En lo que va de este 2020 hay un registro de 112 suicidios, 91 corresponden a hombres y 21 a mujeres. Además, 11 eran menores de edad, entre ellos tres niñas: dos de 11 años y una de 14.
Durante la cuarentena provocada por el COVID-19, que fue de marzo a mayo, fueron 45 las personas que se quitaron la vida en el Estado y 33 fueron en los primeros meses de la “nueva normalidad”.
En Yucatán que es la cuarta entidad federativa con mayor índice de suicidios, en 2017 alcanzó una tasa de 8.8 por cada 100 mil habitantes, según datos del Inegi.
Las personas que sufren de una depresión fuerte, que llegan a vivir algún otro acontecimiento que los lleve a la decisión de quitarse la vida, muchas veces lo hacen de forma súbita, buscando desaparecer o descansar sin previo aviso, manifestó la doctora Flor Florema Villegas, psicóloga de la Clínica de Medicina Familiar Mérida del Issste, durante una charla con motivo del Día Mundial de la Prevención del Suicidio.
La psicóloga indicó que como familiares o amigos de estos pacientes es muy importante no juzgarlos ni etiquetar el problema, “como cuando leemos en las notas informativas que indican que tal persona se quitó la vida por deudas o por problemas con su pareja, etc., sin embargo, estos temas son detonantes a que se ejecute el suicidio, pero previamente ya se tiene la idea del suicidio”.
Mencionó que si fuera por estos problemas que la gente se quita la vida, “todos tomaríamos esa decisión porque todos tenemos problemas económicos o de pareja y no todos llegamos a este punto”.
“En estos casos hay una cuestión incapacitante en cuanto al manejo de las emociones, frustración, de impulsos y de ese agotamiento emocional que se llega a cargar por muchos años”, manifestó.
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