CUTBERTO estaba al tanto de lo que se proponía. Era consciente de todo e,
incluso, imaginaba en qué términos podía interferir con ese destino. También
sabía quiénes participaban y cuándo se produciría la “conversión”… lo único
que ignoraba era el lugar donde ocurriría. Y eso era letal.
En 25 años no se había preparado para este
momento. Vaya, no se había preparado más que para sembrar café y empuñar una
tiza corriente… probablemente dibujar sueños en la pizarra o ilustrar el
perfil de un líder en su comunidad, un caudillo de nuevos partidos, un profeta
social, un ilustre marquesino, un pensador en el pabellón de las injusticias.
Mientras descendía a pie por el barranco, calculaba
sus movimientos con mucha antelación, y sin dejar espacio a la casualidad. Los
ocres pastizales le recubrían en una moqueta de perdición, los árboles se
movían lentamente en esquivillos de tiniebla, y como un elefante al borde de la
asfixia, sentía su cuerpo pesado y tosco bajo el aire en movimiento.
A Cutberto se le pintaba en la escuela como un
“malote” porque es robusto, un hombre grande, curtido de tanto jugar básquetbol
y de parecido improbable con algún cantante de narcocorridos. Eso sí, trabajador,
amigable y solidario, siempre fue reconocido por llevar en su sangre los
ideales del juego limpio… pero en esta partida, el apodado Komander de
Atoyacse sabía peón nocherniego, una pieza superflua a merced de la
barbarie.
El joven no estaba solo en aquella extensa
penumbra sin cielo de Cocula. Era escoltado por la indigna sonrisa de un rifle
AR-15 y un Pelónarmado, quien en ese momento contaba con todo el poder
necesario para poner al municipio patas arriba, desmoralizar hasta al más
valiente criminal de Los Rojos y mandar al hospital psiquiátrico a cualquier
miembro del ayuntamiento.
La mullida alfombra de desechos le ahogaba los
pasos a Cutberto y las vagas sombras de los compinches del Pelónle
impedían presentir la intermitencia de las culetadas en la espalda.
Cutberto tenía tantas ganas de llorar que se le
escocían los párpados, pero no podía ceder al impulso.
A medida que avanzaba,
metía la mano en el bolsillo y, como apretando un amuleto, se convocaba al
abandono, intentando alejar su mente de aquel lugar y sus depravaciones. Solo
atinaba al recuerdo de su anciana madre, quien estaría vegetando en alguna
callejuela de San Juan de las Flores nombrándolo a sollozos.
“Nunca podría sobrevivir en las capas profundas
de esta negrura”, reflexionó ante la insondable realidad que parecía haber
agotado sus fuerzas cuando, a lo lejos y entre unos arbustos que se hamacaban
suavemente, trinaron los vértices borrosos, pálidos e inmóviles que llamaba
“amigos”.
Ramilletes carmesí adornaban las frentes de 17
caballeros, ordenados intercaladamente con la misma expresión a calca, sumidos
en el rondar de las cartucheras, carbones de madera y una ventisca de ilusiones
desparramadas por un encendido gratinado en el tórax… como espesa explosión
de mermelada roja.
Con el rabillo del ojo, Cutbero distinguió
sombras arrifladas que columpiaban “despojos” de sus compañeros hacia lo más
profundo de la barranca. Ya comenzaba a discernir la presencia de una voz
robusta que pedía machetes, bolsas de plástico, sopletes y otras palabras que
le atajaron un remolino en el pecho.
Poseído por el deseo de “no perder la
inocencia”, y deformando su augurio en capucha de mentiras, Cutberto se quedó
mirando alelado, con los ojos vidriosos sobre esa bulliciosa multitud de
alimañas sobre el barro, cómo flotaban al vacío, cómo se quebraba en el
despeñadero entre balancín y balancín.
“Ahí va el otro. Agárralo bien. Agárralo bien.
¡Agárralo bien de las patas!”.
