Leer a Michel Foucault no tiene desperdicio, no necesariamente filosófico, sino en multidisciplinas. La parresía, concepto aparecido en su conferencia dictada en la Universidad de Grenoble, 1982, (Anabases. Traditions et receptions de l’Ántiquité, 16/2012). La parresía, etimológicamente significa “decirlo todo”, Foucault nos orienta, es posibilidad de ser sinceros con alguien que ocupa una posición de poder respecto de nosotros. En política, a mi juicio, estamos en el alma de la parresía; el político como líder con magisterio pedagógico recibe la confianza de moldear la conducta colectiva y también personal, su ascesis deberá ser transparente, no mentir, ni caer en contradicciones, crear un discurso ejemplar que dice lo que piensa como síntesis del abanico de voces, de suerte tal que lo que pronuncie cree verdad, no tiene contradicciones, ni mentiras, convicciones que son ya de él; muestra su voz como esperanza de los Otros.
Empero, en las campañas políticas desaparece la parresía, es sustituida por un lenguaje comercial con agendas que huelen a naftalina, y no se inmutan, el discurso corporal adquiere una retórica de estudio fílmico, sonrisa, abrazos, saludos, mirada, tienen un retórica impropia de la política, pero llena de impulsos de venta del producto político. En una nuez: la verdad en el político es un sentimiento que no experimenta, ni vive, ni padece, convencido por la demoscopia que le muestra que lleva ventaja, horóscopo electoral benigno. Se pierde la calidad ontológica merced a propaganda y publicidad, deja su yo, hay un afecto negativo en su discurso, no hay implicaciones de su dicho, sus afirmaciones, pues difieren de la realidad o la correspondencia. En las campañas no hay malas noticias, el propio Jefe del Ejecutivo Federal, abandona la parresía de Estado, que le debe lealtad pues protestó en términos constitucionales, dice sin rubor,…“ya todo está bien… el Covid 19 fue un episodio difícil pero superado, el empleo se recuera con nuevas plazas o recontrataciones, que el PIB no es medida de nada…” muy buenas noticias, pero sin parresía. Digámoslo con claridad, el hablar franco y claro con un argumento verdadero que “el pueblo bueno” espera del político, es una verdad en la medida que sea lo que ese político es, veracidad de la que que está convencido. Una implicación verdadera en la verdad de lo que diga.
La parresía, el hablar con sinceridad, involucra la libertad de palabra, una veracidad ética con carácter. Se nos olvida que el discurso de la verdad es la verdad de la vida, involucra a los Otros y al yo con ellos. Es menester que la parresía regrese a todos los pentagramas de la política, ahí encuentra espacio esencial para su realización, para dejar lo efímero del producto político de 45 días de campaña y un baremo de mentiras; y crear disruptivamente las campañas que la sociedad demanda hoy, “La verdad por delante” como dice el lema de esta casa editorial que me hospeda los martes, HIDROCÁLIDO. Parresia, en el caso de la política, es hablar con sinceridad, de la misma manera veracidad en el sentido y actitud política
La reflexión que impulsa Foucault tiene contexto, la parresía la sitúa en la esfera de la democracia, hermanada con “isegoría”, libertad de palabra, con el Derecho cuyos valores demandan igualdad ante la ley. La atmosfera democrática otorga a la sociedad, sin exclusiones, el Derecho hablar, pero implica hablar claro y veraz, “ergo” adquiere el matiz ético. Emisor, mensaje, receptor, demandan democráticamente ser sincero con el otro, decir la verdad. La parresía adquiere las reglas de un juego de verdad; es preciso tener valentía para darle hospedaje a la verdad desnuda ya que la mentira le roba la ropa y se muestra como mentiras vestidas de verdad. Chantajear el voto, engañar para obtener simpatías electorales, pervertir la honestidad política… es una cínica manera de abandonar la parresía.
La verdad demanda un sentido argumentativo y un requerimiento crítico, evidenciar los inconvenientes mediante un diálogo provocativo-disruptivo que haga corto circuito en el discurso verdadero. La universidad, en plural, nos ha quedado a deber, en sus espacio, que son públicos, claro en algunos casos autónomos, se ha dedicado a otras cosas menos a formar parresía, la prueba está en las miserias de la cultura occidental, su oscuridad, tinieblas que nace de ella, miedos, angustias, déficit de carácter… siguen presentes. Educan sin parresía. La academia sin académicos. La burocracia áulica.
Foucault sintetiza la parresia en el terreno político: “… transformar el deber de uno sobre sí mismo; el conocimiento de uno mismo para una autoconstrucción ética; el descubrimiento de las propias profundidades psíquicas, la relación de uno mismo con una serie de principios interiorizados…” La parresía es el espacio para la discusión veraz, no para la retórica aduladora y manipuladora. La democracia no es solo procedimiento, es también contenido: los ciudadanos y la verdad.