iba yo a cruzar, me detuve pero el sonido de èsta continuaba constante…Tardé un poco para darme cuenta de que la campanilla se había convertido en la alarma de mi despertador.
Al despertar y repasar este sueño que les he narrado me di cuenta de que hace falta mucho por hacer. Ha sido un año complicado , lleno de retos e incertidumbre, entre la pandemia mundial que sigue cobrando vidas y los efectos econòmicos y emocionales que ha tenido en cada uno de nosotros como individuos, como familias y como ciudadanos es díficil ver más allá de lo obvio, es difícil mantener la esperanza, pero no es imposible.
Tengo un gran presentimiento de que las cosas pueden cambiar para bien, en especial para la gente buena de Aguascalientes. Van a cambiar porque a pesar de todo, son estos momentos cruciales los que hacen la diferencia, es momento de recordar lo verdaderamente importante; nuestras familias, la salud, el bienestar de nuestra gente, es momento de hacer lo mejor posible con lo que si està en nuestro control, impactar desde lo individual a lo colectivo comenzando en nuestro entorno inmediato, recordar que son las pequeñas acciones de todos los días las que pueden construir un mejor lugar para estar y vivir, no es fácil pero si nos organizamos como sociedad podremos salir adelante y no sólo superar esta crisis sino salir fortalecidos de la misma; más resilientes y unidos que antes.
Mucha gente me pregunta si quiero ser presidente municipal y mi respuesta siempre ha sido la misma, ¿quién no quisiera transformar para bien a una sociedad como la de Aguascalientes?, sin embargo, aún no son los tiempos. Además, eso no lo decido yo, lo tiene que decidir la gente. Lo que sí les puedo decir es que, si lo fuera, Aguascalientes sería otro. Como en mi sueño, Aguascalientes se convertiría en la mejor ciudad del país ya que trabajaría cada día para que eso sucediera. A algunos les puede parecer extraña esta afirmación pero yo estoy convencido de que este sueño, que seguramente muchos compartimos, puede convertirse en realidad, juntos lo podemos construir, lo veo y lo siento en mi corazón.
Un cambio se avecina. Veo un gran futuro para la ciudad, quiero que este sea un lugar mejor y quiero compartirlo contigo, ningún problema que tenga solución debería quitarnos el sueño, te invito a que tú me cuentes ¿cómo sueñas tu Aguascalientes?
Arturo Ávila Anaya, presidente IBN/B Analitycs y experto en Seguridad Nacional por Harvard (NIS).
@ArturoAvila_mx
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