MARÍA DEL CARMEN RAMÍREZ Hernández recorre la cortina de su recámara cada mañana, y se asoma por la ventana. Es de las pocas personas en el mundo que pueden jactarse de tener como vista, desde su habitación, una pirámide, justo cruzando su calle.
Se trata de la pirámide de Tenayuca, localizada en la ciudad con el mismo nombre, a unos 10 kilómetros de Ciudad de México, en el municipio de Tlalnepantla, Estado de México.
Hoy, este sitio arqueológico está inmerso en la vorágine urbana, y ello le confiere un toque surrealista a la ya de por sí imponente sede de la primera capital chichimeca en la cuenca de México, fundada hacia 1224 d. C.
Este vestigio arqueológico, según cuenta Ramírez Hernández, presidenta y fundadora del Grupo Cultural Tenayuca en Movimiento en 2018, y vecina de este patrimonio, ha estado casi abandonado durante más de 20 años. Por suerte, parece que las cosas empezaran a cambiar.
En mayo pasado, el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) y el ayuntamiento de Tlalnepantla firmaron un convenio para el rescate de la zona e inauguraron la remodelación del museo Xólotl.
Pero este esfuerzo, según lo reconoce en entrevista para este medio Luis Antonio Huitrón Santoyo, delegado federal del INAH en el Estado de México, deviene también de la sociedad civil en la búsqueda por conservar su patrimonio.
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“Hay una serie de colectivos que han trabajado por la reivindicación de los valores ancestrales de Tenayuca, ya que este lugar tiene un gran valor histórico: se le conoce como el origen del imperio mexica. Es un espacio muy afortunado porque la comunidad ha asumido una corresponsabilidad con su patrimonio”, cuenta en entrevista para este medio.
El caso del Grupo Cultural Tenayuca en Movimiento, integrado por unas 20 personas de entre 20 y 60 años, y conformado por antropólogos, cronistas, danzantes, vecinos de la pirámide, etcétera, es un ejemplo de ejercicio ciudadano. Sus integrantes, además de perseguir el rescate de este patrimonio histórico, buscan regenerar el tejido social de la comunidad a través de la cultura.
“A partir de los años 80, cuando se construye una unidad habitacional, la convivencia de comunidad como tal se va perdiendo y se va desvalorizando el patrimonio; porque ya son otros habitantes, porque Tenayuca se convierte en un lugar de tránsito, y desde ahí aumenta la delincuencia. Nosotros creemos que, con actividades de recuperación de identidad, podemos reducir estos índices”, cuenta en entrevista la antropóloga, especialista en etnohistoria y miembro de este colectivo, Susana Cruz.
Sobre la delincuencia, las cifras hablan por sí solas: según el último mapa de Incidencia Delictiva que abarca cifras de enero a noviembre de 2019, el Estado de México fue el que registró un mayor índice de delitos en el país con 309,064. Tlalnepantla fue uno de los municipios más violentos de la entidad. En 2017, por ejemplo, ocupó el primer lugar a escala nacional en la mayor tasa de robos con violencia por cada 100,000 habitantes, según un estudio del Consejo Ciudadano para la Seguridad Pública y la Justicia Penal.
“Somos ciudadanos, todos, muy preocupados porque esta joya cultural no siga abandonada”, cuenta en entrevista María del Carmen Ramírez.
Por su parte, Juan Zamudio Paredón, danzante de música originaria, cuenta sobre los planes que tienen para Tenayuca, los cuales realizarán “con o sin la ayuda del gobierno”, advierte.
“Nosotros hicimos un proyecto arquitectónico-cultural que abarca de aquí hasta Santa Cecilia, para el rescate de dos cuevas, conchas acústicas, para poder cambiar un poco la zona. Porque esto le daría no tan solo actividades culturales, sino el rescate y la formación para jóvenes sin opciones: como el juego de pelota prehispánica, que les da oportunidades, valores y actividad física. Nosotros también incorporamos a los grupos de danzantes, ellos tienen un conocimiento muy vasto de la parte ancestral, y sí rescatas eso a través de la danza”.
Solo en octubre pasado, el grupo consiguió que en Tenayuca se reunieran coras, wixárikas, tepehuanos, nahuas de la zona de Nayarit y de Jalisco y purépechas.
“Este tipo de eventos no solo permiten una reivindicación y el que etnias milenarias se encuentren, sino que hacen que este lugar, marcado por la violencia, llame la atención a sus habitantes y extranjeros desde otra vertiente”, recalca Zamudio.
“Nos hemos enterado de que hay Copacis (Consejos de Participación Ciudadana) que están tomando en cuenta este tipo de trabajo como referencia, y Tenayuca comienza a pintar en temas culturales”, cuenta Isaac Arauz, también miembro del Colectivo.
Queda mucho por hacer, ya que la firma del convenio entre el Ayuntamiento de Tlalnepantla y el INAH es solo un inicio, en el que se toman en cuenta desde aspectos de urbanismo hasta la reubicación de ambulantes.
Hay mucho por hacer todavía. Aún hoy, al bajar de la estación del metrobús más próximo al sitio arqueológico, el cual lleva el mismo nombre que la pirámide, no se encuentra señalización alguna que indique que ese lugar cuenta con un tesoro histórico como es la pirámide.
Además, si se hace uso del transporte público para llegar a la zona arqueológica es preciso recorrer el puente peatonal que cruza por el río de los Remedios y que emite malos olores. Aun así, esta desafortunada bienvenida queda opacada por los vestigios que se mantienen majestuosos, mucho gracias al cuidado de sus vecinos en las últimas décadas.