Chiste: Dicen que Apple va a ingresar en la
industria automotriz y que sus ingenieros están trabajando en un coche sin
Windows.
Muchas de las grandes compañías de
tecnología están buscando una segunda línea de acción. Abundan rumores de que
Apple comprará Tesla para hacer autos; que Google echó toda la carne al asador
con Google X; que Facebook apostó en grande a WhatsApp; y que IBM invertirá mil
millones de dólares en su computadora Watson.
¿Las posibilidades de que sean éxitos
colosales? Según la historia: buena suerte.
El problema es que toda gran aventura
tecnológica ha sido casi un milagro. Menos de una en mil startups fondeadas con
capital de riesgo ha llegado a valer más de mil millones o más y de ellas, solo
un puñado se han convertido en superestrellas tecnológicas de 100 mil millones
de dólares. El éxito explosivo depende de una descabellada combinación de gente
correcta con una idea correcta y la ejecución precisa en el momento justo; una
triangulación tan extraordinaria como un decatleta de oro olímpico que se
cambia el género.
Y pegarle al gordo una vez no garantiza que
vuelvas a pegarle. En el último siglo solo unas contadas compañías se han
reinventado de manera eficaz, cambiando de un modelo empresarial inicialmente
exitoso a un paradigma económico completamente nuevo para una nueva era. Puedes
ver a Microsoft luchando ahora con ese problema: de Zune a Bing y luego, a
Windows Mobile; ha fracasado espectacularmente en la búsqueda de algo que
supere a Windows, su exitazo de la era PC. Sin embargo, Windows se ha vuelto
tan común y corriente como el cemento y Microsoft es tan emocionante como una
pantufla vieja.
La única certeza en tecnología es que todo
viaje fantástico llega a su fin y todo en tecnología es desplazado por nueva
tecnología. Así que las grandes empresas tecnológicas tienen que invertir en
experimentos, en un esfuerzo para encontrar el nuevo éxito que quizás nunca
llegará.
Apple trata de seducir al mundo tecnológico
con rumores de que tal vez irrumpa en la industria automotriz con la compra de
Tesla. Sin embargo, Apple es ese peculiar gigante tecnológico que se reinventó
anteriormente gracias a su encuentro cercano con la muerte en los años noventa.
Y claro, resulta mucho más fácil correr grandes riesgos cuando estás
revolcándote en tu propio vómito. En 2000, Apple era una insignificante
compañía de computación personal que tenía un 4 por ciento de participación de
mercado y un ingreso anual de 8 mil millones de dólares. Para 2001, Steve Jobs
lanzó el iPod poniendo a la empresa en el camino de la tecnología personal y
los medios. El iPhone, introducido en 2007, pisó el acelerador y ahora, Apple
se encuentra en la cima de una gigantesca ola de tecnología móvil como la
compañía más valiosa del planeta, de suerte que las computadoras Mac –antiguo
plato fuerte de la compañía– apenas tienen importancia.
Pero, ¿qué sigue? Apple, en realidad, no
invierte en investigación y desarrollo. No hay un laboratorio Apple donde
científicos estén inventando el increíble artefacto que cambiará al mundo en
2025. No obstante, dado el tamaño de la empresa, su siguiente numerito tiene
que ser tremendo y, en ese contexto, un auto se antoja una de las pocas ideas
plausibles.
Apple cuenta con más de 178 mil millones de
dólares en capital. Valuada en 25 mil millones, podría comprar Tesla tan
fácilmente como la mayoría pagamos la cuenta en una cafetería. La industria
automotriz global representa un mercado anual de 1.6 billones de dólares,
cuatro veces el tamaño del negocio smartphone. “La compañía tecnológica más
rica y valiosa del mundo está por ingresar en uno de los negocios más
perturbables [del mundo]”, anuncia un informe de Morgan Stanley, como si
babeara de solo pensar en el dinero que generará cualquier embrollo resultante
de semejante jugada. Si Apple replantea los autos como replanteó la tecnología
personal, Ford y Toyota terminarán como Tower Records y Nokia, y Apple ganará
un billón de dólares con iCars.
Google también necesitará una segunda línea
de operación. Pese a todas las maneras como infiltra nuestras vidas –Gmail,
Android, Chrome, YouTube– obtiene 90 por ciento de su ingreso de la publicidad
de búsqueda. Google nació como una compañía de búsquedas y sigue siéndolo, y
durante más de una década ha cedido a sus empleados 20 por ciento de su tiempo
para desarrollar nuevas ideas. Proporciona fondos a Google X, un laboratorio
salido de una película de James Bond que desarrolla cosas como autos sin
conductor, robots y globos espaciales que proporcionan acceso Internet; todo
ello fascinante y completamente distinto de lo que la compañía ha hecho hasta
el momento.
IMB lleva 104 años en el mundo y se ha
reinventado en varias ocasiones. Pero ahora, estancada, la empresa necesita
repetir el milagro y su CEO, Ginny Rometty apuesta al sistema Watson, ganador
del programa Jeopardy. El año pasado, IBM anunció que invertiría mil millones
para desarrollar a Watson; sin embargo, comparado con lo que Apple
desembolsaría en coches, esa cifra es insignificante. De hecho, Facebook acaba
de gastarse 19 mil millones en WhatsApp porque Mark Zuckerberg temía que su
servicio laptop-céntrico original quedara fuera de la jugada en la era móvil.
Hasta Facebook, con 10 años de edad, necesitaba sentirse más joven y “fresco”.
Tal vez la revitalización más reciente y
notable sea la de Amazon. Las ventas en línea son la esencia de esta empresa
que, en 2006, lanzó Amazon Web Services (AWS), basada en la idea de que podía
rentar la capacidad de cómputo que ya había desarrollado para usarla al
interior de Amazon. Ahora, AWS es un negocio de 2.5 mil millones de dólares y
ha transformado la imagen de “Amazon el detallista” en “Amazon el pionero tecnológico”.
No es, precisamente, una segunda línea de acción, pero es un “subtema” bastante
sólido.
Al preguntarle por AWS y otras actividades
de Amazon, incluido el difamado teléfono Fire, el CEO Jeff Bezos dijo que no
hay más opción que seguir buscando el siguiente gran negocio. “Amazon tiene
miles de millones de dólares en fracasos”, anunció en reciente conferencia.
“Pero las empresas que no invierten en cosas nuevas y se conforman con fracasar
tienen muy pocas posibilidades de éxito”.
Si Apple adquiere Tesla e ingresa en el
sector automotriz mientras iPhone sigue haciendo fortunas, ese será un acto de
valentía corporativa digno de Steve Jobs, pues la compañía estará aceptando el
fracaso como opción ahora, en vez de como certidumbre más adelante.
Ah, y es un hecho que el cargador de un auto
eléctrico Apple no funcionará con autos eléctricos de otras marcas.