Frijolito,el Benny,el Chicharrón, Amiltzingo,el Diablo,el Pilas,
el Shaggy,el Panotla,el Chabelo, Aguirrito, Cochilandia,
el Magallón,el Espinosa,el Botitay el Espáider…
todos fueron componiendo la décima del calvario que se llevó las perreras
de Cutberto. ¡Cuánta tormenta vino después! ¡Cuánto color tiñó sus neuronas con
ese chiste de Bob Esponja que siempre les contaba en el recreo! La
verdad no era un gran chiste, pero vaya que asestaba el estruendo en sus
compañeros cuando imitaba la risa del molusco amarillo.
En la normal rural “Raúl San Isidro Burgos” de
Ayotzinapa siempre había cizaña y discordia ajena, reclamo en las ventanillas
primaverales y caminos plagados por conflictos, pero las nubes de esas
amistades se agigantaban en la risa juvenil de un solo torrente. Desde esas
tardes caminando por los acantilados de Acapulco, hasta los paseos por la
montaña embravecida o las emociones dicharacheras cuando los amigos se iban a
remojar las plantaciones de cempasúchil y terciopelo.
Como sin pensar, los remordimientos galoparon
sobre sus hombros y en el áspero recodo de tantos amores heridos, los altos
blasones de Cutberto lo postraron como un coloso. Así, de noche, cuando hasta
los gallos dormían detrás de las escuelas y los bastiones de quimeras lustran
sus cueros contra las páginas de la Historia, se escondieron los temores de Cutberto.
“Si avanzo, sígueme. Si me detengo, empújame. Si
me matan, véngame. Si te traicionó, mátame”. De una a una fueron picoteando las
promesas. Primero fue la del Benny,luego la de Frijolito, le
siguieron el Espinosa y el Botita, también Cochilandia y
el Chicharrón.
Se disculpó tres veces ante cada uno de sus
hermanos estudiantes mientras el Pelónordenaba “borrar” al Diabloy
sus esquirlas. Entonces, Cutberto decidió ejercer su derecho a hacer un
movimiento en la partida. Un único movimiento.
Arrojó un puñetazo demoledor en contra del
monstruo que se movía delante de él, apenas iluminado por la bóveda
transparente. Tragó saliva y se humedeció los labios salpicados de pólvora
mientras asaltaba al acérrimo pistolero con toda la envergadura de su tamaño. Soltó
un chillido y se volvió. Su primer instintivo fue intentar ocultar su rostro,
el siguiente, acertarle con toda su fuerza en la nariz. El Pelón se lo
impidió, sujetándolo. Por un instante, permanecieron el uno al lado del otro,
forcejeando, hasta que aumentó la presión y un brazo se partió por la mitad.
El Pelón lo miró con sus pequeños ojos y
deslizó el fusil sobre la cabeza de Cutberto, dejando unas gotas de flema roja
en sus cabellos como una garra afilada. Lo asió por el mentón y lo obligó a
levantar la cabeza. Sus miradas se cruzaron y el intercambio de información fue
instantáneo.
“Te vas a morir”.
El Pelónbramó como un demonio,
escurriendo sus nudillos chasqueantes en la boca de Cutberto. De una patada lo
azotó en el suelo, rasgando la playera de algodón y tiñendo su piel de
resplandores púrpura. Su rostro comenzó a “transformarse” con los golpes y de
la expresión relajienta cuando antaño, solo quedaron escamas rojizas, de la
mirada pétrea únicamente subsistió el bermellón de sus lágrimas y su quijada
bombacha fue inflamada en uvas sanjuaninas.
Quejoso, oprimido y bañado en retazos de lluvia
escarlata, era imposible cambiar el potencial que la naturaleza había otorgado
a Cutberto y sus compañeros normalistas. Era mucho mejor valerse de los buenos recuerdos,
pensó, mientras era embutido con diésel. Desde este momento, cualquier tontería
sería elevada a verdad metafísica… y a Cutberto Ortiz Ramos no le salió más
que una carcajadita nerviosa desde el Fondo de Bikini cuando le prendieron
fuego a su cabeza.
