LA JUSTA ELECTORAL para la presidencia estadounidense tiene circunstancias extraordinarias. Los demócratas la corren considerando las restricciones sanitarias. En cambio, los republicanos la corren a troche y moche. Como si no hubiera crisis de ningún tipo; ni sanitaria, ni social, ni económica.
Instalados en la impudicia de una realidad alternativa, convierten el fracaso en éxito, la derrota en triunfo y el pecado en virtud. Así, el presidente Trump se vale de una analogía ramplona para justificar el que un policía baleara a un ciudadano afroamericano, a traición y a mansalva, comparando los balazos con el tiro fallido de un jugador de golf en un par; y la furia de la minoría racial se enardece. El candidato demócrata, en cambio, visitó a la familia afectada, le brindó comprensión y acumuló votos.
En cuanto a la epidemia, mientras los demócratas hicieron un congreso sin reuniones multitudinarias en función de la epidemia, los republicanos mostraron su desprecio por las reglas. Esto se hizo evidente en el discurso de aceptación a la candidatura presidencial. El presidente estadounidense eligió como escenario los jardines de la Casa Blanca, ahí llegó una multitud de más de 1,500 espectadores que, sin cubrebocas ni distancia social, vitorearon al mandatario.
La elección estadounidense afectará al mundo, sin lugar a duda, pero sobre todo a México; pues por primera vez un mandatario mexicano, como nunca, se ha decantado, sin ningún pudor, por uno de los candidatos, el republicano, ignorando las formas diplomáticas y de consideración hacia el Partido Demócrata. Sus desaires han ido desde un plantón de la secretaria del Trabajo, Luisa Ma. Alcalde, a la lideresa del Congreso estadounidense, Nancy Pelosi (este se dio en el festejo tradicionalmente llamado “El Abrazo” en el Puente Lincoln-Juárez), hasta permitir que la imagen del presidente mexicano se use como publicidad política del Partido Republicano.
La figura más poderosa del Partido Demócrata, la lideresa del Congreso, Nancy Pelosi, fue ignorada por el presidente en su visita a Washington. Antes, cuando su influencia era determinante para que se firmara el T-MEC, la cortejaron nuestros diplomáticos, pero ahora la ignora el presidente.
De modo que, si los demócratas ganan la elección, habrá que hacer un enorme control de daños en las relaciones políticas. Así, la apuesta del tabasqueño pone en riesgo su proyecto de gobierno. El panorama no es halagüeño. El candidato demócrata ha liderado los sondeos con una diferencia a su favor de un 10 por ciento.
El pésimo manejo de la pandemia, y una falta de respeto absoluta a las leyes de su país, tienen a Trump en desventaja. El domingo 30 de agosto, el periódico The New York Times publicó la noticia de que Estados Unidos superó los 6 millones de contagios. Si lo vemos en cifras, en el mundo hay 25 millones de infectados, por tanto, Estados Unidos tienen un 25 por ciento de los casos de coronavirus a escala mundial, y eso que solo alberga al 4 por ciento de la población del mundo. Esto revela, sin lugar a dudas, un manejo absurdo de la pandemia.
¿CÓMO FUNCIONA EL SISTEMA ELECTORAL ESTADOUNIDENSE?
Trump está pagando esto en los equilibrios del colegio electoral. Si la votación fuera mañana y las condiciones fueran “normales”, la ganaría tranquilamente Biden.
El sistema electoral estadounidense funciona a través de un Colegio Electoral compuesto por representantes de los 50 estados que conforman la Unión Americana. Cada estado representa un número de votos. Hay estados que tienen muchos votos y estados que tienen demasiado pocos, verbigracia, California tiene 55 votos electorales y el estado de Wyoming tiene solo 3.
Los votantes eligen en cada estado entre los candidatos presidenciales y el que obtiene la mayoría se lleva los votos de todo el estado, por ejemplo: California tiene 20 millones de votantes, si de los 20 millones, 9 millones votan por los republicanos y 11 por los demócratas, los 55 votos de California se van con los demócratas. Con este sistema puede darse el caso, como sucedió en la elección Clinton-Trump, de que un candidato gane la mayoría de los votos, pero pierda en el colegio electoral.
