Las alarmas están encendidas en el Palacio de Planalto. La responsable se llama Marina Silva, opositora de Dilma Rousseff.
De acuerdo con la más reciente encuesta de la empresa Ibope, en las elecciones del próximo 5 de octubre la presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, tendría 36 por ciento de los votos frente a 30 puntos de Marina Silva, candidata del Partido Socialista Brasileño (PSB), y un 19 por ciento del senador Aécio Neves, del Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB)1.
Esto obligaría a que “el gigante latinoamericano” decidiera a su futuro mandatario en un balotage, una segunda vuelta electoral que se realizaría el 26 de octubre y en la que la abanderada socialista se alzaría con el triunfo con un 43 por ciento de los sufragios ante un 40 de Rousseff. De esta forma, la ambientalista pondría fin a 12 años del Partido de los Trabajadores (PT) en el poder.
Pero, ¿quién es esta mujer que ni siquiera figuraba originalmente en las boletas electorales? María Osmaria Silva de Lima nació el 8 de febrero de 1958 en una plantación del estado de Acre, en el Amazonas.
Marina tuvo 10 hermanos, tres de ellos murieron cuando aún eran bebés. Ella misma estuvo a punto de perder la vida debido a padecimientos como malaria, hepatitis y contaminación con mercurio.
Fue analfabeta hasta los 16 años. Su única fuente de conocimientos eran las historias sobre la selva amazónica que su abuelo y su tío chamán le contaban. Trabajó como empleada doméstica y algún día pensó convertirse en monja; incluso, vivió en un convento.
Al colaborar con las Comunidades Eclesiásticas de Base, conoció a Raimundo Souza, un electricista con el que se casó en 1980 y con quien procreó dos hijos: Shalon y Danilo. A los pocos años se divorciaron debido a que ella decidió estudiar Historia en la Universidad Federal de Acre, donde tuvo su primer contacto con la política por medio del Partido Revolucionario Comunista.
Fue en esa época cuando conoció a Chico Mendes, un respetado líder ambientalista con quien fundó la Central Única de Trabajadores de Acre en 1985. Un año después, Marina se afilió al PT, lo que le permitió ser concejal en 1988, diputada estatal y luego senadora en 1994, cuando apenas tenía 36 años.
Su historia y vertiginoso ascenso en la política le ganaron el respeto y admiración de Luiz Inácio Lula da Silva, quien la hizo su ministra del Medio Ambiente. Gracias a sus gestiones, el ritmo de deforestación del Amazonas se redujo casi a la mitad, lo que le valió el reconocimiento internacional, aunque le generó desacuerdos con sus propios colegas del gobierno debido a que se negó a entregar licencias ambientales para obras de infraestructura.
Una de las disputas más célebres fue nada menos que con la entonces ministra de Minas y Energía, Dilma Rousseff, quien luego se convertiría en la jefa de gabinete. Esas diferencias provocaron que en 2008 renunciara al cargo y al partido.
¿La segunda es la vencida?
Marina Silva intentó convertirse en la primera mujer en llegar a la Presidencia de Brasil. En 2010 se postuló por el Partido Verde y alcanzó el 20 por ciento de la votación, cifra que obligó a Rousseff a irse a una segunda vuelta en la que se impuso al socialdemócrata José Serra.
La ambientalista se lanzó entonces a la construcción de su propio partido: Red de Sustentabilidad. Por cuestiones burocráticas, la nueva organización no logró el registro, pero su promotora se convirtió en una lideresa de las juventudes que en 2013 tomaron las calles para exigir mejor educación, salud, transporte y otros servicios, aunado al rechazo por los estratosféricos gastos de la Copa Mundial de la FIFA 2014.
Eduardo Campos, gobernador de Pernambuco, le propuso entonces sumarse a su fórmula como candidata a vicepresidenta. Luego de que el político murió en un accidente aéreo el 13 de agosto, Marina lo suplió y cambió el panorama electoral al desplazar a Neves y poner en riesgo un segundo mandato de Rousseff.
Son dos los factores que la catapultaron: las claras señales de agotamiento del modelo económico que provocaron que Brasil se declarara en agosto en recesión técnica al acumular dos trimestres con números rojos; y los escándalos de corrupción en Petrobras, una empresa que es símbolo y orgullo de ese país.
Paulo Roberto Costa, exdirector de Abastecimiento, fue detenido en marzo pasado por los delitos de lavado de dinero, malversación de fondos públicos y destrucción y ocultamiento de documentos.
Cuando dejó la empresa, en 2012, el ingeniero creó la consultoría Costa Global, que fungía como intermediaria entre la petrolera y sus proveedores a cambio de millonarias comisiones. El escándalo involucró a gobernadores, legisladores, ministros, y llegó a salpicar al propio Lula.
Hay un hecho adicional que apuntala un eventual triunfo del PSB. Marina Silva es respaldada por Neca Setúbal, heredera del Banco Itaú, uno de los más sólidos de ese país; por Gilherme Leal, fundador de la empresa de cosméticos Natura, así como por el presidente de la Federación de Industrias del Estado de San Pablo, Eduardo Giannetti, entre otros.
Por ello, a unos días de los comicios, la estrategia del PT se ha basado en acusar a Silva de pretender frenar la explotación de petróleo en yacimientos submarinos; y de promover un ajuste fiscal que significaría el fin de los programas sociales Bolsa Familiar, Más Médicos, Mi Casa, Mi Vida, creados desde la administración de Lula.
También ha sido señalada por su supuesta intención de limitar derechos luego de que se ha expresado abiertamente contra la unión de parejas del mismo sexo, la despenalización de la mariguana, el aborto y las investigaciones con células madre.
Así, la “Obama brasileña”, como la conocen en su país, se ha convertido en la representante de una “tercera vía”, de una “nueva política”, de un “cambio verdadero” y se ha transformado en un constante dolor de cabeza para Lula y Rousseff, debido a que puede ser quien frene la continuidad de su proyecto.
Hannia Novell es periodista y conductora del noticiario de la televisión mexicana Proyecto 40. @HanniaNovell