RECUENTO
DE PASOS HACIA LA HOGUERA
26 de septiembre. Mientras José Luis Abarca ensalza los logros de su esposa, María de los
Ángeles Pineda Villa, como titular del sistema para el Desarrollo Integral de
la Familia (DIF), un grupo de estudiantes de la escuela normal rural “Raúl San
Isidro Burgos” de Ayotzinapa acude a botear a la cabecera municipal de Iguala.
Suponiendo que “los agitadores” emprenderán un acto de protesta, el matrimonio
Abarca ordena su detención inmediata y un “escarmiento apropiado”. Resultado:
seis personas muertas, 25 lesionados y 43 normalistas desaparecidos.
28 de septiembre. Desollado y con claros indicios de tortura, es encontrado el cadáver de
Julio César Mondragón en la zona industrial de Iguala. La “Raúl San Isidro
Burgos” confirma su procedencia normalista y, acto seguido, son puestos bajo
custodia 22 policías municipales en razón de un presunto ataque contra los
“insurrectos”.
29 de septiembre. José Luis Abarca es partícipe de entrevistas en cadena nacional, donde
afirma desconocer el paradero de los estudiantes plagiados “porque su servidor
y mi esposa estábamos bailando al ritmo de La Luz Roja de San Marcos en un
evento del DIF”. A pregunta expresa, el alcalde niega dejar el cargo.
30 de septiembre. Mientras la sociedad civil toma las calles para exigir la aparición de
los 43 normalistas y el procurador general de Guerrero, Iñaki Blanco Carrera,
informa sobre la participación del grupo criminal Guerreros Unidos en el
atentado contra los jóvenes de Ayotzinapa, el presidente Abarca solicita
licencia al cargo por seis meses.
1 de octubre. Policías federales, soldados, marinos y agentes ministeriales de
Guerrero comienzan la búsqueda de los normalistas; al intentar mantener
contacto con el matrimonio Abarca-Pineda y otros funcionarios de seguridad
igualteca, estos se reportan como “ilocalizables”.
4 de octubre. Con la solicitud de desafuero a José Luis Abarca, el descubrimiento de
seis fosas clandestinas, el hallazgo de 28 cadáveres calcinados y dos policías
municipales que admitieron haber asesinado a 17 de los 43 estudiantes de la
“Raúl San Isidro Burgos”, la Procuraduría General de la República (PGR) atrae
el caso.
6 de octubre. El presidente de México, Enrique Peña Nieto, se pronuncia por primera
vez sobre los hechos en Iguala y asegura que “no habrá el más mínimo resquicio
para la impunidad”, de manera que anuncia una intervención federal “tope donde
tope”. Horas más tarde, elementos de la Gendarmería llegan a Guerrero para
esclarecer los hechos.
7 de octubre. El gobernador de Guerrero, Ángel Aguirre Rivero, entra al embate y
descarta abdicar al poder Ejecutivo, no obstante, “si mi renuncia resuelve el
caso, no tendré ningún inconveniente en dimitir”. Paralelamente, el Centro de
Investigación y Seguridad Nacional (Cisen) informa sobre vínculos entre los
Abarca y Guerreros Unidos.
9 de octubre. Se anuncia la detención de Salomón Pineda Villa, el Molón,hermano
de la primera dama del municipio de Iguala e integrante de Guerreros Unidos.
14 de octubre. Miembros de la bancada priista en el pleno de San Lázaro estudian
realizar un juicio político en contra del gobernador Aguirre, mientras que la
fracción albiazul del Senado amaga con la desaparición de poderes en el estado
de Guerrero.
