DESDE HACE MESES he sostenido que Trump se va a reelegir. Por una razón fundamental: no hay contrincante.
El partido Demócrata no estaba listo para ganar en 2016, no se construyeron liderazgos novedosos e interesantes, como fue el caso de Obama.
En 2008 y luego en 2012 fue increíble que un joven afroamericano y novato en la política les ganara a connotadas figuras republicanas (McCain y Romney). Su característica principal, sobre todo en la primera elección, fue precisamente la frescura que Obama aportó a la política de Estados Unidos.
Algo muy parecido, por cierto, a lo que sucedió en 1976 y 1992 con Carter y Clinton, respectivamente, ambos gobernadores jóvenes poco conocidos (de estados insignificantes políticamente).
Poco éxito ha tenido el Partido Demócrata cuando ha nominado a cuadros “viejos” o por lo menos ya muy vistos. Aunque ambos ganaron el voto popular, ahí están los casos de Al Gore en 2000 y Hillary Clinton en 2016.
Regresando a esa última elección, el Partido Demócrata estaba destinado a perderla. Sin embargo, se les abrió una oportunidad extraordinaria: el Partido Republicano estaba todavía peor que ellos… Peor en la construcción de liderazgos internos carismáticos, energéticos, que les aportaran a sus apretadas personalidades conservadoras algún distintivo de vivacidad y entusiasmo.
En esas estaban cuando la consecuencia de lo anterior se materializaba en una mejor noticia todavía: la candidatura de Donald Trump…
Hillary Clinton, inmerecidamente en términos políticos-electorales, sería presidenta de Estados Unidos.
Sin embargo, la estadística y tendencia histórica fue implacable, su candidatura olía a “viejo”, por lo que no logró entusiasmar a los millones de jóvenes votantes que se volcaron en su momento por Barack Obama.
Joe Biden sería el presidente con más edad en toda la historia de Estados Unidos. Tiene 78 años y se le notan. No solo físicamente, sino en su energía y sobre todo en sus reflejos. Pero, además, está “muy visto”. La edad, de hecho, no es un factor per se. Ahí está Bernie Sanders como botón de muestra. El tema más bien es la aportación novedosa a la política, curiosamente eso es algo que se puede decir de Trump, nos guste o no el personaje. Justamente por eso (por alguien así) voto la gente.
EL ENGAÑO DE LOS DEBATES
En este primer debate de la actual contienda electoral, Trump demostró ser, una vez más, un candidato impresentable, que no aporta nada sobre políticas públicas; pero que sí denota mayor energía y lucidez en la arena de la confrontación.
Hace cuatro años, después del primer debate presidencial, que presencié con algunos amigos, quedamos tranquilos. No había duda de que Hillary Clinton había arrasado; lo cual sucedió también en los siguientes encuentros. Ella sería la próxima presidenta de Estados Unidos, estaba seguro.
Hoy, después de este primer ejercicio, no estoy tan convencido sobre el candidato demócrata. Y más bien vuelvo a la tesis inicial: me parece que no hay candidato de oposición.
Es más de lo mismo, no creo que la candidatura de Biden entusiasme a los millones de indecisos, y peor aún, mucho menos a los escépticos sobre la política, aquellos que no piensan ir a votar. Este candidato no les aporta nada para ir a hacerlo.
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En noviembre veremos la fuerza del voto tradicional de los demócratas, pero esos sufragios nunca les han bastado para ganar elecciones, de ahí el llamado urgente a la movilización, la necesitan. Se sumarán muchos más por la antipatía que genera el actual mandatario, sin duda; pero no estoy convencido de que sean suficientes.
Veremos también el voto duro conservador, como siempre inamovible y más extenso. Con el cual los republicanos sí pueden llegar a ganar —como hemos visto— elecciones presidenciales, gracias al inefable sistema de Colegios Electorales.
Así las cosas, a pesar de la distancia que hoy tiene Biden sobre Trump en diversas encuestas, y de las controvertidas acciones y declaraciones del actual presidente (¡nada más del año 2020!), no me atrevo —todavía— a cambiar mi pronóstico de hace meses: Trump ganará las elecciones.
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Gemi José González es doctor en Derecho Internacional y Relaciones Internacionales. Los puntos de vista expresados en este artículo son responsabilidad del autor.