Otra peculiaridad del sistema es que hay estados cuyo voto está casi asegurado para algún partido. Ese es el voto duro de cada partido. Hay un grupo de estados que varían su voto y estos son los que deciden la elección. En este momento el sufragio duro da a los demócratas 203 votos y a los republicanos, 80; Entre los estados que se balancean entre ambos partidos hay 95 votos para los demócratas y 39 para los republicanos. Hay 121 votos que aún no marcan una tendencia clara. El total de votos en el colegio electoral es de 538, y el candidato que obtenga 270 votos gana la presidencia. Biden cuenta con 298 votos de acuerdo con las tendencias, pero las condiciones de esta elección son fuera de serie.
Por un lado, está la epidemia. Esta favorece la votación por correo. Los estadounidenses pueden enviar sus votos por correspondencia y en esta elección se espera una afluencia masiva en el servicio postal. Su director ha advertido que puede haber demoras.
Trump, sabedor de que las cosas no pintan bien para él, le quitó presupuesto al servicio postal. Siguió diciendo que, dadas las condiciones, la elección debía posponerse. Luego atacó al correo. Uno de los escenarios es que la afluencia de sobres no permita procesar los envíos en tiempo y forma, por un lado, y por el otro, que una vez recibidos los votos el tiempo necesario para contarlos impida dar un veredicto el día de la elección.
TRUMP, ¿UN MAL PERDEDOR?
Ahí, Trump vocifera que no aceptará demoras, pues el resultado de la elección debe conocerse el día de la elección.
El colmo ha sido la afirmación de que, si no gana, no reconocerá el resultado. Algo impensable en la democracia estadounidense. En ella, lo tradicional es que el perdedor llame a su oponente para felicitarlo y conceder la victoria, legitimando así la elección. Pero la urbanidad política no es lo de Trump. Ahora bien, si se niega a reconocer el triunfo de Biden alegando alguna de las muchas irregularidades de esta elección, el proceso puede terminar en la Suprema Corte.
Las irregularidades de la presidencia trumpiana aderezan el asunto. Estas comienzan desde su elección en 2016 con la intervención de los rusos, a la cual siguieron denuncias por evasión de impuestos, abuso de autoridad y condicionamiento de apoyos a países europeos; el guisado se condimentó con escándalos sexuales1, entre los cuales sobresalieron una explaymate y una estrella porno, la maraña de anomalías se enfrentó a la vocación litigiosa de Trump, un artista del enredo legal que ha salido victorioso de una forma o de otra de sus demandas.
Para ponerle el cascabel al gato electoral el Departamento de Seguridad Doméstica “Homeland Security” advirtió que los rusos están sembrando una serie de falsedades sobre la integridad de la próxima elección.
Las reglas electorales, para resolver los problemas que plantea la pandemia, se están definiendo al tiempo que usted lee esta nota, y pueden ser motivo de controversia al emitir los votos.
Aún faltan los debates presidenciales. El primero será el 29 de septiembre. Trump se ha mostrado como un orador agresivo, mentiroso, efectista y vulgar. Joe Biden se muestra como un individuo elegante, mesurado, y enemigo del abuso o la mentira. ¿Atropellará el bully al candidato demócrata, o logrará Biden sacar de sus casillas al mismísimo demonio? Si lo hace, la elección sería del demócrata. Sin embargo, la incapacidad de Trump para admitir la derrota está minando desde ahora la confianza en la elección. Podemos suponer que la elección terminará en los juzgados.
Los cuerpos legales de cada partido están preparándose para la pelea. Es mucho lo que se juega y la moneda está en el aire. Hagan sus apuestas y que haya suerte, pues el destino de AMLO, el de ustedes y el mío también están en juego.
VAGÓN DE CABÚS
El secretario de Hacienda, Arturo Herrera, advirtió a los diputados sobre la situación económica adversa que se anuncia para 2021. Les comunicó que tendrán que hacer un presupuesto responsable y parco. Mientras tanto, su jefe, en el informe, dijo que vamos requetebién.
Y me pregunto, ¿eso de la realidad alternativa será contagioso?
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1. En honor a la verdad, una gran cantidad de presidentes estadounidenses han sido acusados de escándalos sexuales, pero los de Trump se llevan de calle a los de los presidentes anteriores.
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Salvador Casanova es historiador y físico. Su vida profesional abarca la docencia, los medios de comunicación y la televisión cultural. Es autor del libro La maravillosa historia del tiempo y sus circunstancias. Los puntos de vista expresados en este artículo son responsabilidad del autor.