17 de octubre. El Congreso guerrerense revoca el mandato de José Luis Abarca, es
capturado el líder de los Guerreros Unidos, Sidronio Casarrubias Salgado, el Chino,
y se ofrece un recuento de detenciones en el caso que ya evidencia colusión
criminal entre las fuerzas del orden: 22 policías de Iguala, 14 elementos de
Cocula y 27 corporativos de la delincuencia organizada perpetraron el plagio de
los normalistas.
20 de octubre. Diversos medios de comunicación reproducen una entrevista con el
sacerdote y defensor de los migrantes Alejandro Solalinde, quien afirma contar
con testimonios sobre el destino final del alumnado desaparecido. “Desde el
domingo 12 de octubre he tenido varios encuentros con testigos presenciales y
otras fuentes. Hablan de que, aun estando algunos vivos, los normalistas fueron
incinerados”, lamenta el eclesiástico.
22 de octubre. Encabezando las labores de búsqueda al frente de la PGR y a partir de
las declaraciones de los traficantes detenidos en últimos días, Jesús Murillo
Karam señala a José Luis Abarca como el autor intelectual de la desaparición de
los 43 estudiantes, “ya que pensó que sabotearían el segundo informe de
actividades de su esposa, María de los Ángeles Pineda”.
23 de octubre. Análogamente, el padre Solalin-
de logra entrevistarse con el procurador
Murillo Karam para rendir su declaración respecto al atentado de los
normalistas, y el gobernador Ángel Aguirre Rivero se separa del cargo.
24 de octubre. Oficialmente, la PGR gira una orden de aprehensión en contra de Abarca
por los crímenes de delincuencia organizada, secuestro y homicidio calificado
(delitos que, por acumulación, le generarían penalidades de entre 90 y 190 años
cárcel pese a que, hasta el cierre de esta edición, los normalistas plagiados
se mantienen en calidad de “desaparecidos”).
27 de octubre. El interrogatorio a cuatro miembros de Guerreros Unidos arroja nuevas
pistas en la investigación: los cadáveres de la “Rural San Isidro Burgos”
podrían encontrarse en el basurero municipal de Cocula, ubicado en la localidad
de Puente Río San Juan. Infortunadamente, la diligencia no produce hallazgos
importantes.
29 de octubre. Enrique Peña Nieto mantiene una reunión en Los Pinos con los padres de
los 43 normalistas desaparecidos, y aunque ambas partes firman una serie de
compromisos, los deudos del crimen desconocen los acuerdos unas horas más
tarde.
30 de octubre. El secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong, revela que
desde hace cuatro años se investiga al matrimonio Abarca por sus nexos con el
crimen organizado, aunque “nunca se hallaron evidencias incriminantes”.
4 de noviembre. Por medio de un operativo discreto en el que participaron 20 elementos
federales de élite, José Luis Abarca y María de los Ángeles Pineda son
detenidos en una residencia aparentemente abandonada en la ciudad de México.
“Ya no aguantaba más”, declara el edil prófugo aun en su escondite ubicado en
la delegación Iztapalapa.
6 de noviembre. Tras cuatro sesiones de interrogatorios, la justicia mexicana separa a
la “pareja imperial”. A él lo envían al penal federal de máxima seguridad de El
Altiplano, localizado en el municipio de Almoloya de Juárez (Estado de México).
A ella se le arraigará por 40 días en el Centro Nacional de Arraigos, ubicado
en la colonia Doctores de la ciudad de México.
7 de noviembre. En conferencia de prensa, el procurador Jesús Murillo Karam comparte un
hallazgo dantesco: con base en el testimonio de tres miembros de la
delincuencia organizada y a evidencias “desenterradas” en el basurero de
Cocula, existen fuertes probabilidades de que los normalistas secuestrados el
pasado 26 de septiembre estén muertos. “Los privaron de la vida y los arrojaron
en el basurero, quemaron sus restos”, indicó Murillo quien, después de 58
minutos compareciendo ante los medios y “tras 24 horas concentrado de lleno en
el caso”, dio por terminada la sesión de preguntas y respuestas. “Ya me cansé”,
concluyó.